jueves, 23 de junio de 2011

Con un pan debajo del brazo...?

Una vez que las delicias culinarias para el cumpleaños estuvieron listas, empezaron a preparar algo más o menos rápido para almorzar. Juana ya estaba pasada de mate, así que se vio obligada a ir al baño.

¡Qué momento más espectacular el de estar en baño ajeno! Es un momento de gloria. Sobre todo, si hace mucho que no pasás por allí. Poder chusmear qué productos consumen; que perfumes tienen; qué cremas… probarte un poquito de alguna que te gustó el packaging; leer todas las etiquetas habidas y por haber… husmear, husmear y husmear…

Entre tanta revisión y revoltijo, en una canastita de mimbre encontró un papel escrito a mano…

Qué hago?! Lo leo? Y si es algo personal? Seguramente es algo personal, porque si uno escribe algo en el baño, es porque es personal… bueno, quizás no lo escribieron acá en el baño… y es una pavada… bueno, tengo que prometer algo, si lo leo y es algo personal… no puedo mencionar una palabra al respecto…ok… vale!

Ya se había justificado ante sabe quién o quiénes. Ahora podía leerlo tranquila.

Cuando Juana abrió el papel, descubrió una verdad que Valeria venía guardándose, por lo menos hacía algunas semanas. Ahora entendía mejor por qué, quizás su hermana había decidido no viajar, cuando su papá había estado internado.

Allí aparecía lo siguiente:

Nena: Micaela, Luz, Daniela, Sofía // Nene: Tomás, Thiago, Nicolás... alguno más?

Valeria estaba embarazada?! Era simplemente un sueño o una realidad? Si estaba embarazada, lo iba a contar el día de su cumpleaños?

Juana no pudo más que llenarse de preguntas, de emoción, de ansiedad. Iba a ser tía? Fiel a su promesa, no dijo nada al salir del baño. Decidió ir a desarmar el bolso, así no se tentaba de contárselo a nadie que se cruzara en su camino.

En eso, escuchó a Susi que la llamaba para ir a almorzar.

La mesa estaba puesta con una variedad de ensaladas importantes y un peceto frío con una salsa que estaba vistosísima. Teté, además de hablar y rememorar épocas pasadas, tenía unas manos privilegiadas para lo culinario.

Valeria, haciéndose la distraída y mientras buscaba algo en la heladera, preguntó por su papá.

-          Cómo está? Mamá me dijo que estás hablando mucho más, no?
Sacó la salsa golf.
-          Sí, estamos hablando por teléfono y, cuando esté mejor, seguramente nos juntaremos a tomar un café…
Sacó la mayonesa light.
-          Ah… se van a encontrar… Fernando, viste la savora?
-          Sí, más adelante seguro. Te manda saludos.
-          A mí? Pucha… dónde dejé la savora?
Sacó un limón y el jugo de pomelo rosado…
-          Sí, a vos, por tu cumple. Hablé ayer antes de salir y me dijo que te mandara un beso grande.
-          Ah ok, gracias… acá está la savora.

En una misma conversación, papá y savora se habían disputado el rol protagónico.

Juana entendía el mecanismo de defensa que estaba desplegando su hermana en ese momento. Quizás, otro día, ese acto hubiese iniciado una discusión. Pero en esa oportunidad, resultaba fácil comprender que su hermana tenía miedo, bronca, celos, que lo extrañaba…

Finalmente, cuando todos estuvieron sentados, Teté dijo su oración y comenzaron a comer. Juana pensaba en la contradicción de Fernando. Venir de una familia tan religiosa y ser tan machista y tosco. Inmediatamente pensó en la educación de su ¿futuro sobrino/a? Sería un Fernandino en potencia? ¡¡Seguramente sí, y ella nada iba a poder hacer para evitarlo!! El pensamiento se diluyó cuando probó el peceto. Bendita Teté- pensó Juana cuando lo degustó y ya no hubo espacio para otro pensamiento.

Valeria inició el primer tema de conversación… y con quién podía estar relacionado??

-          Sí, estamos super contentos. A Fer se lo dijeron la semana pasada…

Estaba hablando del último ascenso de Fernando en el trabajo.

Susi, contenta, festejó la noticia.
-          Qué bien!! qué bien!! ahora lo único que me falta es un nietito…

A Juana se le quedó el peceto en medio del camino hacia el estómago. Se tomó dos tragos largos de pomelo rosado y siguió como si nada.

Cuando terminaron de almorzar, brindaron por el cumpleaños de Valeria con un champagne que abrió Fernando y Juana estuvo atenta como nadie a ver qué hacía su hermana con el alcohol en mano…

Apenas se mojó los labios. Sí… esta chica está embarazada… y no nos va a contar nada??

La ansiedad empezaba a hacer mella en Juana.

Apenas terminado el brindis, arrancó la sección decoración y/o ambientación. Si bien Juana sabía que ella era obsesiva y que ese era un “bien-mal” de familia, su hermana la superaba por varias yardas. Entonces, decidió subir para tomar una siesta. Había tantas manos en el estofado, que nadie se iba a ofender… si faltaban dos.






domingo, 19 de junio de 2011

Preludio

Juana abrió los ojos y descubrió que ya estaba en la terminal de micros. Ni se enteró que habían estado detenidos por más de cuarenta minutos, a causa de una protesta en un pueblo santafesino. Ni se enteró de la simulación de cena que le habían ofrecido. Susi la había notado tan angustiada y cansada que decidió dejarla dormir. Quizás, el sueño reparador, la ayudara a estar mejor.

Juana se sentía por un lado aliviada, porque había logrado suspender sus pensamientos durante un rato largo. Había hecho un off mental involuntario pero necesario. Susi, sin saberlo, había dado en la tecla. Pero por otro, estaba nerviosa porque sabía que en breve tenía que encontrarse con Valeria.

Como la salida del micro se había demorado veinte minutos, más el tiempo que habían estado parados, en lugar de llegar a las 5 de la mañana como estaba previsto, llegaron a las 7.  

Juana fue por su bolso, retiró también el de Susi y cuando quiso darse cuenta tenía a su cuñado detrás… ella jamás había conocido a un representante tan extremo del machismo en persona. No se llevaba del todo bien con él y se llevaba ahí-ahí con su hermana, por lo que iba a tener que poner mucho de sí durante ese fin de semana.

-          Hola! Dijo Susi estruendosa.
-          Hola Juana, hola Susi- saludó el Rocky Balboa made in Córdoba con menos onda que un spaghetti Don Vicente.  
-          Hola, y Valeria? Preguntaron casi al unísono.
-          Se quedó en casa, con el tema de los preparativos del cumpleaños, ya me tiene los quetejedi al plato…

A Juana se le retorció el estómago con el comentario. No podía creer que fuera tan desubicado y no entendía aún, después de tantos años, qué era exactamente lo que le atraía a su hermana de ese hombre.  

Hacía un frío de locos. Recordó lo que le había dicho su madre unos días atrás, eso de que en Córdoba hacía más frío que en Buenos Aires y sonrió internamente (aunque una mueca de sonrisa se le escapó también por el costado derecho de la boca). Juana moría por unos mates calentitos y algo que le aportara algunos hidratos de carbono. Tenía la nariz congelada y los bucles casi escarchados. Le salía "humito" de la boca al hablar.

Se subieron al auto -camino al barrio Argüello- y enseguida comenzó a sonar algo parecido a Tru-la-la, pero con nombre desconocido… y a todo volumen. Y a esa hora de la mañana.  

Antes de llegar, Valeria ya lo había llamado tres veces. Una, para que le comprara la bengala que se había olvidado de comprar. Tuvieron que recorrer varias confiterías, antes de encontrar una abierta y que tuviera la famosa bengala. La segunda, para avisar que pasara a buscar también a su mamá, es decir, a la suegra de Valeria. Créase o no, a esa hora de la mañana, la mujer ya estaba lista para que la pasaran a buscar. La tercera, para preguntar si faltaba mucho para que llegaran, porque ella necesitaba ayuda. Y una vez más… créase o no, a esa hora de la mañana.

En el camino, a Juana le cayó un mensajito de Fede: nena! Ayer vos te fuiste antes y no te enteraste… se fue la muy conchuda de Gangster!!

Juana no pudo evitar una sonrisa espontánea, que le dio fuerzas para tolerar la conversación ininterrumpida que estaban teniendo su mamá y la mamá de su cuñado desde el momento en que se habían saludado.

Cuando bajaron, Teté comenzó a acercarse lentamente a Juana, arrimando el bochín para comenzar una charla que no culminaría nunca. Astuta y con una experiencia adquirida a lo largo de los años, Juana simuló recibir un llamado al celular e improvisó una charla de lo más amena con una de sus amigas. Se sintió Graciela Borges por unos instantes -aunque más por la voz ronca mañanera que por la actuación que, en verdad, dejaba mucho que desear-. Extendió el acting hasta bien entrada en la casa.

Cuando la vio, Juana saludó a Valeria con un cariño sincero y caluroso que expresó a través de un prolongado abrazo. Sintió ser retribuida por un breve instante, pero inmediatamente Valeria se apartó para seguir con sus quehaceres que venía desarrollando desde horas tempranas –más tempranas- de la mañana.
Hablando a velocidades inigualables, Valeria departía órdenes a diestra y siniestra. Hablaba más rápido que Susi y Juana juntas, lo cual ya era mucho decir. Lo más asombroso del asunto es que todo el mundo parecía seguir sus órdenes.

Por un momento, desde la puerta de la cocina, Juana se detuvo a observar la escena: Susi había empezado a cortar unas medialunas al medio para luego colocarles jamón y queso; Teté se estaba dedicando a terminar el repulgue de  unas empanadas que luego irían al horno en tandas; Fernando desarmaba paquetes de masas, masitas y tortitas…

Y ella estaba parada en el umbral que dividía a las personas colaborativas, de las que no querían mover un dedo… solamente quería tomarse unos mates tranquila y no estar como soldadito a pilas siguiendo las órdenes de su hermana a las 8 y cuarto de la mañana…!

Juana sabía que había una fórmula que no fallaba y decidió aplicarla:
-          Ayudo en algo?
-          No,no ya está, si querés, hacete unos mates…
-          Dale!!

Y con la misma predisposición que el resto ayudaba, Juana se sentó en una silla con termo y mate a pensar en todo lo que le esperaba ese fin de semana…

lunes, 13 de junio de 2011

Próxima parada: Córdoba Capital

Allí estaba Juana, sentada en el asiento de la ventana, mirando sin observar. Susy, al lado, hablando sin parar y sin saber que no estaba siendo escuchada.

Juana pensaba en Julieta y en su relación con el esposo de Cecilia. Pensaba en cómo decírselo sin que se enfade y pensaba en cómo se iba a enojar sin remedio alguno. Temía por anticipado por las consecuencias de algo que no había buscado, no había planificado, no había pedido. Sería eso lo que también la mantenía prendida al afuera… la impotencia por sentirse involucrada en un tema que, en un punto (o en varios), le era ajeno. Salvo por el hecho de que se trataba de su amiga.

Tragó y nuevamente sintió esa sensación horrible en el medio de la garganta. Como un gran nudo que le impedía pasar la saliva fluidamente. Un nudo que trababa cualquier intento de respiración normal. Estaba angustiada. Tanto así que, casi por un instante, olvidó que estaba en un micro camino a Córdoba para asistir -como todos los años- al cumpleaños de su hermana.

Volvió en sí cuando Susy la sacudió tomándola desde el hombro.

-          Quéee maaa?
-          Me estás escuchando?
-          Sí… qué?
-          Te pregunté si te gustó la campera que le compré?
-          Divina má… dónde la conseguiste?
-          En Cabildo.
-          Divina la verdad…

Claramente, Juana estaba ofreciéndole a su madre una respuesta satisfactoria para evitar que las palabras siguieran saliendo de su boca sin parar…

-          Ma, no te jode si me pongo a escuchar un ratito de música?
-          No… vos estás bien? Ese inevitable sexto sentido materno...
-          Sí má, todo bien.

Explicarle el culebrón mexicano a Susy iba a ser = a:
-          158 preguntas sin pausa ni respiro.
-          15 consejos vertidos desde el más alto escalón de moral y buenas costumbres.
-          Réplicas infinitas de la historia a las amigas de Valeria, a los familiares de su esposo y a cuanta persona fuera invitada al cumpleaños.

Entonces, la respuesta más sensata era: “todo bien”.

Un modismo que utilizamos sin restricciones ni problemas: “todo bien”, “todo bien”. Lo repetimos sin cesar, cuando muchas veces, está todo para el traste.

Juana se acurrucó en su asiento, mientras en su iPOD sonaba Oasis a un volumen tal que aplacaba su propia voz interior…

Y no pudo evitar derramar una lágrima. Una lágrima que escondió contra la ventana, y que se ahogó en su cuello hasta llegar al pullover de lana que llevaba puesto.

Su madre intuía que Juana estaba llevando más peso del que acusaba el bolso que había despachado momentos atrás. Pero esta vez, más astutamente, iba a esperar a que llegara el momento en que su hija decidiera contarle lo que le pasaba. Más de una vez, se había enfrentado a un frontón cuando intentó averiguar algo sin que se la llamara a preguntar. Esta vez, decidió esperar.






lunes, 6 de junio de 2011

Felicidad de Fantasía

Sentadas en la mesa redonda del living de Julieta, Juana y Eugenia se miraron cómplices. La que hablaba era Julieta. Parecía que caminaba sobre nubes y con la mirada como perdida en un sueño futuro, que para ella ya era realidad.

-          Me dijo que ya se va a separar… expresó Julieta con seguridad.
-          Pero cómo… qué… así de la nada? Preguntó Eugenia.
-          No, de la nada no. Yo le pregunté.
-          Pero cómo surgió la charla…? Eso es lo que te está preguntando Euge, me parece, no Euge?

Eugenia asintió con la cabeza.

-     Bueno, estábamos charlando de su matrimonio. En realidad, él me estaba contando… que no la pasa bien, pero hace rato. Que se siente descuidado. Que cada vez que quería hacer el amor con ella, tenía que hacer todo un preámbulo terrible…
-     Eso te contó?! Le preguntó Juana espantada.
-     Sí, por? Respondió Julieta.

Una Julieta que parecía no ser su amiga. Esa que era antes al menos. Un poco con los pies más pegados en la tierra. Un poco menos… Pasional? Estúpida? Inocente? Crédula? Embobada? Ciega? Distraída?

Juana no podía evitar pensar en cómo iba a terminar sufriendo Julieta con toda esta historia. El corazón se le estaba estrujando un poco…

-    Pero entonces… por qué no se separó hasta ahora? Le preguntó Juana.
-    Por los hijos.
-    Clásica respuesta. Sentenció Eugenia.
-    Eugenia! Si me vas a contestar así…
-    Ok… ok… me modero… pero es una clásica respuesta, o no? La miró directamente a Juana en busca de apoyo.
-    Bueno Euge, no te enojes, pero sí… es lo que dicen siempre los hombres casados. Casi podemos escribir un manual… “ya me voy a separar”; “no me separo por mis hijos”; “son lo que más amo en este mundo”; “con mi mujer ya no me pasa nada”; “solo vivimos bajo el mismo techo”… y etcétera, etcétera, etcétera…
-     Bueno chicas, yo les puedo asegurar que esta historia es distinta. Esto es amor. Pero no las voy a tratar de convencer, lo van a ver con sus propios ojos.

Juana tragó clavos oxidados. Como unos trescientos al mismo tiempo.

Eugenia sintió cierta incomodidad en la postura corporal de Juana, incluso en su tono de voz. Cuando Julieta se retiró un rato para ir al baño, Eugenia empezó a hablarle en voz baja…

-          Juana, esto es un quilombo padre… me parece, no?

Precedida de un suspiro largo, bieeeennnn laaaargoooo, en el cual imaginariamente Juana largó todos los clavos oxidados por la boca, vino su respuesta: no, no te parece. Lo es. Te juro que todavía no lo puedo creer…
-     Es que es tan loco… hasta donde yo sabía él estaba casado, pero con otra mina… nada que ver…  
-     Sí, eso sabíamos todas, que se había casado, no me acuerdo ni cómo se llamaba la mina. Todavía éramos bastante pendejos todos… creo que se casó a los veinte el limado… Pero se ve que después se separó, porque se casó con Cecilia. Bueno, la verdad, no sé si se casaron-casaron, conviven hace varios años y tienen dos pibes… 
-     Cuando Juli me contó con quien estaba, me quedé helada mal… pensé… “esto es un chiste”…
-     Vos! Y yo? Casi me agarra un cíncope boluda, grité tan fuerte que las recepcionistas vinieron a ver qué me pasaba…
-     Es que si vos no te encontrabas con Cecilia, ni por puta casualidad sabíamos todo esto…
-     Y… no… El destino. Alguien quería que me la encontrara, que me contara su historia…
-     Sí, que hasta ese momento, era re interesante, pero moría ahí.
-     Sí, tal cual… de última, una historia más… qué sé yo… pero después, al toque, me llama Juli y me dice que está curtiéndose a Cristian Perevignon… cómo?! Y ni atisbos de que supiera que estaba casado con Cecilia… sino, me lo hubiera dicho ahí nomás… y la verdad, yo no me animé a decirle nada… no pude.
-     A mí me pasó igual… te voy a ser sincera… en un momento pensé “para qué carajo me habrá llamado Juani y me contó la historia de Cecilia???… ahora cargo con este muerto!!!” Por eso te llamé al toque… igual, ya no podíamos hacer nada…
-     Y no…
-     Vos me debés la charla del encuentro con Cecilia… no me contaste nada…
-     Bueno, te la cuento en otro momento. Muy heavy Euge. Muy heavy.

Eugenia tenía cara de preocupada. Juana también. No era para menos. Se trataba de la felicidad de su amiga… esa que tanto venía buscando y ahora creía que había encontrado. Lástima que era una felicidad de fantasía. Como las cadenitas de oro que venden en Once…

-     Pero el tipo le está mintiendo entonces…
-     Chocolate por la noticia…
-     Un hijo de puta…
-     Y bueno, el tipo en realidad se lo debe haber ocultado para evitar quilombo… lo que menos se debe imaginar es que ahora con Julieta somos tan amigas… si en el secundario no nos llevábamos…
-     Claro, si vos eras del grupo de las cinco… le dijo Eugenia con tono burlón.
-     Y con mucho orgullo…
-     Ayyy ellas, las cin-las cin…
-     Pará Juli, ponete seria…
-     Bueno… es verdad, no debe saber que somos amigas ahora…
-     Sí, y menos se debe imaginar que me la encontré a la mujer por casualidad… porque ahí es donde se unen las dos historias... me entendés?

En eso, se escuchó la cadena del baño.

Las chicas se callaron automáticamente y simularon estar viendo la televisión.

-    Qué están mirando chicas? Preguntó Julieta, asombrada por tanto silencio.
-    El noticiero, contestó Juana.
-    Quieren unos mates?
-    Dale, hacete.
-    Yo tomo un par y me voy, porque tengo que hacer mil cosas. Dijo Eugenia.
-    Yo igual, pero un par de verdes me tomo. Agregó Juana.

Cuando por fin estuvieron fuera, lejos del oído y la mirada de Julieta, Eugenia le hizo una pregunta fatal a Juana:

-    Qué vamos a hacer? Le contamos?

Los clavos volvieron a incrustarse en la garganta de Juana. Esta vez, más que antes.