sábado, 30 de junio de 2012

Al mal tiempo...

Apoyada sobre el mostrador del comedor del club…

-          Qué carita que tenés, qué te pasa?
-          Tantas cosas, tantas… la vida misma má.
-          Ayy tantas cosas, tantas… Juana, vos todavía no sabés lo que son los problemas de verdad mi amor… cuando yo tenía tu edad, ya las tenía a Vale y a vos.
-          ¿Y?
-          ¿Cómo y? ¿Sabés todo el trabajo que es eso? Tu papá trabajaba todo el día y yo estaba con ustedes de acá para allá…  Ya lo decía mi mamá… chicos chicos, problemas chicos; chicos grandes, problemas grandes.
-          Bueno má...
-          Vos estás atrasada nena…
-          ¿¿Cómoo??
-          Sí-sí, no me mires así… la nieta de Rosa se casa el año que viene…
-          Ah, pero es la nieta, yo soy tu hija, nada que ver…
-          La hija de Miryam se casó hace tres años y ya tiene dos chicos… y la sobrina de Ele se casó hace un año y ya está de compras.
-          ¿Ah sí, por dónde, Patio Bullrich o Alto Palermo?.. En la vida no todo es casarse y tener hijos má…
-          Vos decís eso, pero en el fondo no lo creés de verdad.
-          Puede ser… igual, ahora cambió todo má. Ahora las mujeres primero estudian, después… siguen estudiando, para no quedarse fuera del mercado laboral que está cada vez más voraz… después tratan de encontrar a un hombre potable, que te aseguro, no abundan… y si todo eso va bien, recién ahí, se animan a la convivencia… y algunas pocas se casan…
-          Convivencia, convivencia…
-          Mejor que convivan antes de casarse, sino, mirá vos… te casaste y después terminaste separándote.

Juana estaba cruzando una línea que no hacía falta.

-          Y entonces? ¿Quién tiene asegurada la historia? Nadie… vos te casaste con papá, nos tuviste a nosotras y después te separaste… igual mejor eh… esto te lo digo bien… pero mejor, porque la verdad es que los dos juntos ya no daban para más… ahora recién lo puedo ver bien, lo puedo analizar en retrospectiva… mejor que se separaron… Ahora, me pregunto yo, cómo llegamos hasta acá?
-          No sé… creo que te vi carita de triste, te pregunté qué te pasaba y como siempre… me respondiste con evasivas... - luego de un pausa, prosiguió: Aunque no lo quieras creer, antes las mujeres a tu edad teníamos problemas de verdad.

Antes, antes, siempre antes… antes no existía el wi-fi, el ipod, las tablets, el sushi, topa y muni, soñando por cantar, los cupcakes, el alisado permanente, los electrodos, el bypass gástrico, las webcams, el orgullo gay, la plataforma vibratoria, palermo hollywood, las cremas antiage, la baba de caracol, la keratina y la mar en coche… En menos de un minuto Juana había pensado una lista más que sustanciosa de cosas que no existían, cuando los problemas eran problemas de verdad para su mamá…

-          Bueno má… es que problemas de antes o de ahora… son problemas, o no?
-          A ver Juani… ¿qué es lo que tanto te preocupa? Sabés hija… -la tomó de los hombros, para ponerla derecha- vos también te podés equivocar… vos también podés pensar ir hacia un lado y después cambiar de dirección… y si te equivocás, volver a empezar… No seas tan dura con vos misma, no te exijas tanto…

Qué pensamiento tan sabio…- Reflexionó Juana, quien no podía creer que una frase como “estás atrasada” y “vos también te podés equivocar” ó “estas atrasada” y “no te exijas tanto” hubiesen sido producidas todas por una misma persona en menos de quince minutos. Aunque con ciertas contradicciones, Juana prefería pensar que su mamá era más esto último que lo primero. Entre la mezcolanza de palabras dichas, se quedaba con las que más le gustaban.

-          Gracias má.
-          ¿Sabés que te quiero, no?
-         
-          Te quiero.
-          ¿Siempre?
-          Siempre.

Juana terminó de doblar el queso y el jamón bien acomodados debajo del pan de baguette, para que ningún bordecito quedara afuera. Lo apretó bien fuerte con ambas manos y le hincó el diente. Sintió algo parecido a la satisfacción plena.

miércoles, 27 de junio de 2012

Carrera con vallas

Juana seguía con cierto cansancio sobre el cuerpo. Sentía que llevaba todavía un piloto de estrés sobre los hombros. El ambiente de la oficina no ayudaba. Reinaba el malhumor y las contestaciones desacertadas. Hacía rato que ella miraba por la ventana de la esquina buscando algo que la remitiría a lo natural… un pajarito, una nube con alguna forma extraña… pero nada.

En esos días de cansancio y agobio, tenía la necesidad de irse a algún lugar alejado… tenía la necesidad de escapar, pero sabía que aunque los vientos se vinieran arremolinados, tenía que ponerle el pecho a las balas: al estado de situación de la oficina, a la decisión de cambiar de trabajo quizás, a la charla pendiente con Sebastián,  al encuentro que iba a tener con su hermana y su papá ese mismo día, entre otras tantas cosas.

Intentó en vano estar atenta y cumplir con su trabajo, porque solía disfrutar cuando las cosas le salían y sobre todo cuando le salían bien, pero no dio pie con bola. Llamó a un cliente y la tuvieron de acá para allá en ese ping-pong de internos que suelen ser las empresas; quiso concretar una reunión y no hubo forma de hacer coordinar las agendas; quiso elaborar un informe y cuando se dio cuenta, le faltaban la mitad de los análisis… Hasta que finalmente se dio por vencida.

Decidió eliminar archivos viejos, limpiar el escritorio de la computadora, y también por qué no, limpiar el escritorio de trabajo. Con ese tipo de actividades logró transcurrir la tarde lo más amenamente posible. Cuando salía, tenía que pasar a buscar a Valeria por la casa de su mamá y luego ir hacia el bar que le había apuntado su padre para encontrarse.

Qué bueno sería tener un autito- pensó.

Se despidió de sus compañeros, Fede la miró a los ojos y tan solo le dijo “paciencia mi reina”. Juana sonrió sin hablar.  

En algo así como 45 minutos Juana había llegado a la casa de su mamá. Valeria todavía no estaba lista.

-          No sé qué ponerme Juani…
-          Bueno Vale, pero mirá que tuviste tiempo para decidir eh… además, vamos a tomar un café con papá, nada más…
-          Es que vos ya lo viste, yo no…
-          ¿Y este jean? Es re lindo.
-          Ese jean me hace un elefante, ni loca.
-          Bueno, hagamos así, cambiate tranquila, te espero en la cocina. Pero acordate que nos espera a las site y media… no a las doce de la noche.
-          Dale, dale, ya me decido y salgo.

Quince minutos después, Valeria apareció en la cocina con el jean que la hacía sentir un elefante. Juana la miró con cara de “no te mato, porque sos mi hermana”.

Susi no estaba, porque se  había ido al club. Salieron casi corriendo. Juana paró un taxi sobre la avenida, se subió primero Valeria y ella la siguió. Apenas estuvieron arriba, Juana le indicó el destino. Ambas estaban acaloradas, a pesar del frío, porque cruzaron la avenida al trote. De a poco, fueron recuperando el aliento. A Valeria le costó más.

A pocas cuadras de haber arrancado el viaje…

-          Juani…
-          Sí Vale…
-          Tengo náuseas…
-          ¿Qué? Aguantá, aguantá que ya llegamos…

-          Quiere que frene señora? Preguntó el taxista.

Juana la miró a su hermana, para ver que contestaba… no quiso hacerse cargo del “señora” del tachero.

-          No, siga, siga, aguanto…- dijo Valeria.

-          Por favor, no vomite acá.

-          Le dije que aguanto señor, siga…

Fue el viaje de menos cuadras que más largo se le hizo a Juana, con su hermana nauseabunda y el tachero algo enfuscado.

-          Qué hacés Vale, qué buscás?
-          La billetera.
-          Pero voy a pagar yo Vale, tranqui.
-          No la estoy buscando para pagar…
-          Ah bueno…
-          Quiero ver algo.

Abrió la billetera con disimulo, pero Juana llegó a ver que en uno de los pliegues había una foto de su papá más joven, mucho más joven. Quizás, ese era el recuerdo que ella conservaba de él.

Cuando llegaron, el taxímetro marcaba $20.25. Juana le dio el billete para pagar y  el taxista no tardó en preguntar:
-          Con 100?
-          Sí, es lo que tengo, no tengo más cambio.
-          Pero es un viaje de 20 pesos…
-          Bueno, y yo le pago con cien- dijo firme Juana, perdiendo un poco esa paciencia que Fede le había recomendado que tuviera.
-          Todos pagan con cien, todos pagan con cien… uf… si total esta es la sucursal del banco iberoamericano…

Apenas tuvo el cambio entre sus manos, cerró la puerta velozmente, dejando atrás al taxista, su malhumor y el problema del cambio. Valeria ya había bajado por la otra puerta y estaba esperándola como si nada tuviera que ver con la situación, saboreando un caramelo sobre la vereda.

-          Estoy comiendo un caramelo, para ver si me siento mejor.
-          Ok…
-          ¿En dónde nos encontrábamos?
-          Me dijo que nos encontrábamos en el barcito de la esquina, Le Blé se llama.

A pesar de no haberlo visto por muchísimos años, Valeria no dudó de la fisonomía que se le presentó ante sus ojos.

-          Es ese? -Preguntó Valeria, señalando con su dedo índice hacia la esquina.
-          Sí, vamos…
-          No, Juani, no sé…
-          ¿Qué? ¿Cómo que no sabés? ¿No sabés qué?
-          Juani, no sé… no sé si me animo a verlo.
-          A ver Vale – Juana trató de recordar las palabras de Federico- por favor, sentémonos en este banquito, vení… ¿qué te pasa?, ¿qué sentís?
-          No sé… me dio miedo de repente, como si fuera a ver a alguien extraño entendés? Pero al mismo tiempo, alguien que me conoce mucho… no sé…
-          Es normal – le dijo Juana, poniendo un manto de piedad sobre la situación y sobre Valeria, a quien las cosas del corazón le costaban el doble que a Juana-. A mí también me pasó la primera vez que lo vi, bueno, la primera vez que lo vi después de tanto tiempo, se entiende, no?
-          Sí?
-          Obvio… qué te creés? Que yo la tengo tan clara?
-          Es que siento que se me sale el corazón del pecho.
-          Bueno, tranca, respirá… a ver si le pasa algo a mi sobrino, te mato!

Valeria inhaló y exhaló bien profundo más de tres veces. Le agarró la mano a su hermana bien fuerte y sin dudarlo dijo: vamos.

Por fin, Valeria miraba hacia atrás y en la pista había dejado todas las vallas intactas. Las había pasado una por una, venciendo los temores, acorralando los fantasmas, ignorando las inquietudes…  y lo había logrado una vez más, con ayuda de su hermana.

martes, 19 de junio de 2012

Se hizo la luz!

Después del primer día de trabajo, tras haber estado enferma, Juana no tenía muchas ganas de ir al psicólogo; sobre todo, porque sentía que no tenía demasiado de qué hablar. Y además, hacía un frío de locos.

Caminando hacia la parada del colectivo, Juana sintió como su nariz empezaba a congelarse… tenía una fiaca tremenda, le tiraba mucho más la idea de volver a su casa y tomarse una buena taza de café con leche -mirando la tele desde el sofá-, que seguir a su cita de todos los miércoles. Pero el botón de la culpa se accionó. Últimamente, no estaba haciendo una terapia tan prolija como a ella le gustaba. Faltaba, avisaba a último momento, después trataba de recuperar la sesión y ya no había espacio. Eligió seguir derecho para el diván.

Entró y se fue sacando la ropa de abrigo como capas de cebolla. Pelándose de a poco. Cuando se recostó sobre el diván, esperó a que el psicólogo le hiciera la pregunta de rigor… esa pregunta que a ella la hacía sentir que podía poner play tranquila.
-          Bueno, ¿cómo estás?
-          Bien…
Esperó a que le volviera a preguntar. Pero no preguntó, pidió.
-          Contame…
-          La verdad-verdad… no tengo mucho de qué hablar…
-          Bueno, contame lo que tengas ganas y vemos…
-          Bueno… quizás lo más importante fue que mi hermana le dijo a mi mamá que está embarazada, por fin… no aguantaba más ser yo sola la que sabía la verdad…
-          Ajá…
-          Así que eso me puso contenta.

Juana no estaba colaborando demasiado. Tantas otras veces había llevado temas mucho menos profundos y, sin embargo, le había sacado mucho más jugo…

-          Y eso… qué sé yo.
-          Bueno, se están acomodando algunas cosas, no?
-          Sí, por suerte sí…
-          ¿Y Sebastián?
-          Ah… Sebastián nada.
-          ¿No supiste más nada de él?
-          No, sí-sí… el fin de semana quedamos en vernos.
-          ¿Y se vieron?
-          Siii nos vimos… no como yo pensaba, pero nos vimos.
-          ¿Y vos cómo pensabas?
-          Es que era nuestro primer encuentro después de San Pedro, viste? Entonces yo tenía –digamos- bastante ilusión… nos habíamos visto en el medio, pero había sido en el velatorio de la abuela… como que el contexto no ayudaba… ahora en cambio, iba a ser distinto, íbamos a salir, a tomar algo…

Una compuerta, de repente, se había aflojado. El agua que corría eran las palabras…

-          Pero bueno, el encuentro quedó un poco trunco porque me enfermé re mal.
-          ¿Qué tuviste?
-          Angina pultácea…
-          ¿Angina?
-          Sí… un bajón, me subió re mal la fiebre y me tiró para abajo, al final él quiso venir igual a mi casa, y se vino nomás… así que, ver nos vimos, pero bueno…
-          Angina… qué casualidad…
-          Siempre me agarra… además con estos días de frío peor…

En ese momento, Juana se dio cuenta que la última frase que el psicólogo había pronunciado, llevaba puesto un tono de sarcasmo…

-          Pero por qué vos decís así… “angina, qué casualidad”?
-          Decímelo vos.
-          No sé jajaj ni idea… la verdad es que yo tenía muchas ganas de verlo, estaba vez de verdad, quería encontrarme con él, sin vueltas, y quizás bueno… lo digo… tener una noche de buen sexo… y no sé si mucho más que eso.
-          Ok, pero últimamente vinimos trabajando algo en relación a tu vínculo con Sebastián, no?
-          Qué? No me acuerdo…
-          Bueno, vos la otra vez me contaste que estabas muy angustiada, que terminaste llorando  en el baño de tu trabajo… te acordás?
-          Sí-sí obvio, de eso me acuerdo. Ese día tenía un nudo trabado en la garganta mal…
-          ¿Dónde?
-          En la garganta…

Sólo faltó la música de fondo en ese momento; sólo eso: una música celestial que sonara del más allá. Todos los otros componentes estuvieron allí presentes: la iluminación, los destellos y la claridad, que la hicieron sentir a Juana que estaba viendo la luz… pero no, no estaba muriéndose, acababa de darse cuenta del punto que le venía marcando  el psicólogo hacía más de trescientas sílabas…

-          Ese día me contaste, que había una situación que a vos te seguía causando dolor, y que no lo habías podido hablar con Sebastián.
-          Sí… es verdad. Te conté que me había dado cuenta lo mal que me había hecho el corte con Sebastián, porque no sólo significó eso para mí…
-          Había significado mucho más, no?
-          Sí, básicamente en ese momento, la posibilidad de ser madre. Porque con él yo había creado esa idea, y si la alimenté dios…! Ahora creo que la alimenté más sola que acompañada.
-          Bueno, eso no lo sabés.
-          Pero si me dejó!
-          Pero eso no significa que él no haya querido tener un hijo con vos u otros proyectos… solo sabés que él en un momento decidió distanciarse. No sabés por qué. ¿El otro día que se vieron lo hablaste con él?
-          No! Por supuesto que no.
-          Entonces…

Y Juana completó la frase como si fuera un ejercicio que la maestra le estaba pidiendo en el colegio.
- … la agina no fue casual.
- La angina no fue casual.
- Pero hacía frío…
- Sí, pero más que frío, había cosas por decir…
- … que me callé.
- Ajá.

Siempre que Juana pensaba que tenía un mejor plan antes que ir al psicólogo, el mejor plan resultaba ser: ir al psicólogo.

miércoles, 6 de junio de 2012

Es...tres...

Juana pasó todo el lunes en su casa. Cuando Susi se enteró de que había estado enferma y no la había llamado, puso el grito en el cielo.

El martes, ya instaladas en el departamento de Juana, Susi y Valeria no paraban de ir y venir, apropiándose del lugar como nadie (incluso más que Sebastián).
-          Má… podés dejar de limpiar?- Casi le imploró Juana a Susi.
-          Es que tenés hecha una mugre Juani esta cocina… te paso un trapito nomás.
-          Dejala –intercedió Valeria- hasta que termine no va a parar…

Las dos hermanas sentadas en el sillón, empezaron su propia conversación, mientras Susi le daba y le daba con el trapo al piso de la cocina:
-          Por suerte, hoy ya me siento bien. Ayer todavía estuve con un poquito de fiebre, pero como dice mami, para volver tengo que pasar todo un día sin fiebre… si sigo así, mañana ya vuelvo a trabajar…
-          Y sí… para que no hagas una recaída, mejor todo un día sin fiebre…
-          Y Fernando?
-          Hablamos ayer, parece que está con mucho trabajo. Mucha pelota no me está dando…

Silencio.

El comentario la preocupó un poco a Juana, porque si bien su cuñado era un cavernícola del siglo XXI, ahora su hermana estaba embarazada, ya no era lo mismo… pero decidió cambiar de rumbo.

-          Vos podés estar acá?
-          Por?
-          Y… porque si tengo algo?? Vos embarazada… no?
-          No pasa nada.
-          Ok…

Silencio.

-          Te hago un caldito mi amor?- Le preguntó Susi desde la cocina.
-          Ayy má, paso. Prefiero comer arroz blanco solo.
-          Bueno, te preparo, te preparo… arroz, siempre arroz…

Juana retomó su conversación con Valeria:
-          Che Vale, con esto de que estuve enferma, se postergó el encuentro con el viejo…no?
-          Ayy… el viejo, el viejo… ahora son íntimos…
-          Vale, cortemos con la ironía… ya te dije que yo estuve tratando de acercarme… tratando de comprender la situación que, por otra parte, resignifiqué absolutamente…
-          ¿Resignificaste? ¿Qué es eso?
-          Bueno Vale, ahora no da, quizás cuando nos encontremos los tres, puedas entender.

En eso, Susi salió de la cocina… ¿qué tres?- preguntó.

-          Nada má, nada-contestó Juana.
-          Juana está hablando de papá, ella y yo… o estabas hablando de papá, Irene y vos?- Dijo Valeria metiendo el dedo en la llaga.
-          Valeria, no seas pelotuda querés… estamos hablando de tener un encuentro con papá, mami… papá, ella y yo…
-          Ah… si a ustedes les hace bien, a mí me parece perfecto- contestó Susi.

Juana comió el arroz blanco con un poquito de aceite y queso rallado. Susi hizo pastel de papas para ella y para Valeria.
-          Pero má… justo que estoy enferma hacés pastel de papas…
-          Bueno nena, tuviste anginas, no cagadera… por qué no querés comer pastel de papas?- Le preguntó Valeria.
-          Porque me siento mejor, pero no estoy diez puntos, tengo miedo de que me caiga mal…

Mientras almorzaban juntas, miraron Intrusos en el Espectáculo, más atentas a los comentarios de Rial que a la evolución del dólar.

Después de comer, Susi lavó los platos y le reprochó a Juana el estado del trapo rejilla.
-          Nena… este trapo está a la miseria… lo podrías poner en lavandina, no?
-          Bueno, después lo pongo.
-          ¿Tenés lavandina?- Quiso saber…
-          No, má, acá no tengo.
-          Entonces te voy a comprar…
-          No má, no hace falta…
-          Te voy a comprar, total tengo que hacer unas compritas para mí también…
-          Bueno má, querés ir a comprarme? Andá…

Valeria dijo entusiasmada: Yo voy con vos má!- Como si fueran juntas a ver vidrieras por Santa Fe…

Juana no podía entender tanto entusiasmo de su hermana. Al menos, le regalaron una media hora de descanso a los oídos de Juana y ella, mientras tanto, pudo chequear tranquila los mensajes de su celular, y algún que otro mail en su correo personal.

Cuando volvieron, Susi y Valeria venían cargadas con más bolsas que en Navidad. Empezaron a sacar de a poco todas las cosas: una esponja nueva; guantes para lavar los platos (“porque sino se te arruinan las manos”); una lavandina grande; un trapo de rejilla nuevo (¿y entonces para qué la lavandina?- se preguntó Juana); un cepillito para limpiar la bombilla del mate; una virulana; una servilleta de tela; dos botellas de agua mineral de litro y medio; una seven-up; un sachet de leche descremada; un cajita de Té La Virginia; tres limones bien amarillos; dos bayaspirinas C; unas pastillas de menta (“porque estás con un poquito de aliento mi amor”…); un desodorante de ambiente (aroma “aire de la pradera”); fideos para sopa y calditos de verdura.

Juana no salía de su asombro…
-          ¿Y para qué el cepillito?
-          Para limpiar la bombilla mi amor, no sé cómo no te da asco tomar con esa bombilla…
-          Ah bueno…- se resignó Juana.

Valeria, que no podía quedarse quieta, estaba husmeando en el mueble del comedor, cuando preguntó…
-          ¿Y esto Juani…?

Valeria hacía referencia a una billetera… una billetera que hasta a Juana le costó darse cuenta a quién pertenecía… pero claro, solo podía tener un dueño…

-¿De quién es?- Preguntó Valeria de forma estridente.
- A ver…- se hizo la distraída Juana. Pero cuando quiso agarrarla, la hermana le hizo el típico “osoooo” y la siguió conservando en su poder…
- ¿Cómo? ¿Tenés una billetera de hombre en tu casa y no sabés de quién es?
- ¿Qué billetera?- Preguntó Susi.
- Nada má… es Vale que está jodiendo…
- Mmmmm… qué nerviosa te pusiste me parece…
- ¿Nerviosa, yo?
- Sí, vos…

Justo en ese momento tocaron el timbre, Valeria miró para el costado y Juana le arrebató la billetera de un saque.

-          Nena! Devolvémela.
-          No!! Esta billetera es de Fede, mi amigo del laburo que ayer pasó a visitarme.
-          Ah, si??… y entonces por qué no me la dejás ver…
-          No te la dejo ver, porque no es de tu incumbencia… má, quién era?
-          Nada… estaban pidiendo ropa. Les dije que no tenías…
-          Y cómo sabés que no tenía?
-          Supuse, mi amor, si toda la ropa que tenés seguramente la estás usando…
-          Sí, má, sí- Dijo Juana para no entrar en discusión, mientras dejó escapar un suspiro.

Se suponía que Juana tenía que hacer reposo, estar tranquila y distendida, como cualquiera cuando está enfermo, no? Pero no era el caso. Desde que Susi y Valeria habían desembarcado en su casa, no la habían dejado un minuto en paz… “que qué sucio está este departamento”, “que cómo puede ser que solo haya arroz y huevos”, “que qué caro es este shampoo, no?“que cómo no tenés un cepillito para el inodoro”; “que de quién es esta billetera”… Juana quería volver ya a trabajar. Prefería bancarse a Anselmi y a cien clientes malhumorados, que a esas dos en combo, en yunta… dispuestas a arruinarle el día de reposo.

Cuando la tarde iba promediando, Juana no sabía cómo hacer para que se dieran cuenta de que podían irse tranquilas…
-          Má… tranqui… ya pueden ir… quién está en el club?
-          Fue Ele.
-          Pobre Ele!! Todo el día ella…
-          Sí, pobre, ni un mensajito le mandé… la voy a llamar.
-          ¿Y por qué no te pegás una pasadita antes de volver para tu casa, no?

Susi se quedó pensando y no le pareció mala idea después de todo. Gracias a esa ocurrencia de Juana, tanto su mamá como su hermana salieron definitivamente del departamento a las 7:23 de la tarde.

Había sido mucho para un día, las tres mujeres juntas por tantas horas en un espacio no demasiado grande… las tres… la hacía sentir… estrés… un estrés terrible… de solo pensar en volver a vivir un día como ese, la desesperaba… qué estrés…

Juana se quedó unos minutos pensando… y ahí se percató del pequeño detalle de sintaxis… sonrió con picardía… se metió de nuevo en la cama, pensando que por algo había elegido irse a vivir sola. Había querido dejar de lado tanto es-tres…