Puntual -por suerte- entró con apuro.
- Sí, un poco por todo… Mi mamá me mintió.
- ¿Ella alguna vez te dijo que tu papá la había engañado?
- No-no, así directamente no.
- Entonces… ¿por qué decís que te mintió?
- Porque tampoco me contó bien cómo había sido la cosa.
- …Y vos sacaste tus propias conclusiones. ¿Por qué nunca le preguntaste directamente?
- No sé…
Se rascó la nariz insistentemente.
- Y ahora siento una angustia terrible, más que nada por mi papá, a quien siento que siempre le cerré la puerta… pero también por mi mamá, porque siento que me ocultó la historia… y por mi hermana, que es una desaparecida total…
- Bueno, es mucho.
- Siiii… soltó un suspiro bien largo. Supongo que hay cosas que no puedo cambiar.
- Exacto.
- Pero… ¿Puedo cambiar yo en relación a las cosas, no?
- Sí.
Una lágrima salió de su ojo derecho.
- Tomá los pañuelitos.
- Gracias.
Aparte de todo lo que te conté, que bueno, eso es obvio que me tiene mal, estoy hecha un desastre… me olvido de todo…
- ¿Cómo qué?
- El lunes, por ejemplo, falté al trabajo para quedarme en casa a descansar y me olvidé de que tenía que entregar una presentación. Ayer, en el laburo, me olvidé el celu y cuando llegué al subte, menos mal que me di cuenta, tuve que volver para buscarlo… Y hoy, para cerrar el circuito, me olvidé de traer la plata para pagarte la sesión.
- Por el dinero no te preocupes. Pero decime… ¿de qué te querés olvidar?
- Bueno… esa pregunta me la hice yo eh… no creas que no… pero no sé… no pude llegar a ningún punto.
- ¿Te querrás olvidar, quizás, de que el “malo de la película fue tu papá”?
Juana se quedó callada. Sintió como una luz radiante a su alrededor. Infló el pecho de aire y lo dejó salir de a poco, como descargando la angustia. Era verdad. Ese era exactamente el deseo inconsciente que tenía y que había manifestado en cuanto acto fallido tuvo en su camino: olvidar que su papá había sido el malo de la película, porque en verdad, no lo había sido.
- Dejamos acá.
Esta vez sintió cierto alivio con esas palabras.
- Chau, gracias. La próxima te traigo la plata.
Gracias a Dios que vengo a terapia, no sé que haría sino… se dijo a sí misma esta vuelta.
Llegó a su casa y se preparó un licuado de ananá (en lata), para mitigar un poco el calor interno. Prendió el aire para ayudar. Se dispuso a leer un libro, una novela pasatista. Disfrutó mucho lo que quedaba de la tarde.
Hoy, que es un día especial, le dedico el posteo a Maru... una gran amiga! Feliz cumple!!!
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