-
Algo te cayó mal…
-
No comí nada eh… sólo
tomé una coca…
-
Sí, lo sé, me contaste
recién. Me refería a otra cosa.
-
¿Qué? ¿Vos decís algo
de lo que hablé con Sebastián?
-
Sí…
-
Puede ser…
Juana hablaba con su psicólogo del
encuentro que había tenido con Sebastián. Ya le había contado el inicio, el
nudo y ella sentía que había empezado el desenlace… pero el psicólogo no quería
que avanzara tan rápido en el relato. Había detalles en los que detenerse. Y no
los detalles que Juana quería sobresaltar conscientemente… la canción que le había llamado la atención; el colectivo de camino al bar; los arabescos rojos… no. El
psicólogo quería hacer hincapié en esos puntos que Juana había volcado en algún
lado de su discurso, pero que no los tenía tan claros en su cabeza.
-
Igual, no identifico
bien qué me pudo haber molestado. Algo seguro me molestó, no te voy a mentir…
algo no me gustó… Ah! Naaa casi me olvido!!!
-
Qué?
-
Tuve un sueño…
Juana escuchó como el psicólogo
acomodó el block de notas que siempre llevaba sobre sus piernas y alistó la
lapicera. Es más, hasta le dio unos segundos para que él hiciera esos
movimientos tranquilo. No fue una pausa inocente. Fue planificada.
-
Te escucho.
-
Un sueño de lo más
raro!
-
Adelante…
-
Bueno, yo estaba
jugando a un juego que ni me acuerdo cómo se llama… a ver si vos te acordás!?
Ese en el que te tapaban los ojos… te acordás?
-
No sé de cuál estás
hablando, contame un poco más.
-
Ese que te tapaban los
ojos y te giraban… la puta madre che cómo era..??? siiiiii Gallito Ciego…! No
me salía por favor! Te acordás del gallito ciego?
-
Cómo era?
-
Bueno, yo te cuento el
sueño, no sé si es así. Yo estaba con los ojos tapados, con una venda en los
ojos digamos, como una tela negra y me giraban y giraban y giraban para
marearme y después me empujaban de atrás como para que empezara a buscar a
tientas…
-
Estabas sola?
-
No, había más gente…
pero no vi quiénes eran.
-
¿Y qué te parece el
sueño?
-
Un cuelgue total…
-
Ok, pero además?
-
No sé! Me pareció
raro, lo único que se me cruzó fue la sensación de mareo…
-
Qué pensaste en relación a eso?
-
Que así me sentí en el
colectivo ayer cuando volví de verlo a Sebastián…
-
Ajá…
-
Esa misma sensación de
mareo, como de estar dando vueltas, medio descompuesta incluso…
-
Bien. Y la venda en
los ojos?
-
No sé… es fuerte esa
imagen, no? Más ahora como lo dijiste: “venda en los ojos”. Qué? Hay algo que
no quiero ver?
-
Eso lo dijiste vos.
-
Qué?
-
Lo de la venda en los
ojos.
-
Yo dije eso?
-
Sí.
-
Venda en los ojos…
bueno, evidentemente hay algo que no quiero ver.
-
Qué te parece que es?
-
No sé si es que no
quiero ver… me siento como un poco a tientas con Sebastián… ahora por lo menos…
si me preguntabas cinco meses atrás no…
-
Y qué cambió?
-
Y… qué piola! Que hace
cinco meses él estaba un poco más atrás mío… como pendiente… y ahora…
-
Y ahora?
-
Y ahora nada… está,
pero distinto… no me gustó lo de la chica que habló del otro lado del teléfono
y cuando charlamos no me terminó de explicar bien. Pero no es que no le
pregunté eh… no… no me lo quiso contestar bien, y bueno listo… tampoco lo voy a
obligar a hablar… pero me quedó como trabado el tema.
-
Estás celosa.
-
Obvio. Pero bueno, me
la tengo que bancar. Lo que pasa es que en
un punto siento que no es Sebastián. Con estas cosas no…
-
No es Sebastián. ¿Y
cómo es tu hombre ideal?
-
Mi hombre ideal? Ayyy qué pregunta…
mi hombre ideal es… qué sé yo… familiero… sociable… que sepa lo que le gusta…
que ame lo que hace… digo, su laburo, su profesión… que me haga reír… que me
cuide o contenga… eso, básicamente.
-
Ajá... qué parecido a
Sebastián, no?
-
…
-
Bien, por hoy, dejamos acá.