martes, 29 de enero de 2013

Muy lunes


Que una hormiga bebé levantara un elefante con una patita hubiese sido más sencillo que levantar a Juana de su cama ese día.  

El despertador sonó tres veces seguidas y luego cayó al piso ante el primer manotazo que le dio, todavía dormida. Así como estaba fue al baño, se sacó la remera que hacía las veces de camisón y se metió debajo de la ducha casi hirviendo… ¡ouch! Reguló un poco con agua fría y volvió a hacer el intento. mmmmm… ahora sí.

La ducha demoró más de lo habitual, tratando de que las gotas de agua fueran despertando las partes dormidas de su cuerpo. El cuello… los hombros… la espalda… las piernas… los pies… los ojos…sobre todo los ojos…

Poco a poco, fue recuperando movilidad y agilidad y pronto estuvo completamente despabilada. De todas formas, era lunes… y no un lunes cualquiera. Un lunes después de haberse bancado el desplante más grande de los últimos cien años. Un lunes después de haber sido alisada por una aplanadora con nombre desconocido pero con voz de mujer.

El lunes de por sí tiene gusto feo, como amargo, pero con lo que a ella le había pasado,  tenía definitivamente peor sabor… como rancio, pasado… horrible…

 Yo no aprendo más.

Se cambió y se tomó unos seis mates; siete a lo sumo. Salió disparando para irse a tomar el colectivo, ya que la diligencia de despertarse le llevó más tiempo del que disponía para ese menester.

Ya en el colectivo, por supuesto, su cabeza empezó a pensar el por qué…

¿Por qué me habré enganchado nuevamente con él?

¿Me habré desenganchado seriamente alguna vez?

¿Será una compañera de laburo?... ¿Pero me va a buscar a mí si le interesaba una compañera de laburo…? Muy boludo… ¿O será nueva?...

Había más preguntas en la cabeza de Juana que gente en el colectivo.

El viaje se le hizo cortísimo y pronto se bajó para encarar el subte. Un calor asfixiante la abrazó al bajar los primeros escalones… y eso que seguía nublado. Era esa mezcla de aire caluroso y humedad no apta para gente de baja presión. Antes de pasar el molinete, se compró un agua mineral chica.

El asiento la hizo sentir abrazada por un oso peludo, que inmediatamente le provocó una picazón incesante, ya que llevaba puesta una pollera floreada que no alcanzaba las rodillas.

¿Esto es pana? -Se preguntó.

Sí, las preguntas triviales podían colarse entre las preguntas por los por qué y los por qué no que se hacía Juana.  

Las cuadras que caminó para alcanzar su destino laboral, sirvieron de previa necesaria para contemplar todo y no contemplar nada. El sol reflejado en los vidrios de los edificios, los árboles inmóviles, la gente caminando apurada, esquivando semáforos en rojo y a otros seres humanos en una carrera ciertamente alocada…

Y Juana… allí iba Juana… llegando tarde una vez más… aunque fuera lo que menos le gustara en la vida. Últimamente, no estaba cumpliendo con una de sus pequeñas obsesiones cotidianas: la puntualidad.

Quizás… llegué tarde a más de una cosa en mi vida…

Cuando entró, hizo la rutina habitual del saludo y le dedicó una mirada especial a Fede.

No preguntes. Es muy lunes.

Fede hizo un gesto con la cara y otro con las manos y no preguntó. Nada. Sabía que el “muy lunes” era una fachada para esconder otra cosa. Se mordió los codos por saber qué le había pasado a la princesa; no tenía la luz de siempre, aunque no la notó nerviosa tampoco.

Gracias a dios… o a alguna cuenta importante que Juana desconocía, Anselmi estaba de viaje en Estados Unidos… atendiendo negocios o… atendiendo a su nueva chica de turno. Qué más daba. Lo bueno es que Anselmi no estaba y eso significaba jornadas laborales más relajadas…

Cuando llegó la hora del almuerzo, Juana inventó un malestar estomacal inexistente. Federico se quiso quedar con ella, pero ella insistió en que fuera con los otros chicos de la oficina, que iban todos juntos a comer a Mc Donald´s… vayan, vayan ustedes que si yo como una hamburguesa, me voy por el inodoro…

Fede se hizo el que creía la mala excusa de Juana para no formar parte de la salida. Quería quedarse sola… o lo más sola posible.

Ella estaba mirando páginas de noticias varias, sin leer y sin prestar atención, cuando su celular vibró al lado de su brazo. Sin que su mano abandonara el mouse, sus ojos se clavaron en la pantalla… ¿era quien ella estaba creyendo que era? Si no atendía en la próxima milésima de segundo, podía llegar a arrepentirse y mucho… si atendía, su orgullo se partía como una copa de cristal que fue arrojada desde un décimo piso contra el suelo…

-          Hola…

-          Juana…

-          Sebastián, qué hacés, todo bien?

La copa de cristal, un poroto. Ahora más bien era vidrio molido para la construcción….

-          Juana, mirá, te llamo porque me gustaría que hablemos.

-          Ah, pero qué estamos haciendo?

-          Quiero hablar bien con vos. Lo del otro día no estuvo bueno, ni para vos ni para mí.

A ella se le entrecortó lo que tenía para decir en la garganta… dejó pasar unos segundos y respiró hondo…

-          Mirá Sebas, todo bien. No quiero hacerte perder el tiempo y tampoco quiero perderlo yo. La verdad es que nosotros no teníamos nada y no tenés por qué darme explica…

-          Podés dejarme hablar un minuto a mí? Quiero verte, puede ser?

-          Para qué??

-          Sos tan orgullosa…

-          Ah, perdón, perdón… encima el señor quiere que yo le ponga una alfombra roja… caballero…

-          Disculpame Juana, pero estás siendo muy injusta.

-          ¿Injusta? se exaltó Juana en su silla de la oficina.

-          Sí… injusta… vos qué pretendías? Que me quedara esperándote toda la vida?… que fuera tu felpudo para cuando vos quisieras… pasar un rato, divertirte y después si te decidías que no me querías dar más bola me frizabas… y así más de una vez… quién te pensás que soy yo acaso? Y no me vengas con todo ese rollo de que te cagué cuando teníamos cinco años porque ya estoy cansado…

-          No teníamos cinco…

-          Cinco, veinticinco… qué importa. Yo ahora soy otro… soy un hombre… y necesito a una mujer a mi lado…

-          Sí… se nota…

-          Sos tonta cuando querés eh… te necesito a vos Juana… pero parece que vos no te enteraste en todo este tiempo… parece que no querés ver o sentir o vivir… y yo no quiero perder el tiempo…

-         

-          Así que bueno, si no querés, no nos juntemos a charlar… pero quiero que te quede clara una cosa… esta vez, no fui yo el que no se la jugó… está claro?

-          ….

-          Chau Juana…

-          Pará… pará…

-          ¿Qué?

-          Encontrémosnos.

-         

-          De verdad, encontrémosnos…

-          Bueno, ok…

-          Ok…

-          ¿Te paso a buscar por tu laburo?

-          Dale…

 
Moraleja: los lunes amargos, incluso rancios, pueden cambiar... y se pueden poner muy picantes…

miércoles, 2 de enero de 2013

Abatida


Cuando despertó esa mañana de domingo no era la misma Juana del día anterior. La lección que alguien había dispuesto que ella aprendiera, en lugar de animarla a ir por más, la había dejado sin ánimo.

Decidió saltearse el almuerzo;  se hizo un té, como para tomar algo. Avizoraba un domingo triste y eso la ponía aún peor… qué estúpida había sido por creer nuevamente en Sebastián, al fin de cuentas, a la primera de cambio había elegido estar con otra mujer… qué estúpida… y esa frase funcionaba como látigo en manos de un verdugo mental.

Un día gris la estaba acompañando, tanto afuera como adentro. Afuera, ni los pájaros cantaban, parecían haber huido a un lugar más seguro, sin tanta lluvia. Adentro, ella estaba como esos pajaritos… volada por algún lado que vaya uno a saber cuál era.

Juana empezó a pensar que ese tenía que ser su destino de domingo, cuando sonó su celular. Quizás, alguien en este mundo se había acordado de ella.

-          Hola...
-          Hola… qué vocecita… qué anda pasando??
-          Uff…
-          Mmm… me perdí de algo me parece.
-          Ay…

Juana sólo podía articular onomatopeyas… le dolía tanto el pecho a causa del cúmulo de angustia, que si emitía más de una palabra entera, se iba a largar a llorar.

-          Amiga, te llamaba para ver si querías hacer algo, juntarnos a tomar unos mates, pero ahora que te siento así, si querés voy para allá…
-          Ajá…
-          Bueno, voy eh… esperame.
-          Dale…

Juana ahogó instintivamente sus lágrimas, reservándolas para que alguien más las secara… o las comprendiera. Ya estaba cansada de llorar sola.

Mientras esperaba la llegada de Julieta, intentó buscar alternativas de distracción. La tele sólo presentaba malas películas de domingo, que ahondaban aún más la sensación de amargura. Estas películas deberían sacarlas de circulación, son perjudiciales para la salud- pensó.

Diario no tenía, revistas menos. La computadora, luego de revisar los mails –la mayoría de los cuales resultaron publicidades de descuentos y promociones- también terminó por aburrirla.

Cuando ya había agotado todos los recursos disponibles, Julieta tocó el portero.

-          Subí gorda…- Gracias a Dios que llegó.
 
Esos escasos segundos que Julieta demoró en subir, para Juana fueron eternos, interminables… conteniendo ese maremoto de emociones en el centro de su cuerpo, no daba más.

Al abrir la puerta, sin mediar palabras, Julieta la tomó entre sus brazos en el más cálido abrazo que haya brindado alguna vez…

-          Juanita…

Las lágrimas comenzaron a salir disparadas de los ojos de Juana como balas perdidas, mojando todo lo que estaba a su alrededor. El hombro de Julieta, su propia ropa y el papel de rollo que su amiga le alcanzó.

Cuando Juana recuperó un poco la calma, y dejó de empapar todo en su camino, Julieta quiso saber qué había pasado… no entendía nada…

Tras narrarle lo acontecido con pelos y señales, Julieta no dudó en aconsejarle:

-          A ver Juanita… te entiendo eh… te entiendo… pero lo que menos tenés  que hacer ahora es echarte culpa de nada… me explico? Vos te la jugaste…
-          Sí, tarde…
-          Pero bueno… te la jugaste… y si te salió mal, no importa, lo importante es que te la jugaste…

Juana hablaba y no podía creer lo mal que se sentía. No pensó en una primera instancia que ese desplante de Sebastián podía causarle tanto dolor. Llegaron sabiamente a la conclusión de que ella estaba más enganchada de lo que pensaba –y había asumido- con él.

Luego de hora y media de charla circular, Julieta dijo basta.

-          Nena, nos vamos!
-          A dónde? Ni borracha salgo…
-          Sí, sí, nos vamos… vamos al shopping, al cine, salgamos. Si nos quedamos diez minutos más acá, nos vamos a asfixiar.
-          Ayy pero Juli… ni ganas de salir.
-          Mirá, ya sé que no querés salir, pero no te estoy preguntando, te estoy obligando. Vamos, te ayudo a elegir algo que ponerte. Salimos, está fuera de discusión.

De jeans y con piloto, Juana abandonó su departamento para compartir lo que quedaba de la tarde con su amiga. Salvadora indiscutida, Julieta había tenido razón: diez minutos más allí y terminarían sin aire. La salida, en cambio, le permitió a Juana respirar profundo, ver gente pasar, comer algo rico y hasta animarse a una película. Por supuesto, las de romance estuvieron prohibidas…