jueves, 6 de enero de 2011

Fachion Emeryency

¡Ayyy!

Se levantó prácticamente de un salto de la cama. Transpirada, respirando entrecortado, aterrada… miró el reloj y eran las cuatro y veintitrés de la mañana. Tuvo una pesadilla horrible, en la cual Leo, el chico que había conocido en la fiesta, intentaba besarla, ¡pero tenía la cara su papá! y ella lo rechazaba con espanto y salía corriendo… pero antes, intentaba decirle todo lo que tenía atravesado en la garganta… y no salía ni una palabra…

-          Sos carne de diván, mi amor, ¿qué querés que te diga?
-          Bueno Fede, chocolate por la noticia, eso ya lo sé… el tema es que estoy para atrás… esquivando a mi vieja, sin rumbo definido en el amor, cero relación con mi papá… embroncada con mi hermana… ayy qué día de mierda, no sé para qué me levanté…
-          ¡Porque tu viejo te quería chuponear! Jajaja
-          ¡Callate tarado! Jajaaj

Fede siempre lograba sacarle una sonrisa a Juana, aún estuvieran en el peor día laboral del año, porque tenían que cerrar una campaña de comunicación para Banco Francés y Anselmi iba y venía con su bronceado “maiamiense” y sus chapas medio peinadas al viento.

El humor ácido de Fede, los mates y el aire acondicionado le dejaron pasar el día laboral sin mayores sobresaltos. Seguía estando pendiente la contestación a Leo…

-          ¡Ya sé! Cuando salgo de la oficina, ¡me voy al barrio Chino!

Federico no entendió por qué tanta emoción por visitar el barrio chino, pero dejó que discurriera en su felicidad.

Juana salió entusiasmada y feliz por su decisión de último momento. Le gustaba, de vez en cuando, sentirse espontánea en sus elecciones, además, necesitaba espárragos y el barrio Chino era el único lugar en donde los conseguía frescos.  

El barrio Chino, ubicado en Belgrano, podía semejarse mucho a cualquier ciudad china, por el hormigueo de gente, la superabundancia de artefactos, adornos y chirimbolos y el olor a pescado concentrado en cuatro cuadras y media.

Juana investigaba y comparaba, elegía por color, forma y tamaño. Se quedaba eternidades frente a una góndola, porque nadie la apuraba, a pesar del caos reinante a su alrededor.

Compró espárragos; salsa de soja; ciboulette; palitos chinos con dibujos nuevos; salmón ahumado; arroz yamani; semillas de sésamo; unas milanesas de soja rellenas “que en el barrio Chino las hacen como nadie” y un gatito de la fortuna para poner en el modular de madera del living.

Salió feliz con sus bolsas en mano, disfrutando de una tarde que ya se estaba yendo, del aire cargado de humedad que traía olor a jazmines de algún jardín vecino. Estaba distendida, porque había suspendido por un rato el pensamiento del psicólogo, de su padre y de todo el rollo -y no de sushi- que ella se hace en relación al tema. No quiso ahondar demasiado en la pesadilla que había tenido y se dijo a sí misma que ya lo hablaría en profundidad en terapia. Tenía solamente ganas de llegar a su casa, tirarse a ver la tele y luego cocinarse algo rico para mimar un poco el alma.

Pero, como cada vez que planeaba, le salía distinto… esa no era la excepción. Mientras iba distraída mirando vidrieras, sonó el celular.

-          ¿Hola?
-          Hola, ¿Juana?
-          Sí, ella habla.
-          ¿Cómo estás? Habla Leo, el otro día nos conocimos en la fiesta de Javier. Espero que te acuerdes de mí…

Su mente disparó automáticamente el siguiente pensamiento: me acuerdo de vos, de tu perfume y si me lo hubieras dicho, hasta de tu DNI. Pero eligió contestar…

-          Sí, por supuesto… ¿cómo estás? (superada). En ese momento recordó que nunca le había escrito.
-          Te llamé y te dejé mi mail...
-     Sí, sorry, pero esta semana estuve a mil (re contra superada).
-     Bueno, empecemos de nuevo. Te llamo para invitarte a tomar algo…
-          Me encantaría. ¿Cuándo te parece? (archi mega superada)
-          Mañana a la noche, ¿te va? Si me das tu dire, te paso a buscar tipo once treinta.
-          ¡Dale! ¿Tenés para anotar?

Cortó y la superación que había experimentado los primeros dos minutos y medio de conversación, terminó en un estado prácticamente de histeria los últimos dos.

¡El viernes! Para eso faltaban veinticuatro horas y… ¡¡¡no tenía nada que ponerse!!!

Ese problema, tenía solo una solución: Fachion Emeryency. Así llamaban Juana y sus amigas a los encuentros de bombero, para salvar el aspecto físico de una de las mosqueteras. Era una deformación del verdadero Fashion Emergency. Una versión argenta digamos.

Juana llegó prácticamente corriendo al edificio. No se aguantó esperar el ascensor y subió cuatro pisos corriendo. Abrió la puerta, tiró las bolsas arriba de la mesa, se acercó al placard y confirmó lo que presentía: no tenía nada que ponerse.

Sabemos que, cuando una mujer dice que no tiene nada que ponerse, es… ¡porque no tiene nada que ponerse!

-          Euge, me tenés que salvar. El chico que conocí en la fiesta de Javier,  me acaba de llamar y me invitó a tomar algo mañana.
-          ¡¡Qué bueno!! ¡Al menos una de nosotras está de suerte! ¿A dónde van a ir?
-          No, no me dijo. Supongo que mañana veremos, pero esperá,  porque tengo un problema: ¡no tengo nada que ponerme!
-          ¡¿Cómo no gorda?! Te compraste hace poco una camisita preciosa, yo te acompañé, ¿te acordás? Esa me encanta…
-          ¡Pero no quiero ponerme esa! Es como de secretaria ejecutiva…
-          Sí, tenés razón, salvo que quieras ser su mejor amiga, esa no va… ok… llamo a Juli y pasamos más tarde para hacer un Fachion Emeryency! Te llevamos de todo, no te preocupes…
-          ¡Gracias! ¡Sos un amor! Hoy pasé por el barrio Chino, así que cocino algo rico acá en casa. ¡Las espero!

Después dicen que las señales no existen. El barrio Chino por algo se había aparecido en su plan del día. Y al final el plan… no había salido tan mal.



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