Cuando llegó a su casa, lo primero que hizo fue sacarse los zapatos, la pollera y la camisa. Inmediatamente puso toda la ropa a lavar, ya que los nervios le habían jugado una mala pasada y el desodorante no había logrado protegerla del todo.
Se hizo un rodete con lo rulos y
se tiró en el sillón para ver la tele con un vaso grande de H2O.
Suspiró, y el suspiro dijo sin
hablar “Extraño a Sebastián”.
Todavía no había recibido una
respuesta a su mensaje, pero decidió dejarlo actuar.
Los párpados empezaron a
pesarle y antes de que pudiera advertirlo, se quedó dormida, toda despatarrada en
el sillón.
-
Hola señorita.
Un ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh de frío y placer recorrió su cuerpo de una
vez.
-
Te llamé a tu celular pero está apagado.
-
¿Apagado? A ver…
Juana empezó a buscar su teléfono en la
cartera, mientras sostenía con el hombro el inalámbrico y revolviendo y
revolviendo dio con el aparato…
-
Tenés razón, está apagado.
-
Te extraño… - se dijeron mutuamente como poniéndose de
acuerdo para decirlo a la par, con el mismo tono y la mismas ganas.
-
Chicle!- dijo
Juana.
-
Chicle? Jaja qué es eso?- preguntó Sebasitán desconcertado.
-
Chicle… eso dice la hija de una compañera de trabajo
cuando alguien repite al mismo tiempo que ella alguna palabra, como nosotros
recién.
-
Estamos coordinados.
-
Sí… Cualquier cosa
que Sebastián dijera en ese momento, a ella le iba a parecer absolutamente
perfecto.
-
Cómo estás?
-
Muy bien! Te conté que hoy tenía una entrevista de
trabajo…?
-
No, no me habías contado nada. En dónde? Te querés ir de
Anselmi?
-
Mmm… no sé si me quería ir, esto surgió de la nada, pero
bienvenido sea.
-
Obvio. Y de qué se trata?
Juana y Sebasitán se quedaron
charlando esa tarde como si nunca se hubiesen separado. Como si no
hubiesen habido engaños, discusiones y diferencias entre ellos durante todos
esos años. Como si sólo se hubiese tratado de una mala noche… y al despertar,
todos amigos de nuevo. Charlaron durante tres horas y media sin parar... Y si
por Juana hubiese sido, lo hubieran seguido haciendo por tres horas más.
Cortaron, Juana se armó un
sandwichito de jamón y queso fresco, se sirvió otro vaso de H2O, y después del
breve refrigerio, no dudó ni por un instante su destino inmediato.
Se durmió casi sonriendo y
repitiendo en voz baja… chicle… chicle.