lunes, 31 de enero de 2011

Destino: Saint Peters

El viernes se le pasó volando a Juana. Al mediodía, aprovechó para hacerse una escapada hasta la clínica. Esta vez no se encontró con nadie. Todo estaba igual. 

Al regreso del trabajo, para distraerse, empezó a armar la mochila para el viaje. Y, como cada vez que hacía ese tipo de menesteres, comenzó a hablar sola.

- Pincita, sí. Siempre viene bien cuando estamos aburridas…Mazo de cartas. Después nunca lo terminamos usando, pero bueno, no importa. Lo pongo igual…El mate lo llevaba Juli. La carpa, Euge…Off, fun-da-men-tal. Menos mal que me acordé, siempre me lo olvido y después nos matan los mosquitos… Protector…La malla, obvio. Me tendría que comprar una, esta está a la miseria, pero bueno, ahora ya fue…La manta para tirarnos a tomar sol…La cámara de fotos…Llevo algunas curitas, unos alikales también ajá… a ver… algunas buscapinas. Creo que está todo lo esencial.

Agregó unas tres remeras; un jean; una pollerita de jean; un par de ojotas; unas chatitas y unas zapatillas. No dejó de lado los maquillajes ni la ropa interior, por supuesto.

Julieta pasó a buscarla por la casa a las siete y media de la tarde. Eugenia ya estaba en el auto.

A través de la puerta de vidrio, visualizó a las chicas con cara de entusiasmo. El PI PI PIII de la bocina sonaba de alegría. Juana aceleró el paso.

Tanto Eugenia como Julieta, sabían que Juana no se iba a olvidar de lo que le estaba pasando, pero les pareció la mejor forma de mimarla un poco, de distraerla. Después de todo, a Juana siempre le había gustado viajar.

Antes de encarar la ruta, pasaron por la estación de servicio para cargar nafta. Eugenia iba siempre a la misma, porque ya conocía al playero y le tenía confianza. Formaba parte, en realidad, de sus pequeños ritos cotidianos.

-          Súper Alberto, como siempre. Esta vez, tanque lleno.

Y Alberto se dispuso a cargar con una sonrisa.

-          Juani, no me comprás unos beldent?, le pidió Julieta.  
-          Ok. Me acompañás Euge?
-          Dale, vamos.

Compraron varios Beldents de menta, un paquete de papas fritas (en viaje, valía) y unas Cocas Light (para no perder tanto la línea). Esa absurda “ley de la compensación”, que las mujeres se obstinan en mantener, para sentirse más tranquilas. Por supuesto, no faltaron algunos paquetes de cigarrillo para despuntar el vicio.

Julieta aprovechó para chequear el aire de las gomas y, al verificar que todo estaba bien, partieron raudamente, ya que no querían viajar tanto de noche. Julieta prendió la radio y en la Vale sonaba esa canción tan pegadiza que no sabían cómo se llamaba, ni mucho menos, quién la cantaba: Eu chi falé, meu bein, eu chi falé… llora, miliga, implora, mi veiyadinovuuuuuu… entonaron todas juntas en un portugués paupérrimo. Enseguida, comenzaron las risotadas, porque sabían que habían inventando la letra (con leves variaciones entre una y la otra, pero en todos los casos, inventadísima).  

El coro inundó el 206 negro y traspasó las ventanillas, que estaban entreabiertas. Semejante destreza vocal, las encontró con un conductor que les pasó por el costado y les celebró la ocurrencia, tocando la bocina. A puro grito desafinado, continuaron cantando los temas que se fueron sucediendo.

-          ¿Cómo se les ocurrió San Pedro? Quiso saber Juana.
-          Es que siempre que vinimos, la pasamos tan bien, no? Contestó Julieta. Y miró por el retrovisor a un Megane que se le había pegado atrás.
-          Qué buena idea tuvieron chicas, dijo con cierta emoción Juana.
-          ¡Pero ojo! No vamos a San Pedro… ¡vamos a Saint Peters! gritó Eugenia.
-          ¿Cómo? Preguntó Juana riéndose.
-          Sí gorda, Saint Peters, así suena más fashion.

Julieta dejó pasar al Megane. Y, cuando el conductor se encontró a su misma altura, le dedicó un fuck you esplendoroso. Las chicas, aplaudieron la osadía.

Era una ruta fea, según Julieta, porque siempre estaba llena de camiones. Por eso las chicas le hicieron el aguante y no se durmieron, así estaba entretenida pero con los ojos bien puestos en el camino.

-          Ayer, supuestamente, me encontraba con Leo. Reinició la conversación Juana.
-          ¡Es cierto! –exclamó Eugenia- Si habíamos hablado que íbamos todas, así conocíamos a sus amigos. ¿Qué pasó? Yo me re olvidé.
-          Yo no. O bueno, sí, hasta último momento. Nada… le escribí diciéndole que estaba complicada en el laburo y que no iba a poder ir…
-          Qué excusa más boluda por favor. Fue categórica Eugenia, fiel a su estilo.
-          Bueno, ¿qué querías que le dijera? ¿¿Mi viejo está internado en terapia intensiva con un triple by pass; me acabo de enterar que nunca la cagó a mi mamá como pensé toda mi vida; tengo una nueva jefa que ya me está sacando los pelos de punta y hoy, sinceramente, tengo cero ganas de salir con vos..??
-          No, sí, claro. Tenés razón. Se retractó Eugenia rápidamente, sabiendo que por esos días, debía abandonar el estilo directo para con su amiga, que estaba notablemente sensible.
-          Ya fue… -continuó Juana- no lo conozco como para darle tanto detalle de mi vida. Le escribí lo primero que se me cruzó. Igual, no creo que vuelva a aparecer. El sábado, me terminé yendo descompuesta del bar, después lo colgué con la salida y no volví a escribirle…
-          Duró menos que el anterior, dijo Juli.
-          Sí, ya sé. Pero no tengo la cabeza para estar con alguien ahora. Tengo todo embarullado. Necesito pensar mucho. Meditar, no sé… estar tranquila…
-          ¿Te volverá a llamar? Se interesó Eugenia.
-          Sinceramente, espero que no. Ya no sabría que decirle para no verlo.

Las chicas entendieron el sentir de Juana. Dos semanas atrás, hubiera salido con Leo y esperado la mejor noche de su vida, pero a esa altura, habían pasado tantas cosas en tan pocos días que, era verdad, no estaba para dedicarle tiempo a un chico, potencial novio perfecto.

Casi sin darse cuenta, entre el canto, la conversación, las papas y las cocas, llegaron a destino. Las esperaba una noche estrellada y un centenar de carpas anaranjadas en el horizonte.

sábado, 29 de enero de 2011

Un voto por la diversión

Prendió la compu y el primer mail del día era de Julieta, con copia a Eugenia.

Decía algo así:

Hola Juani!

Estuvimos pensando con Euge que la mejor forma de que te distiendas un poco, con todo lo que te viene pasando últimamente… tu viejo, la nueva jefesita (que para nosotras será “Gangster” de ahora en adelante jajajaja) y etcetc. es que pasemos juntas un finde de diversión. Eso sí… yo estoy un poco seca, así que la diversión tendrá que ser gasolera! Dijimos de ir este finde a San Pedro, en carpa, como en las viejas épocas, q´ te parece??

No podés decir que no!!

Juli!

Juana dudó, pero un impulso interno la tentó a decir que sí. Necesitaba tener largas horas de charla con sus amigas, pero en otro escenario, con otro aire. Iba a ser como un oasis en medio de tanto drama. Antes de irse, pasaría a ver a su padre nuevamente a la clínica y asegurarse de que todo estuviera bien… o mejor dicho, estable.

Un poco de aire fresco, le iba a aclarar aún más las ideas.

Chicas!

Voto por San Pedro! Necesito cambiar de aire. Gracias por pensar en mí!

Las quiero! Cuándo salimos?

Pd. Juli, jefecita va con C bestia, con C!!!!

Estuvieron mailiándose un rato largo, coordinando los detalles del viaje, haciendo listitas de quién llevaría qué y acordándose de viejas anécdotas de campamentos de antaño.

¡Qué entusiasmo tan refrescante!

Juana empezó a anotar las cosas que le hacían falta comprar, cuando recordó que era jueves y que Leo la había invitado a salir esa noche, a Clover, un bar del centro en donde se armaban buenos after office. Cero ganas.

Cero disyuntiva.

Mensaje de texto: Leo, hola! Estoy con un tema medio complicado en la oficina, hoy no voy a poder ir al after… no te enojes! Hablamos!

Fiuuu…

Chicas, voy a cortar con estos de los mails, porque Gangster pasó como tres veces ya por atrás mío y sospecho, que está empezando a sospechar (valga la redundancia!)…
Hablamos!

jueves, 27 de enero de 2011

Acto ¿fallido?

Puntual -por suerte- entró con apuro.

-          Sí, un poco por todo… Mi mamá me mintió.
-          ¿Ella alguna vez te dijo que tu papá la había engañado?
-          No-no, así directamente no.
-          Entonces… ¿por qué decís que te mintió?
-          Porque tampoco me contó bien cómo había sido la cosa.
-          …Y vos sacaste tus propias conclusiones. ¿Por qué nunca le preguntaste directamente?
-          No sé…

Se rascó la nariz insistentemente.

-          Y ahora siento una angustia terrible, más que nada por mi papá, a quien siento que siempre le cerré la puerta… pero también por mi mamá, porque siento que me ocultó  la historia… y por mi hermana, que es una desaparecida total…
-          Bueno, es mucho.
-          Siiii… soltó un suspiro bien largo. Supongo que hay cosas que no puedo cambiar.
-          Exacto.
-          Pero… ¿Puedo cambiar yo en relación a las cosas, no?
-          Sí.

Una lágrima salió de su ojo derecho.

-          Tomá los pañuelitos.
-          Gracias.
Aparte de todo lo que te conté, que bueno, eso es obvio que me tiene mal, estoy hecha un desastre… me olvido de todo…
-          ¿Cómo qué?
-          El lunes, por ejemplo, falté al trabajo para quedarme en casa a descansar y me olvidé de que tenía que entregar una presentación. Ayer, en el laburo, me olvidé el celu y cuando llegué al subte, menos mal que me di cuenta, tuve que volver para buscarlo… Y hoy, para cerrar el circuito, me olvidé de traer la plata para pagarte la sesión.
-          Por el dinero no te preocupes. Pero decime… ¿de qué te querés olvidar?
-          Bueno… esa pregunta me la hice yo eh… no creas que no… pero no sé… no pude llegar a ningún punto.
-          ¿Te querrás olvidar, quizás, de que el “malo de la película fue tu papá”?

Juana se quedó callada. Sintió como una luz radiante a su alrededor. Infló el pecho de aire y lo dejó salir de a poco, como descargando la angustia. Era verdad. Ese era exactamente el deseo inconsciente que tenía y que había manifestado en cuanto acto fallido tuvo en su camino: olvidar que su papá había sido el malo de la película, porque en verdad, no lo había sido.

-          Dejamos acá.

Esta vez sintió cierto alivio con esas palabras.

-          Chau, gracias. La próxima te traigo la plata.  

Gracias a Dios que vengo a terapia, no sé que haría sino… se dijo a sí misma esta vuelta.

Llegó a su casa y se preparó un licuado de ananá (en lata), para mitigar un poco el calor interno. Prendió el aire para ayudar. Se dispuso a leer un libro, una novela pasatista. Disfrutó mucho lo que quedaba de la tarde.


martes, 25 de enero de 2011

Falsa Barbie


Volando. Así estaba Juana en la oficina.

-          Juana…
-          Juana…
-          Juanita… susurró Federico.
-          ¡Juana!

-          Ay… ¿Qué Fede? Me asustaste… ¿Qué pasa?

-          Nos acaban de llamar para ir a la sala de reuniones.

-          Vamos… balbuceó.

Juana era una ojera caminante.

-          Bueno gente –comenzó a hablar Anselmi- como ustedes ya saben, en la empresa valoramos por sobre todo a los recursos humanos. A ustedes. Ya que sin ustedes, no somos lo que somos. Por eso, para ser breve y conciso, hoy los convoqué para presentarles un valor agregado: Patricia Ganger. Ella estará a cargo del área de Comunicaciones Empresarias a partir del día de hoy. No quiero entrar en detalle del currículum de Patricia, porque estaríamos horas aquí parados jajajaja –rió roncamente- espero que le den una cálida bienvenida y que el trabajo de todo el equipo se vea beneficiado. Muchas gracias.

-          Muchas gracias, dijo Patricia Ganger.

Salieron de la sala y Juana le dijo a Fede al oído: "acompañame ya a fumar un pucho", resaltando el "ya" de forma particular.

Bajaron y se fueron para la esquina.

-          ¿Quién es esta Patricia Ganger? ¡Parece una Barbie de 35 años!
-          37, más específicamente.
-          ¿De dónde salió?
-          Es la que se coge Anselmi, querida.
-          ¿¡Cómo!? Yo no sabía nada.
-          Todo el mundo lo sabía Juani… vino la semana pasada, como dos o tres veces a reunirse con él. Lo que pasa es que vos últimamente estás en Babia, es lógico, no? Con todo lo que te está pasando…
-          Ya volveré, te lo prometo…
-          Subamos, que seguramente Patricia Ganger querrá hablarnos a nosotros.
-          A nuestro grupo dirás…lo que faltaba: nueva jefecita, novia de uno de los capos de la consultora y encima bomba sexual. Van a estar todos babosos atrás de ella mirándole el culo.
-          O las tetas.
-          ¡Las dos cosas! Pablo incluido.
-          ¿Qué te importa?
-          Nada… ya sé. Pero igual, no me gusta. Esta es la peor semana de mi vida, y encima, recién empieza el año…
-          Vamos Juana.

Subieron. Patricia Ganger los estaba esperando, ya que solo faltaban ellos, para dirigirse al equipo de trabajo al cual iba a liderar. Equipo formado por: Juana, Federico Lambrozzi, Silvia Cánepa, Rocío Speranza y Marcos Marquinis (personaje al cual siempre habían cargado, por un exceso desmedido entre nombre y apellido).  

Era un equipo un tanto desparejo en talentos, compromiso y habilidades, pero que andaba bien para lo que la consultora necesitaba en esa etapa. O sea, “Patricita Ganger”, estaba de más.

-          Hola chicos. José ya me presentó… comenzó diciendo Patricia Ganger.

¿José?, se preguntó Juana. Nadie lo llamaba así en la consultora. Era Anselmi y punto.

-          Espero que podamos trabajar en equipo. Yo soy una de ustedes…

Parece una barbie parlanchina, siguió Juana con su pensamiento batallador.

-          …Una más. Tengan toda la confianza para acudir a mí. Pueden hacerme consultas, si me tienen que putear, me putean… está todo bien chicos, yo también estuve ahí.

¿Ahí dónde específicamente? ¡Abajo del escritorio dirás mi vida! Se decía Juana por dentro, con cara de “sí, sí, ajá, sí, sí”…

-          Bienvenida, le dijo Silvia, a la que le gustaba chupar más las medias que los helados.

-          Gracias chicos, gracias. Comencemos a trabajar.

Juana estuvo en pausa el resto de la jornada, haciendo como que trabajaba y, en realidad, no hizo nada.

Seguía preocupada por su padre. Patricita Ganger podía esperar en su lista de indeseables.

lunes, 24 de enero de 2011

Velo de alquitrán


-          Juana, hola mi amor, disculpá que te joda… lo que menos quisiera hacer en este momento es hincharte las bolas, pero lo tengo a Anselmi de los cables, porque dice que no solo no le avisaste que faltabas, sino que además, hoy tenías que entregarle la presentación de Coca-Cola con las conclusiones del curso…
-          ¡Fede! ¡Tenés razón! Decile a Anselmi que estoy con vómitos, descompuesta. Y haceme un favor, buscá en el departamental el archivo que se llama “Comunicación Coca” y mandámelo, así lo termino y te lo vuelvo a enviar para que se lo pases a Anselmi.
-          Ok… ya te lo mando. ¡Beso!
-          ¡Otro!

Juana se había quedado dormida, ya que había desprogramado el despertador la noche anterior. Por lo tanto, nunca le había avisado a Anselmi del faltazo y menos que menos se acordaba de la presentación de Coca-Cola.  

La próxima hora y media intentó, con poca concentración y mucho mate, terminar la bendita presentación. A eso de las once, ya la había mandado. Anselmi contento. Juana tranquila.

Elena la había llamado para pasar a tomar unos mates a la tarde, ya que se había enterado de lo de su papá a través de Susy, por supuesto.

Qué grande Elena, pensó Juana.

En el medio, chateó con Euge -que estaba en el laburo pendiente de su amiga- y se mandó mails con Julieta. Habló con su mamá como tres veces también por teléfono. Valeria brillaba por su ausencia.

Es tan… insensible… reflexionó sobre su hermana.

No tenía ganas de almorzar, así que solo tomó un caldito y se pegó una ducha de agua bien caliente. Se tiró a dormir una siesta.

A las cuatro y media puntual, Ele estaba abajo tocándole el timbre.

-          Te abro desde acá Ele…
-          ¡Ya está!, se escuchó por el portero.

A los pocos segundos, Ele estaba tocándole la puerta.

-          Pasá Ele, qué bueno que vinieras.
-          ¡Cómo no iba a venir mi amor!, si te quiero como a una hija.
-          ¿Qué te hago para tomar? Preguntó Juana.
-          Vos nada. Preparo yo unos mates…
-          Bueno, dale.

Empezaron a hablar de cualquier pavada, como era de esperarse. Del clima. Del robo al banco que había aparecido en todos los noticieros. Del club. De un nuevo pretendiente que tenía en vista Elena. Del bailongo del viernes pasado. Pero era obvio que en cualquier momento, iba a llegar el turno del papá de Juana.

-          Es que me siento horrible… desde el sábado que me enteré, me siento horrible…
-          ¿Por qué Juanita?, vos no sos la culpable de lo que le pasa a tu papá.
-          No, ya sé, más vale… no es eso… pero siento que estuve tanto tiempo enojada con mi papá, no sé… y ahora está así… y quizás…
-          Bueno, bueno… no pienses en eso.
-          Motivos tenía igual, no? Digo, para estar enojada con él. Mi viejo la re cagó a mi mamá…
-          …Perdónnnnnn, interrumpió Elena.

Juana la miró como intentando descifrar hacia dónde iba Elena, pero estaba absolutamente perdida. Como en bolas, en plena ruta 2.

-          ¿Perdón qué Ele? ¿Me estás cargando? Mi papá la cagó a mi vieja con Irene.
-          No, señorita. No es así. Tu papá y tu mamá decidieron separarse de mutuo acuerdo, porque la cosa no iba más, se peleaban todos los días. Discutían por todo, la plata, la crianza de ustedes, todo. Pero tu papá nunca la cagó a tu vieja. Se separaron y después él conoció a Irene.
-          Pero mi mamá…
-          Sí, sí… tu mamá alguna vez barajó la posibilidad de que se conocieran desde antes, pero no es así. A tu mamá le dolió en el alma que tu papá pudiera construir con Irene, lo que no había podido lograr con ella. Pero ella sabe bien que él no le fue infiel.
-          ¿Me estás jodiendo?
-          Para nada.

Juana parecía haber recibido una dosis doble de éxtasis. No entendía nada. Estaba como caminando patas para arriba. De repente, su historia cobraba otro sentido. Y lo peor… la culpa iba in crescendo. 

Todo lo que ella había dado por sentado, se transformó en un castillo de arena que se derrumbó con una frase huracanada: “Para nada”.

Elena se fue al rato, casi sin saber que le había quitado a Juana un velo de alquitrán de los ojos, que había llevado puesto los últimos treinta y un años. Juana estaba no solo enojada con ella misma, sino también y sobre todo, con su mamá. Pero quería evitar llamarla, para que no se terminara peleando con su mejor amiga, Elena.

Sintió náuseas y salió corriendo al baño. Vomitó todo. El caldo, los mates, los nervios, la bronca.

Se fue a dormir temprano y no pegó un ojo. Estaba inquieta con la noticia que Elena le había dado. Dio vueltas toda la noche, sin encontrar la posición adecuada para conciliar el sueño. Se sentó en la cama y sonó el cuello para un lado y para otro. Se levantó y tomó agua mineral, después Seven Up. Se tapó con la sábana. Se volvió a destapar. Miró el reloj más de cinco veces. Finalmente, se quedó dormida a las cuatro y cuarto de la mañana.

domingo, 23 de enero de 2011

Melancolía

Se despertó arriba de las fotos que había repasado la noche anterior. Le dolía la cabeza, de tanto que había llorado. Tenía marcada la cara, con las formas de la almohada.

En una de esas pocas fotos que aún conservaba, se la veía a Juana en una hamaca de muy pequeña, y su papá detrás de ella con los brazos extendidos, como empujándola. Tenía puesto un pulóver tejido a mano, con unos colores que no pegaban para nada, seguramente hecho por su mamá.

En otra, estaba con la cara llena de helado en la heladería del barrio, de un lado Jorge, del otro lado Susy y, sobre la falda de mamá, Valeria. Parecían felices.

Cuando se levantó, no recordaba bien cuándo se había quedado dormida. Seguía lloviendo de manera constante y tupida. Y ella, se preguntó: ¿por qué será que siempre llueve cuando una está triste, no?

Acompañando su melancolía, el día no dejó nunca de estar gris.

Apenas si almorzó algo rápido en casa, faltando a su cita impostergable del club, para ir nuevamente a ver a su padre.

En el camino, decidió que no iría el lunes a trabajar, no estaba de ánimo. Algo inventaría para decir en la oficina. Después de todo, no faltaba nunca.

Cuando llegó a terapia, estaban Pedro y Martín adentro. Esperó a que salieran y luego entró ella. Su padre seguía igual. Sin mejoras, sin retrocesos. Después de unos minutos, se fue al bar a tomar un café. Decidió contarles a las chicas, que hasta el momento no sabían nada, a través de un mensajito de texto: Chicas, mi papá está internado. Estoy en la clínica, porque necesitaba verlo.

En menos de veinte minutos, las chicas estaban a su lado en el bar tomando un café con ella. Era el segundo de Juana.

-         ¿Pero qué le pasó? Preguntó Eugenia temerosa por no saber si la pregunta era del todo adecuada.
-         Es del corazón… le hicieron un triple bypass… está muy débil…

Las chicas se quedaron en silencio, acompañando a Juana. Luego, fueron con ella hasta la puerta de terapia intensiva para que se despidiera.

Julieta fue a buscar el auto al estacionamiento, mientras Juana y Eugenia esperaban debajo del techito de la clínica. Juana se prendió un cigarrillo, mientras Eugenia la abrazaba de costado y le frotaba el hombro con energía.

-         ¿Sabés lo que siento Euge?
-         ¿Qué gorda?
-         Que fui una estúpida, que no le di a mi viejo la posibilidad de acercarse a mí. Egoísta. Orgullosa…
-         Pará Juana… hablás como si tu papá estuviera muerto… tenés que tener fuerza.

Euge le dio un beso en la mejilla.

-         Vamos amiga, ahí está Juli con las balizas puestas en segunda fila, en cualquier momento la empiezan a putear.

Las chicas insistieron en invitarla a Juana a dormir a sus casas. Ambas estaban disponibles, pero Juana no quiso saber nada. Necesitaba estar sola una vez más.

Llamó a Federico para contarle a la noche y Fede no lo podía creer.

-         Te voy a matar, ¿por qué no me avisaste antes?
-         No te quise molestar Fede…
-         Te perdono, porque sé que estás mal… ¿mañana vas a la oficina?
-         Ah no, eso te quería decir. Mañana no voy. Igual no te preocupes, llamo a Anselmi temprano para avisarle.
-         Un beso.
-         Un beso, mi amor.

martes, 18 de enero de 2011

En culpa intensiva...

-          Habitación 505, le dijo la enfermera.
-          Gracias.

Empezó a caminar por el pasillo, sintiendo ese olor a hospital que te penetra hasta los huesos. Nunca le gustaron los hospitales, ni su versión más coqueta: las clínicas. Le huía a los doctores, como a los novios.

Sabía que el momento de encontrarse con la familia de su padre –su otra familia- no le iba a resultar grato. Se limpió las manos con alcohol en gel y se puso el barbijo. Estaba en terapia intensiva.

Apenas entró, lo vio. Estaba todo pinchado, con cables que lo cruzaban por todos lados y los ojos cerrados. Al lado Irene, tomándolo de una mano.

Sintió que la garganta se le cerraba y apenas podía respirar. Los ojos se le humedecieron de llanto, que logró aguantar. Se acercó lentamente.

-          Hola Irene.
-          Hola querida. ¿Cómo estás? Te dejo a solas con tu papá.

A pesar de la distancia, Irene era respetuosa. De hecho, había intentado en el pasado acercarla sin éxito a su papá.

Por suerte, no estaban los hijos de Irene, que no eran hijos de su padre, sino que Irene los había tenido con una pareja anterior: Pedro y Martín. Sin embargo, ellos lo querían a Jorge como si fuera su propio padre, ya que había estado junto a ellos desde chiquitos; ese mismo Jorge que no había estado para Juana en los actos escolares y en las materias aplazadas.

Juana se quedó inmutable junto a su padre por largos minutos. No sabía qué hacer. Tenía la cabeza en blanco y no le salía ningún movimiento. Sentía una culpa terrible que no sabía a qué se debía. Recorrió cada uno de sus detalles. Su cabello grisáceo y algo desprolijo. Sus arrugas en la frente. Su nariz levemente aguileña. Sus bigotes y su boca, que parecía como seca, hundida para adentro. Sus brazos sin movimiento. Ese tono amarillento en la piel. Se sintió triste.  

Así se quedó mirándolo, conteniendo el llanto.

-          Me voy Irene. Mañana, quizás, vuelvo…

Se despidió y se fue sin mediar más palabras.

Volvió en taxi a Belgrano. Volvió llorando…


viernes, 14 de enero de 2011

Flashback

Juana se sintió mejor después de la charla con su amiga. Se volvió a preparar un tecito, porque ni loca se animaba al mate, sintiéndose como se sentía.

La llamada de Susi no tardó en llegar. Mientras sonaba el teléfono, Juana ya sabía que era su madre y pensó por un instante en no atenderla, creyendo que le iba a reclamar una vez más que no la había llamado. Pero se equivocó.

-         Juana, mi amor, te llamo… porque internaron a tu padre… está delicado, pero estable. Me llamó Irene para avisarme.

Un silencio profundo se apoderó de la escena por unos segundos.

-         No… ¿qué le pasó?
-         Del corazón hija, del corazón…
-         ¿Dónde está internado?
-         En el Instituto Argentino de…
-         Sí, sí, ya sé cual es. ¿Vos le avisás a Vale, má?
-         Sí, yo le aviso, quedate tranquila. ¿Lo vas a ir a ver?

¿Lo vas a ir a ver?
¿Lo vas a ir a ver?
¿Lo vas a ir a ver?

Esa frase quedó retumbando en su cabeza por largo rato. No sabía qué hacer. Era su papá, pero estaba tan enojada con él, que ese enojo trababa cualquier demostración de cariño.

Valeria, su hermana, vivía en Córdoba hacía tres años. Se había ido porque estaba de novia con un cordobés, con el que finalmente se terminó casando. Juana no se llevaba del todo bien ni con su hermana, ni con su cuñado. Para Juana, Valeria no se hacía cargo de nada, todo le resbalaba y le importaba un bledo y su marido era muy parecido a ella, con el agregado de ser un machista confeso.  

En el fondo, le daba bronca que se tomara todo a la ligera y, por otro lado, la envidiaba un poco. Sentía que entre las dos, su hermana siempre la había pasado mejor.

En ese instante, toda su historia se le vino a la cabeza en una seguidilla de imágenes fugaces.

Ella, su hermana y su papá tomando la leche en una terraza…
Su mamá llorando…
Ellas escondidas detrás de la puerta, escuchándola llorar…
Después, la despedida de su padre. Un abrazo, un beso en la mejilla. Un “chau Juanita” y adiós.
Una salida al circo con mamá.
El acto en que hizo de negrita.
El cumple de siete, las velitas y las animadoras en el jardín de casa.
La vez que se quebró el brazo en el patio del colegio y mamá salió corriendo para el hospital con ella.
Cuando se llevó Química a marzo.
El cumpleaños de quince que festejaron en el club. Y el vestido rosa que quiso usar, en lugar del blanco.
Cuando se peleó con Valeria y estuvieron como un mes sin hablarse. Y ella, sin dudarlo, le rompió un jean a su hermana, por lo cual se ganó un mes de castigo.
Cuando se fue de viaje de egresados y mamá estaba para despedirla desde abajo del micro.
Cuando se recibió de periodista y mamá y su hermana le fueron a tirar huevos…

Una historia sin padre. Claramente. Un padre que tanto había estado en la boca de Juana en los últimos días y ahora estaba internado, peleando por su vida.

Y la pregunta de su madre que seguía titilando… ¿Lo vas a ir a ver?

-         Hola Vale, Juana…
-         Hola Juana, ¿qué hacés? Un bajón lo de papá, no?
-         ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a venir…?
-         No, ni loca… no puedo… esta semana la tengo complicadísima. Además, Fernando tiene una reunión importantísima, que no puede suspender por nada del mundo y yo no puedo viajar sola…
-         ¿Cómo no podés viajar sola? Te tomás un micro y punto.
-         Ni loca. Tardo el doble… aparte, ¿qué te agarró?, ¿ahora lo defendés a papá?
-         No, para nada… pero esto no se trata de una guerra Vale, está internado… no sé… me gustaría que vinieras…
-         No puedo Juana, no quiero discutir. ¿Está bien?

Juana cortó y pensó: no está bien un carajo, pero bueno… ¿qué otra me queda?

Agarró la cartera y se fue para la clínica en taxi. Llovía a cántaros.