martes, 31 de julio de 2012

Dreams...


-          ¿Te abrieron?
-          Sí…
-          Subí, dale.

Ok, apenas entre, ni mu ni pu ni tu… le digo todo lo que pienso, todo lo que tengo guardado acá en el centro del pecho y sanz se acabó… sino, siempre la estiro, empezamos a hablar de cualquier cosa, entonces me va a preguntar por la billetera y yo no voy saber qué contesarle…

Riiing- sonó el timbre del departamento…

-          Hola Sebas te quería decir q…

Sebastián no había terminado de cruzar la puerta, cuando tomó a Juana de ambos lados de su rostro, colocando sus largos dedos por debajo de sus orejas y dejando solo sus dedos pulgares sobre ambas mejillas, ejerciendo una leve presión, sostenida y placentera.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Juana que la hizo vibrar en el bajo vientre, hacia el final de la espalda y en la pierna derecha. Esa descarga duró unos segundos y cuando ella pensó que pasaría, volvió a presentarse nuevamente.

Él la besó con la intensidad que ella no hubiera esperado, que no se había imaginado y que ni siquiera había fantaseado. Tenía en su cabeza, momentos previos a ese beso, otros rollos, otros mambos, cuestionamientos y reproches… ahora todo eso se había disuelto en un rico y húmedo encuentro de labios y saliva.

El aire estaba cargado todavía de incienso y en el equipo sonaba una música lejana pero conocida, que hablaba de los sueños en inglés… “and I know I´ve felt like this before, but now I´m feeling it even more, because it came from you”Ella no supo sino hasta después el verdadero significado de esa letra… solo podía dejarse embrujar por esa melodía y  por ese beso que no la dejaba tocar el piso con los pies.

Juana no había tenido tiempo de reaccionar, de comenzar a hablar sin sentido como había estado a punto de hacerlo, de disculparse o reprochar… solo había podido caer en esas manos; casi sostenida por esas manos y atraída con fuerza magnética por esos labios y enganchada cual anzuelo por esa lengua que no se detenía…

Sintió que el corazón se le salía del pecho. Pero no pensó en nada. Por una vez en la vida, a Juana le había ganado el sentimiento, la pasión… y no pudo pensar en nada. A partir de ese momento fue una esclava absoluta de la voluntad de Sebastián. La obsesión por el orden y el control no tuvo chance alguna en esa escena, ni en la siguiente, ni en la siguiente… y a decir verdad, no tuvo espacio a lo largo de toda la noche.

En un instante él se frenó, se apartó hacia atrás y la miró directo a los ojos, clavándole una lanza de pasión en el punto exacto en el que el pecho se hunde y se eleva, se hunde y se eleva, se hunde y se eleva… Juana sintió ganas de llorar… pero no por pena, por nostalgia o por melancolía… sino por esas ganas locas de que ese instante durara para siempre. Él sostuvo la mirada unos segundos, que para ella fueron eternos, alcanzó con una mano la luz e hizo que se esfumara de un rápido toque, y volvió a besarla, esta vez con más fuerza, con más desparpajo, con menos prolijidad… mientras comenzó a caminar casi sobre sus pies en sentido a la habitación. Desde afuera, un relámpago iluminó el comedor, el pasillo y se apagó justo cuando estaban entrando a la pieza. Ella caminando hacia atrás, él llevándola como a una mariposa. Liviana y sin capacidad de reacción, Juana seguía prendida a los brazos de Sebastián.

Caminaron lentamente hasta el momento en que las piernas de Juana se toparon con la cama. Allí él la hizo sentar suavemente. La música seguía cada paso de fondo. El corazón de Juana galopaba furiosamente. Sebastián parecía más tranquilo, como quien sabe justo lo que quiere, justo lo que va a venir... y actúa en consecuencia.

Él la hizo acostar, colocándose a un costado. La besó en el cuello y le mordió el lóbulo derecho. Juana se estremeció, temblando como una hoja seca. El olor que entró por la ventana de la pieza anunció la lluvia que había comenzado a caer… ese olor a baldosa mojada, a cemento húmedo… se mezcló con ese perfume a hombre que despedía el cuerpo de Sebastián.

Aún no habían mediado palabra. Nada se dijeron hasta que Juana esbozó un tartamudo y quebradizo…

Sebas-tiánnn…

Y ya no pudo seguir hablando.

Él se dirigió a sus pies. Le quito suavemente las zapatillas, le retiró luego las medias. La acomodó en forma bien vertical hacia su cuerpo. Juana, perpleja, se dejó mover como una pieza de ajedrez. Suavemente tomó uno de sus pies y le recorrió el dedo gordo con su lengua… así, de repente. Juana volvió a estremecerse y se vio obligada a cerrar los ojos con fuerza. Su cuerpo reaccionó por reflejo, sin pensamiento previo, sin análisis, sin medida, arqueándose. Vio estrellas, vio meteoritos, luces destellantes, sintió carcajadas internas.

Luego, Sebastián se sacó la remera. Un nuevo relámpago lo iluminó justo cuando sonrió allí arrodillado frente a ella. Fue fugaz y bastó para que Juana alcanzara a verlo. Verlo ahí, de frente, por unos breves instantes, hizo estragos en Juana.

El aroma a sahumerio, el olor a Sebastián, la transpiración, la música, el compás de los gemidos… Juana perdió la cabeza, perdió la consciencia… perdió el sentido del espacio y del tiempo como hacía tiempo no le pasaba…

¿Era eso amor? Qué más daba…

Él la ayudó a sacarse la remera, y se deshizo rápidamente de toda prenda superior, logrando encontrarse con la piel de Juana, mientras sus labios se fundieron en un nuevo beso.

Juana sintió como cada centímetro de su piel de repente se hacía agua. Se hacía fuego.

Con manos ligeras le retiró el jean y ella lo ayudó torpemente a sacarse el suyo. Había algo de nervios aún en sus movimientos.

Él separó sus piernas con determinación y dejó caer su cuerpo sobre el de ella.

Y ella sintió como su mundo perdía todas las reglas, las contenciones, las vallas, y los esquemas…

domingo, 22 de julio de 2012

...


Tomó el pañuelo de papel y estornudó. El timbre del estornudo quedó rebotando un rato en sus tímpanos. Le causó gracia el estruendo que provocó y como quedó ella atontada unas milésimas de segundo.

Agarró el encendedor y se prendió un cigarrillo. Pitó con fuerza. Se fue hasta el balcón. Abrió un poquito la ventana y dejó entrar el aire fresco, dejando escapar en el mismo acto el humo del cigarro.

El frío le erizó la piel. Miró hacia el horizonte, que estaba entorpecido por cables y fachadas, y luego miró hacia el cielo, en donde titilaban ya algunas estrellas.

Tenía ganas de salir corriendo, y al mismo tiempo, de echarse en el sillón a descansar. Sintió un impulso liberador. Algo lindo en el centro del alma.

Terminó el cigarrillo y se dirigió a la cocina. Tomó la botella de vino tinto y se decidió a abrirla. Le costó deshacerse del corcho, pero lo logró. Agarró una copa, la lavó para quitarle el polvillo. La secó cuidadosamente con una servilleta de papel. Más por fuera que por dentro. Se sirvió un poco de vino. Se apoyó contra la mesada y respiró profundo. Respiró como si fuera a ser la última vez que se lo permitieran. Sintió su corazón latir velozmente. Quería sentirse tranquila, pero su cuerpo entero estaba en movimiento. Sus células, su sangre, su aire. Todo estaba de aquí para allá. Pero ella se quedó allí, tratando de pensar. Tratando de entender lo que estaba viviendo. Tomó unos sorbos de vino, agachó la cabeza y sonrió. Volvió a encenderse otro cigarrillo. Prendió un sahumerio para contrarrestar el tabaco. La mezcla no fue tan buena. Generó cierta embriaguez en el ambiente. El aire que entraba por la abertura del comedor ayudó a alivianar un poco ese aire cargado. Sin querer, dejó escapar una lágrima. Pero no era una lágrima de tristeza, era todo lo contrario. Era de alegría. Era de emoción. Era de nervios.

Asintió con la cabeza para convencerse. Miró el final de la copa y se sirvió más. Miró el reloj que colgaba de su muñeca y vio como la aguja se clavaba en el y media. Prendió el equipo de música, ese que conservaba desde hacía más de un lustro, y puso esa música que a ella tanto le gustaba escuchar. Esa música que la animaba. Se soltó el pelo. Se lo batió con las manos, con la cabeza hacia abajo, y con las manos bien rápido. Fue a paso acelerado a mirarse al espejo. Se cubrió las ojeras, que apenas asomaban. Se puso una base pareja. Se coloreó las mejillas. Se colocó rímel. Se puso brillo en los labios. Se volvió a batir el pelo con las manos. Buscó su Tommy en el armario del baño. Apretó dos o tres veces. Antes de salir, acomodó la alfombra del piso con el pie derecho. Al cerrar la puerta, se dio vuelta en un movimiento lento… muy lento… Miró el reloj de la pared. Agarró la revista del domingo. Pasó sus páginas sin prestarle demasiada atención. Se detuvo en alguna que otra imagen. Sintió frío. Fue a cerrar aquel espacio que había dejado abierto para airear. Vio de casualidad un Halls de menta y se lo puso en la boca. Antes tuvo que luchar con el papel pegoteado que le presentó lucha. Pero logró metérselo en la boca. Miró nuevamente hacia el horizonte, sintió nuevamente el corazón contra el pecho, queriéndose escapar.

Tocaron el timbre.




sábado, 21 de julio de 2012

La usurpadora

Anita, Anita, Anita… era lo único que había escuchado Juana a lo largo de toda la conversación.

-... Juli?
- … Si?
- … Te puedo preguntar una cosa?
-  Obvio Juana, dale.
- ¿Quién es esa tal…?
- …Anita? Completó la frase Julieta.
- Ah sí, Anita…
- Una divina total, compañera nueva del trabajo. Desde que entró, pegamos buena onda, y la verdad, me re bancó estos últimos días; a ella le pasó algo parecido con su ex novio también… por qué me preguntabas?
- Naaa… por nada. Ah gorda, dijimos con Euge de vernos hoy a la noche, nosotras solas, salir a comer algo rico, te va?
- Uhhh… justo hoy?
- Sí, por? Tenés planes??? Le pareció raro a Juana, porque Julieta cada vez que entraba en etapa de depresión, solía guardarse en la cucha por largo rato.
- Sí… arreglé con Anita para ir a un bar a ver una banda. En realidad, en la banda toca uno de sus mejores amigos… qué sé yo, un plan distinto, no?
- Ah… mirá vos… bueno… Cuándo entró a trabajar Anita me dijiste…?
- Ah no, no te dije. La semana pasada.

Entró hace una semana y ya es la mejor amiga????? Se indignó Juana.

- Bueno, entonces nos veremos con Euge solas. Dijo Juana, como esperando alguna reacción.
- Ok… diviértanse, coman rico… yo voy a ver si escucho un poco de rock.

Rock? Rock! Desde cuándo mi amiga es rockera??? Perdónnnnn.... Se dijo Juana, mientras elaboraba una respuesta más placentera de oir.

- Me hace bien salir con ella, porque es más chica que yo, es como que me impulsa. Tiene ganas de divertirse, no le importa cagarse de frío para ir a ver una banda, qué sé yo… tiene energía, que es lo que me está faltando a mí…
- Ah, pero cuántos años tiene?
- 25.
- Es una pendeja…
- No, no te creas eh… aunque es chica, es re madura, ya te digo… estuvo en pareja varios años y después bueno, cortaron hace tres meses. Dice que todavía está en duelo, pero que la viene llevando. Él tenía una doble vida… pobre…
- Ah… Simuló algo de interés Juana.
- Y bueno, eso. Si fuera por mí, me quedo en la cama, tapada hasta la nariz y tomando sopa. Ella me empuja a salir, a ver otras caras, a conocer gente. Tiene un grupo de amigos gigante.
- Ah… bien… todos rockeros? Parecía que estaba hablando Susi antes que Juana… pero no, era Juana.
- Jaja noo, por qué esa pregunta? Tiene amigos de la facu, amigos del anterior trabajo… a mí me viene bien, sino voy a terminar viviendo en un tupper.
- Bueno, mañana hablamos y me contás bien cómo te fue… si querés te podés venir a tomar unos mates a la tarde…
- Dale, si querés voy con Anita, porque se va a quedar a dormir en casa…
- Pero, ¿por qué? ¿Vive lejos?
- Vive por el centro, y el bar queda en Palermo, un garrón pobre… entonces se viene para casa.
- Ah… bueno… claro… Bueno, cualquier cosa después vemos. Ahora que lo pienso, no sé si mañana voy a ver a mi vieja, te aviso… Pásenla lindo ustedes también.
- Dale, gracias. Nos vemos. Besos a Euyin!
- Besos…

Juana sintió que la temperatura le subía a la cabeza, se le estrujó el estómago por una acidez repentina y apoyó con fuerza el teléfono sobre la mesa, descargando algo de esa bronca que la había invadido sin pedirle permiso.

Qué onda esta Anita????

Jamás reconocería ante ella misma -ni ante Eugenia más tarde- que estaba celosa… pero no dejaba de admitir que tanto “Anita” le había molestado un poco al oído.

Ya en el restaurant, Juana intentaba contarle la conversación a Eugenia.

-      No sé… no sé ni quién es. A vos te habló de Anita?
-          No, la verdad es que no hablé con Juli estos días, así que no sé ni quién es yo tampoco…
-          Es una "amiga" nueva del trabajo. Y cuando dijo amiga hizo con las manos ese gesto tan característico de las comillas.
-     Jaj… y por qué decís así… “amiga”? Eugenia imitó el gesto.
-     Porque amiga no puede ser… recién se conocen.
-         Ah… me parece a mí, o a usted señorita Juana le está provocando algo de celos que Julieta esté construyendo una nueva amistad?
-    Quéee?? ¿Celosa yoooo? Nada que verrr. Lo único que me da miedo es que se enganche de más con esta piba y después viste cómo es Juli… te entrega hasta los calzones, te invita a que te quedes a dormir, te presta el auto si lo necesitás, no te la garantía de su casa porque sabe que nosotras la matamos… pero si fuera por ella, te entrega la vida… y después, muchas veces la cagan. Te acordás de esa tal Vicky de la facultad?
-      Sí! Cómo no me voy a acordar?? Se hizo la mejor amiga y después lo tiroteó a Manuel… yegüita…
-      Terrible mosquita muerta… por eso te digo, me preocupa que se crea que es la mejor amiga y después zas! Y ella ahora está re vulnerable, re sensible… no está con las antenas paradas como para darse cuenta de quién vale la pena y quién no…
-  Pero bueno… tampoco nos adelantemos, a esta chica no la conocemos todavía.
-   Ok… ok… hay que darle tiempo…
-   Igual, admitime que estás algo celosa…
-  Nada que ver Euyin, yo me preocupo por Juli, no la celo ni en pedo.
-  Ah… ok… bueno, Qué vas a pedir? Cambió de tema Eugenia, cuando advirtió que Juana jamás reconocería que estaba ardiendo en celos.
-  Mmmmm…. Fucciles al scarparo.
-  Riquísimo! Yo también quiero pastas. Mozoooo…

Juana y Eugenia saciaron su deseo de comer pastas esa noche fría de invierno. El queso se posó como un manto nevado sobre los fideos de ambos platos. Las chicas discurrieron en cuanto tema tuvieron a su alcance. Después de dejar atrás el tema de Anita, pudieron conversar sobre el embarazo y sus síntomas, sobre los posibles nombres para el bebé, sobre cómo iba la relación con Federico, sobre Sebastián, sobre Valeria y su reciente embarazo también… y cuando quisieron darse cuenta, eran la última mesa ocupada del lugar…


domingo, 15 de julio de 2012

Ya no te he de extrañar...

Algo así fugazmente sintió… no supo bien qué fue, no podría explicarlo con palabras. Mientras lavaba los platos esa noche, algo así sintió.

Tenía tantos recuerdos en su cabeza, recuerdos que habían permanecido guardados en una pequeña caja de cristal… y ella había mantenido la llave a resguardo. Tenía flashes de imágenes fraternales, de guisos de lenteja, de domingos de otoño, de tardes de mate… Cada tres sueños, uno involucraba a la casa de su infancia… a los olores de su infancia… a las paredes de su infancia. Y en cada uno de esos sueños, aparecía la palabra gruesa de su padre, la palabra aguda de su madre, el pullover rojo o la tetera con bordes dorados… también por qué no, esa mancha de humedad.

Pero ese día por la noche, algo se destrabó en el pecho de Juana. Algo se liberó de una vez para siempre. Como si de repente hubiese encontrado esa llave que había guardado alguna vez… alguna vez hacía tanto tiempo, tanto pero tanto tiempo… que ya no recordaba dónde se encontraba; dónde la había escondido. Quizás porque, hasta ese día, no había querido abrirla, ni que nadie más lo hiciera. Quizás porque sentía que allí dormían esas imágenes, esos recuerdos… que allí permanecían a salvo… a salvo de todo.

Pero esa noche, el temor se había esfumado de un plumazo, se le había abierto el alma… se había marchado la incertidumbre. Tenía la certeza absoluta de que eso era positivo, de que las cosas tomarían un nuevo rumbo, de que ella ahora podría escribir su propia historia. Su padre ya no era una foto en un cajón. Ya no era una lágrima sobre una carta. Ya no era una canción. Su infancia ya no era una parte de un rompecabezas. El simple recuerdo de una etapa mejor; de una etapa feliz. Su infancia había sido feliz sí… pero su tiempo presente también podía serlo, mucho más incluso… mucho más si ella quería, si ella se lo proponía. Y más importante que eso… siendo la absoluta protagonista.

Ya no extrañaría esas calles, porque tenía calles nuevas. Ya no extrañaría esa vereda, porque la vereda se construiría más adelante. Ya no extrañaría esa terraza, la recordaría con amor toda la vida, pero ya no la extrañaría… porque ahora tenía su sofá, su mesa-escritorio, su computadora en donde escribía sus historias imaginarias… Ya no extrañaría ese pasillo y esa puerta… porque detrás de esa puerta había un mundo que perteneció a otro tiempo, que ya quedó atrás… Ahora era momento de escribir su propia historia, con su propia pluma, detrás de otra puerta.

Y por eso los colores vivos en su departamento, y por eso las velas y fragancias, y por eso los cuadros y accesorios… porque esa era Juana después de haber tenido una infancia feliz… una infancia cargada de luz, de dulces, de abrazos fuertes… después de haber vivido una adolescencia más apagada… más conflictiva y más anudada… pero al fin de cuentas, todo le había servido para ser hoy la mujer que era… dispuesta a borrar ese pizarrón mágico y dejarlo en blanco para iniciar la escritura… necesitaba hacerlo de una vez por todas. Dejar la melancolía del ayer y animarse a vivir el hoy al cien por ciento. Tenía todo para hacerlo. Tenía con qué.


jueves, 12 de julio de 2012

Pero si fue ayer...

Uyy dios… no puedo creer que sea viernes… es como si hubiese estado enferma el siglo pasado.

Una semana equivalió para Juana, lo que el último minuto de encierro para un preso que está por salir en libertad… Una eternidad.

Había empezado el lunes enferma -al cuidado de Sebastián- y había terminado el viernes con una nueva promesa de encuentro… después de haber generado una pseudo-discusión por cualquier pavada sin sentido, para evitar tener que hacerse cargo por no haberlo llamado…

Pero no… no había sido solo eso. Como si los condimentos hubieran sido pocos, también le habían agregado salsa de soja y curry a la ensalada mental de Juana.

El encuentro con su papá y Valeria… qué tarde esa… Por suerte había salido mejor de lo pensado… aunque Valeria no dejó de mandarse las suyas. Estuvo más de una vez a punto de despistar, pero Juana se encargó de pellizcarle la pierna en más de una ocasión para evitar la colisión.

Recostada sobre el sofá, ahora recordaba esa tarde con una sonrisa en el rostro.

Qué bueno ver los ojos de su padre cargados de humedad. Qué bueno verla a Vale sonreír ante él. Verla aflojarse… hacía tanto que no la veía floja… como humana… siempre tan derecha, a lo sargento, impartiendo órdenes y dirigiendo a diestra y siniestra. Siempre con ese rostro endurecido, casi amargo, mirando desde arriba, como si fuera por la vida montada en una escalera que no se despegaba de sus pies… Ese día la vio feliz… después de los nervios iniciales, después de las náuseas y mareos… café con leche mediante, la vio feliz… Además, en un mismo acto, se reencontró con su padre y le contó que iba a ser abuelo. Juana llegó a sentir incluso, que en ese encuentro estaba un poco de más, como que le pertenecía un poco más a Valeria…

Hubo un abrazo final. Hubo un intercambio de números de teléfono. Se deslizó la posibilidad de un viaje… y hubo una lágrima de emoción y de alivio al marcharse caminando por la misma avenida que las había guiado al encuentro.

Parecía que hacía un año que había estado enferma...

Sebastián se había molestado y era un poco entendible. Cómo no pudo llamarlo antes; cómo… si lo llamaba, era capaz de vomitarle todo por teléfono… no daba. Mejor que no lo llamó, mejor que dejó pasar unos días. Mejor. Así pudo controlar, esas ganas irreversibles de gritar todo lo que había callado por años… no daba. No iba a entender nada y mucho menos iba a querer verla para que le devolviera la billetera. Al final la billetera sirvió de excusa. Menos mal que había dejado pasar unos días para hablarle, menos mal… así había logrado bajar un poco… desacelerarse… pensar… Mejor que habló recién después de la sesión con el psicólogo por otra parte, de lo contrario, no hubiese tenido tan en claro qué era lo que le había estado pasando por esos días… ayyyy sanpsicólogo… qué haría sin él a veces…?

Mejor que estuvo más tranquila. Así logró acordar un nuevo encuentro, esperando quizás esta vez no caer en cama… a no ser que fuera por un empujón corporal de Sebastián. Así no estaría tan mal…

Parecía que hacía un año que había estado enferma...

Susi después de todo la había ayudado… un poco pesada el martes quizás, invadiendo el departamento… pero en la charla del club la había ayudado… había logrado devolverle el buen humor, la serenidad… le había dado algo de paz a esos pensamientos revolucionados. Necesitaba un poco de mimo. Solo eso.

Lo mejor había sido, sin embargo, poder verla cocinar, poder verla disfrutar de eso que tanto amaba hacer. Las voces del club, las sonrisas. La tele siempre encendida. El pan de baguette más fresco del mundo… ¿cómo lograban tenerlo siempre tan fresco? Y esos sándwiches que no le ganaban a nada en el planeta, acompañados siempre por un vaso de coca-cola Light… si daba, a veces por un fernet… las palabras y el jamón y queso hicieron milagros ese día en Juana… la ayudaron a repensar y repensar(se)…

Parecía que hacía un año que había estado enferma…

lunes, 2 de julio de 2012

Objeto fetiche...?

Metió la mano en la cartera para buscar los cigarrillos, y sin escuchar el reto de Federico -que le decía que no podía fumar, porque había estado enferma-… sacó una billetera.
-          ¿Y eso?
-          Tu billetera jaja
-          ¿Cómo?
-          Dejalo ahí… yo me entiendo.
-          Noo señorita… me cuenta ya!
-          Es la billetera de Sebastián, Fede…
-          ¿Y qué hacés con la billetera de Sebastián?
-          Se la dejó olvidada el otro día en casa.
-          ¿Pero le avisaste?
-          Sabés que con todas las corridas, no… no le avisé nada…
-          Pero cómo? ¿Desde el lunes no se hablaron más?
-          Ajá…
-          Ah mirá vos… así tan tranquila lo dice.
-          ¿Y qué querés? ¿Qué me haga un harakiri?
-          Pero por qué no hablaron!! Si te fue a cuidar hasta tu casa, no entiendo cómo no hablaron más…
-          …es que quedé en que lo llamaba para decirle como estaba…
-          …y???...
-          …Yyy no lo llamé.
-          ¡Cómo que no lo llamaste! ¿Por qué no lo llamaste?
-          No sé… no sé!! Es que de repente el otro día me sentí un poco ahogada… se instaló en mi casa, se puso mi delantal, preparó el desayuno… se puso mi delantal, entendés?
-          Vos sos consciente de que hay un 99.7% de las mujeres solteras –y de varias casadas también- que sueñan con un momento como ese, no?
-          Bueno, bueno… sí lo sé… pero a mí me sobrepasó la situación, tenía ganas de empujarlo hasta la puerta de abajo. Pobre…
-          ¿Y qué vas a hacer?
-          No sé! Ni idea…
-          Pero tenés que devolverle la billetera mujer… la debe estar buscando por todas partes.
-          Bueno, parece que no tanto tampoco… ni pensó que se la podía haber olvidado en mi casa… se ve que tiene muchos lugares para dejarla olvidada.
-          Eso es un pensamiento típico de mina… dejate de hinchar.
-          Ok…ok… puede ser… ¿vos decís que le avise?
-          Por supuesto. Sin dudarlo. Es lo mínimo que se merece ese bombón…
-          Bueno, ok. Pero no lo elogies tanto, que vos no sabés todo lo que yo sufrí por él. Que te lo haya contado no significa ni por asomo que puedas imaginarte lo mal que estuve…
-          Sabés qué mi amor… si vos querés tener algo con él… algo, alguito… aunque sea lo mínimo… vas a tener que empezar por perdonarlo. Vas a tener que empezar por dejar eso atrás. Borrón y cuenta nueva…
-          …puede ser, pero para eso tengo que hablarlo con él. Fede, yo te adoro, pero por más que lo hable con vos, con las chicas, hasta con el psicólogo te digo… necesito decírselo a él…
-          Y bueno… mejor ahora que nunca, no? No sigas dejando pasar el tiempo. Esas heridas, muy por el contrario de lo que la gente dice, no cicatrizan… se hacen más profundas.
-          Tenés razón… voy a llamarlo. ¿Tenés tu celu?
-          ¿Y mi celu para qué?
-          Estoy sin crédito.
-          Ah no, mi amor, no… te acompaño hasta el kiosco y pagás la recarga virtual y va a ser tu número el que aparezca en la pantallita del susodicho…
-          Buee-nooo… vamos entonces, qué hacés que seguís ahí sentado???  
-          Dale, dale vamos... así entregás esa billetera... no quiero que se convierta en tu objeto fetiche!
-         Qué?! Ayyy Fedeee, a veces decís cada locura...!