domingo, 23 de enero de 2011

Melancolía

Se despertó arriba de las fotos que había repasado la noche anterior. Le dolía la cabeza, de tanto que había llorado. Tenía marcada la cara, con las formas de la almohada.

En una de esas pocas fotos que aún conservaba, se la veía a Juana en una hamaca de muy pequeña, y su papá detrás de ella con los brazos extendidos, como empujándola. Tenía puesto un pulóver tejido a mano, con unos colores que no pegaban para nada, seguramente hecho por su mamá.

En otra, estaba con la cara llena de helado en la heladería del barrio, de un lado Jorge, del otro lado Susy y, sobre la falda de mamá, Valeria. Parecían felices.

Cuando se levantó, no recordaba bien cuándo se había quedado dormida. Seguía lloviendo de manera constante y tupida. Y ella, se preguntó: ¿por qué será que siempre llueve cuando una está triste, no?

Acompañando su melancolía, el día no dejó nunca de estar gris.

Apenas si almorzó algo rápido en casa, faltando a su cita impostergable del club, para ir nuevamente a ver a su padre.

En el camino, decidió que no iría el lunes a trabajar, no estaba de ánimo. Algo inventaría para decir en la oficina. Después de todo, no faltaba nunca.

Cuando llegó a terapia, estaban Pedro y Martín adentro. Esperó a que salieran y luego entró ella. Su padre seguía igual. Sin mejoras, sin retrocesos. Después de unos minutos, se fue al bar a tomar un café. Decidió contarles a las chicas, que hasta el momento no sabían nada, a través de un mensajito de texto: Chicas, mi papá está internado. Estoy en la clínica, porque necesitaba verlo.

En menos de veinte minutos, las chicas estaban a su lado en el bar tomando un café con ella. Era el segundo de Juana.

-         ¿Pero qué le pasó? Preguntó Eugenia temerosa por no saber si la pregunta era del todo adecuada.
-         Es del corazón… le hicieron un triple bypass… está muy débil…

Las chicas se quedaron en silencio, acompañando a Juana. Luego, fueron con ella hasta la puerta de terapia intensiva para que se despidiera.

Julieta fue a buscar el auto al estacionamiento, mientras Juana y Eugenia esperaban debajo del techito de la clínica. Juana se prendió un cigarrillo, mientras Eugenia la abrazaba de costado y le frotaba el hombro con energía.

-         ¿Sabés lo que siento Euge?
-         ¿Qué gorda?
-         Que fui una estúpida, que no le di a mi viejo la posibilidad de acercarse a mí. Egoísta. Orgullosa…
-         Pará Juana… hablás como si tu papá estuviera muerto… tenés que tener fuerza.

Euge le dio un beso en la mejilla.

-         Vamos amiga, ahí está Juli con las balizas puestas en segunda fila, en cualquier momento la empiezan a putear.

Las chicas insistieron en invitarla a Juana a dormir a sus casas. Ambas estaban disponibles, pero Juana no quiso saber nada. Necesitaba estar sola una vez más.

Llamó a Federico para contarle a la noche y Fede no lo podía creer.

-         Te voy a matar, ¿por qué no me avisaste antes?
-         No te quise molestar Fede…
-         Te perdono, porque sé que estás mal… ¿mañana vas a la oficina?
-         Ah no, eso te quería decir. Mañana no voy. Igual no te preocupes, llamo a Anselmi temprano para avisarle.
-         Un beso.
-         Un beso, mi amor.

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