miércoles, 7 de agosto de 2013

A guardar, a guardar...


Eran las 4 de la madrugada cuando el teléfono celular de Juana comenzó a chillar desde el comedor.

Entre dormida y alterada lo primero que pensó fue “no me digas que ya es la hora...”.
 
No era la hora, al menos la hora de despertarse, pero el teléfono seguía insistente esperando a ser atendido por alguien. Ese alguien era Juana, que arrastrando los pies cual zombi y refregándose los ojos, fue desplazándose lentamente. Camino al comedor, pispeó el reloj y advirtió la hora que era. El dato la inquietó un poco. ¿4 de la mañana? ¿qué pasó? Los últimos pasos fueron más apresurados que los anteriores, hasta que finalmente logró alcanzarlo.
 
Un “holaa” un tanto frenético salió de la boca pastosa de Juana.

-          Hola mami, soy yo, mamá…

-          Má… pasó algo?

-          No-no, bueno sí pasó, pero no te preocupes.

-          Qué pasó?

-          Valeria tuvo una pérdida… pero está bien ahora.

-          ¿Tuvo una pérdida? ¿Cuándo? ¿Ahora?

-          Nooo hace unas dos horas, fueron a la guardia con Fernando y cuando volvían me llamó…

-          ¿Pero está bien el bebé?

-          Sí sí el bebé está bien, y ella también, pero bueno te quería avisar…

 Juana empezó a contar regresivamente desde 100.

-     Má… pero son las cuatro de la mañana, no? Si estaba bien, podías esperar hasta mañana para contarme…

-    Bueno che! Quién te entiende al final? Si te cuento por que te cuento, si no te cuento porque no te cuento…

A esa hora, con el nivel de ansiedad que le había provocado la llamada, con el nivel de bronca que había acumulado en tan escasos minutos, Juana prefirió no agregarle más pimienta a su madrugada…

-          Tranqui má… gracias por llamarme para avisarme.

-          Ah… y te quería decir que yo voy a estar viajando para Córdoba, así la acompaño a tu hermanita…

¿Nita?- pensó Juana.
 
-          Ok má…
 
Juana se guardó el “nita”.

-          Vos venís, no?

¿A dóndeeee?

Juana se guardó el irónico "a dóndeeee".

-          ¿A Córdoba?

-          A Córdoba mi amor, a dónde va a ser?

-          Má, vos sabés que yo laburo, no?

Y que ahora son las 4 de la mañana, no?

-          Sí sí… te pedís unos días. Pueden ser dos días nomás.

 Me está jodiendo… esta es una cámara oculta y en cualquier momento sale Marley de atrás de la cortina para decirme que en realidad me gané un cero kilómetro... (sí, pensó todo eso…)

-          Má, me encantaría la verdad, pero no puedo. No me dan días para ir a visitar a mi hermana- Juana enfatizó la última parte de la oración.

-          Pero explicales que tuvo una pérdida.

-          Si les explico eso la que va a tener una pérdida voy a ser yo má, pero de laburo…

-          La verdad, me parece que tu hermana te necesita.

Son las fucking 4 de la mañana… vah! 4 y cuarto de la mañana… lo podemos discutir cuando tenga más aire en el cerebro?!?!?

Juana se guardó esto último también.
 
-          Má, insisto, no sé si me van a dar los días… pero mañana consulto, dale?

-          Ayyy gracias mi amor, si no te los dan son unos insensibles bárbaros, falta de humanidad.

-          Si, totalmente.

-          Bueno mi amor, te dejo dormir. Besos.

-          Besos má…

 Juana dejó el teléfono en mute. Volvió a la pieza arrastrando los pies y se desplomó en la cama.

¡Mierda! Gritó para sus adentros.

Eso también se lo guardó.

 

 

miércoles, 1 de mayo de 2013

Chicle!


Cuando llegó a su casa, lo primero que hizo fue sacarse los zapatos, la pollera y la camisa. Inmediatamente puso toda la ropa a lavar, ya que los nervios le habían jugado una mala pasada y el desodorante no había logrado protegerla del todo.

Se hizo un rodete con lo rulos y se tiró en el sillón para ver la tele con un vaso grande de H2O.

Suspiró, y el suspiro dijo sin hablar “Extraño a Sebastián”.

Todavía no había recibido una respuesta a su mensaje, pero decidió dejarlo actuar.
 
Los párpados empezaron a pesarle y antes de que pudiera advertirlo, se quedó dormida, toda despatarrada en el sillón.  

Allá a lo lejos escuchó un ringggg, ringggg… ringgg, ringggg… cuando se dio cuenta de que no estaba soñando y que el teléfono sonaba realmente, se levantó como un resorte de un salto y lo fue a buscar. Llegó justito, antes de que cortaran.
 
      -          Hola!

-          Hola señorita.

Un ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh de frío y placer recorrió su cuerpo de una vez.

      -          Te llamé a tu celular pero está apagado.

-          ¿Apagado? A ver…

Juana empezó a buscar su teléfono en la cartera, mientras sostenía con el hombro el inalámbrico y revolviendo y revolviendo dio con el aparato…

-          Tenés razón, está apagado.

-          Te extraño… - se dijeron mutuamente como poniéndose de acuerdo para decirlo a la par, con el mismo tono y la mismas ganas.

-          Chicle!- dijo Juana.

-          Chicle? Jaja qué es eso?- preguntó Sebasitán desconcertado.

-          Chicle… eso dice la hija de una compañera de trabajo cuando alguien repite al mismo tiempo que ella alguna palabra, como nosotros recién.

-          Estamos coordinados.

-          Sí… Cualquier cosa que Sebastián dijera en ese momento, a ella le iba a parecer absolutamente perfecto.

-          Cómo estás?

-          Muy bien! Te conté que hoy tenía una entrevista de trabajo…?

-          No, no me habías contado nada. En dónde? Te querés ir de Anselmi?

-          Mmm… no sé si me quería ir, esto surgió de la nada, pero bienvenido sea.

-          Obvio. Y de qué se trata?

Juana y Sebasitán se quedaron charlando esa tarde como si nunca se hubiesen separado. Como si no hubiesen habido engaños, discusiones y diferencias entre ellos durante todos esos años. Como si sólo se hubiese tratado de una mala noche… y al despertar, todos amigos de nuevo. Charlaron durante tres horas y media sin parar... Y si por Juana hubiese sido, lo hubieran seguido haciendo por tres horas más.

Cortaron, Juana se armó un sandwichito de jamón y queso fresco, se sirvió otro vaso de H2O, y después del breve refrigerio, no dudó ni por un instante su destino inmediato.
 
Se durmió casi sonriendo y repitiendo en voz baja… chicle… chicle.

 

 

miércoles, 3 de abril de 2013

Bendito tú eres


Arrancar el día con una entrevista por delante, no era la forma más serena de hacerlo. Encima la noche había transcurrido entre vueltas y levantadas al baño.
 
Juana ya había avisado en el trabajo que entraba más tarde, porque se tenía que hacer unos estudios de rutina. Federico sabía que tenía la entrevista de trabajo que ella tanto había estado esperando. Menos mal que las cosas con Sebasitán estaban un poco mejor, porque de lo contrario, se le iba a notar la tristeza por todas partes.
 
Cuando llegó, el lugar le pareció hermoso. Esa primera mirada la dejó encantada. Las paredes blancas, el espejado de las oficinas, el olor a limpio. No es que Anselmi y Asoc. fuera una pocilga, pero estaba lejos de parecerse a ese lugar. Hasta la recepcionista parecía ser más linda que las recepiconistas de Anselmi. Juana no estaba siendo objetiva; estaba omnubilada por los detalles y la pulcritud.

Se anunció en recepción y la hicieron esperar allí unos minutos. Eternos e inquietantes minutos. Sentada con la espalda lo más derecha posible, jugaba con el anillo de su mano izquierda poniéndolo y sacándolo repetidas veces. Las manos le transpiraban un poco por lo que, cada dos o tres minutos, se las secaba disimuladamente en la falda color negro que llevaba puesta.

Cada persona que se acercaba, sentía que podía ser la persona que la iba a entrevistar, por lo cual se preparaba como para pararse rápidamente y saludar… pero no, las personas seguían de largo o saludaban a la recepcionista y se quedaban charlando, por lo cual ella se daba cuenta que tenía que seguir esperando.

Así fue que, cuando menos lo esperaba, finalmente la persona apareció. Era una mujer, de unos treinta y pico o cuarenta años aproximadamente. Juana sintió empatía casi instantáneamente. Subieron juntas a su oficina.

Casi cuarenta minutos más tarde, Juana llamó a Federico.

-          Hola, cómo va? Disimulá, decí cualquier cosa vinculada a los estudios Fede…

Entonces Federico, que para la actuación era mandado a hacer, dijo en voz alta: Tomate un café con leche, te sentís un poco mareada porque te sacaron sangre y estás con más de doce horas de ayuno, andá y comé algo con mucha azúcar dale… te esperamos acá en la ofi, cuando te sientas mejor.

-          Gracias Fede, sos un genio. Después te cuento bien de la entrevista, pero siento que me fue muy bien!
-          Dale, dale, nos vemos.

Aunque no se había sacado sangre ni había estado en ayunas, antes de ir para la oficina, Juana se fue a un bar y se pidió un café con leche con 3 medialunas, ya que no había podido desayunar del todo bien a causa de los nervios. Estaba contenta, porque la entrevista había sido descontracturada y amena.

Taza en mano, decidió escribirle un mensaje a Sebastián.

Hola Sebas, cómo va? Tengo ganas de verte!

Dudó antes de enviarlo, pero se dijo a sí misma que si no empezaba relajada, todo le iba a costar mucho más… así que optó por relajarse nomás.

No terminó de dejar el celular en la mesa, cuando éste sonó. Ella pensó que era la respuesta de Sebastián, pero no, era Eugenia.

Es varón amigas!!!! Joaquín va a tener a las tías más lindas del mundo!!

Juana sintió una emoción que le llegó hasta los ojos, cubriéndolos de lágrimas que no se permitieron salir, pero que le enturbieron la mirada, impidiéndole teclear con la facilidad con la que lo hacía habitualmente. Tomó un poco de soda y con la emoción en un nivel más bajo, decidió llamar a su amiga, mientras le hizo al mozo la típica señal de la cuenta por favor.

Juana habló con Eugenia desde ese momento hasta que llegó a la oficina, es decir, unas 30 cuadras, es decir, unos 30 minutos o más… Eugenia le contó desde el momento en que se despertó el día anterior, pasando por la ecografía, hasta que se fue a dormir rendida de cansancio y placer…

-          Pero cómo no nos avisaste antes??
-          Sí sí perdón… es que no sabés lo que fue esto! Mis viejos, Fer, los viejos de Fer… un manicomio… pero hoy apenas me desperté dije… les aviso a las chicas.
-          Qué lindo un varón!!! Un varón entre las chicas. Va a ser “bendito tú eres”…
-          Sí, mi amor, se va a tener que bancar todas nuestras conversaciones.
-          Jaja

Juana se vio obligada a cortar la conversación antes de subir al ascensor, porque allí no había muy buena señal y además porque se estaba por quedar sin crédito.

-          Chau gorda, te adoro! Y un beso a Joaquín!
-          Chau Juanita, a ver cuándo nos vemos.
-          Tenemos que arreglar!
-          Chau, un beso, chau.

Juana cortó feliz. Se subió al ascensor y antes de cerrar el celular se fijó si tenía algún mensajito, pero nada. Y bueno… un simple mensaje hubiese significado los cincuenta sentécimos necesarios para llegar al 10, pero no se dio… iba a tener que esperar.

 

 

martes, 26 de marzo de 2013

Gallito ciego


 -         En el colectivo ya me sentía mal… como nauseabunda.

-          Algo te cayó mal…

-          No comí nada eh… sólo tomé una coca…

-          Sí, lo sé, me contaste recién. Me refería a otra cosa.

-          ¿Qué? ¿Vos decís algo de lo que hablé con Sebastián?

-          Sí…

-          Puede ser…

                                         
Juana hablaba con su psicólogo del encuentro que había tenido con Sebastián. Ya le había contado el inicio, el nudo y ella sentía que había empezado el desenlace… pero el psicólogo no quería que avanzara tan rápido en el relato. Había detalles en los que detenerse. Y no los detalles que Juana quería sobresaltar conscientemente… la canción que le había llamado la atención; el colectivo de camino al bar; los arabescos rojos… no. El psicólogo quería hacer hincapié en esos puntos que Juana había volcado en algún lado de su discurso, pero que no los tenía tan claros en su cabeza.

 
-          Igual, no identifico bien qué me pudo haber molestado. Algo seguro me molestó, no te voy a mentir… algo no me gustó… Ah! Naaa casi me olvido!!!

-          Qué?

-          Tuve un sueño…

 
Juana escuchó como el psicólogo acomodó el block de notas que siempre llevaba sobre sus piernas y alistó la lapicera. Es más, hasta le dio unos segundos para que él hiciera esos movimientos tranquilo. No fue una pausa inocente. Fue planificada.

 
-          Te escucho.

-          Un sueño de lo más raro!

-          Adelante…

-          Bueno, yo estaba jugando a un juego que ni me acuerdo cómo se llama… a ver si vos te acordás!? Ese en el que te tapaban los ojos… te acordás?

-          No sé de cuál estás hablando, contame un poco más.

-          Ese que te tapaban los ojos y te giraban… la puta madre che cómo era..??? siiiiii Gallito Ciego…! No me salía por favor! Te acordás del gallito ciego?

-          Cómo era?

-         Bueno, yo te cuento el sueño, no sé si es así. Yo estaba con los ojos tapados, con una venda en los ojos digamos, como una tela negra y me giraban y giraban y giraban para marearme y después me empujaban de atrás como para que empezara a buscar a tientas…

-          Estabas sola?

-          No, había más gente… pero no vi quiénes eran.

-          ¿Y qué te parece el sueño?

-          Un cuelgue total…

-          Ok, pero además?

-          No sé! Me pareció raro, lo único que se me cruzó fue la sensación de mareo…

-          Qué pensaste en relación a eso?

-          Que así me sentí en el colectivo ayer cuando volví de verlo a Sebastián…

-          Ajá…

-          Esa misma sensación de mareo, como de estar dando vueltas, medio descompuesta incluso…

-          Bien. Y la venda en los ojos?

-          No sé… es fuerte esa imagen, no? Más ahora como lo dijiste: “venda en los ojos”. Qué? Hay algo que no quiero ver?

-          Eso lo dijiste vos.

-          Qué?

-          Lo de la venda en los ojos.

-          Yo dije eso?

-          Sí.

-          Venda en los ojos… bueno, evidentemente hay algo que no quiero ver.

-          Qué te parece que es?

-         No sé si es que no quiero ver… me siento como un poco a tientas con Sebastián… ahora por lo menos… si me preguntabas cinco meses atrás no…

-          Y qué cambió?

-          Y… qué piola! Que hace cinco meses él estaba un poco más atrás mío… como pendiente… y ahora…

-          Y ahora?

-          Y ahora nada… está, pero distinto… no me gustó lo de la chica que habló del otro lado del teléfono y cuando charlamos no me terminó de explicar bien. Pero no es que no le pregunté eh… no… no me lo quiso contestar bien, y bueno listo… tampoco lo voy a obligar a hablar… pero me quedó como trabado el tema.

-          Estás celosa.

-          Obvio. Pero bueno, me la tengo que bancar. Lo que pasa es que en un punto siento que no es Sebastián. Con estas cosas no…

-          No es Sebastián. ¿Y cómo es tu hombre ideal?

-          Mi hombre ideal? Ayyy qué pregunta… mi hombre ideal es… qué sé yo… familiero… sociable… que sepa lo que le gusta… que ame lo que hace… digo, su laburo, su profesión… que me haga reír… que me cuide o contenga… eso, básicamente.

-          Ajá... qué parecido a Sebastián, no?

-         

-          Bien, por hoy, dejamos acá.

 

domingo, 17 de marzo de 2013

Vamos viendo...


No había salido todo mal. No había salido tan mal.

La conversación había durado poco en comparación con lo que Juana hubiese querido quedarse charlando, pero Sebastián tenía otro compromiso por la noche imposible de suspender. Algo familiar, sin demasiada explicación ni detalle.

Y ella sabía que a fin de cuentas, había salido ganando. Sebastián quiso verla a pesar de estar enojado, y eso significaba algo. Él la había querido ver igual.

Sin embargo, algo en la garganta de Juana no se destrabó cuando dejó atrás la escena del encuentro y se aventuró de regreso a su departamento.

Es cierto. Se dijeron muchas cosas, no todas lights, no todas edulcoradas. La mayoría fueron bastante directas, sin eufemismos ni retoques retóricos; y tanto de un lado como del otro.

Ella le habló –por fin- de cómo había sufrido cuando cortaron la primera vez. De alguna forma esa tarde pudo largar todo lo que no había podido en los encuentros previos, ni siquiera en el momento mismo de la separación. En algún punto se liberó; en otro, sintió que se lo debía a ella misma. Lo iba a hacer de todas formas, aunque hacerlo significara distanciarse aún más de Sebastián. Pero no. Él se quedó pensativo cuando escuchó sus palabras.

Ella también le explicó que, a partir del momento que el destino quiso reencontralos, la única forma de preservarse ante el dolor había sido mantenerlo hasta ahí. “Hasta ahí, me entendés?”

Ella se disculpó por haberse comportado tan chotamente, a pesar de sentir que podía darse ese lujo… después de lo que había pasado entre ellos años atrás. Pero igual le pidió disculpas. Él se las aceptó.

Él, por su parte, asumió algunas responsabilidades de cuestiones anteriores aunque dijo: “Eso es el pasado  para mí, yo vivo el hoy”.

Él le contó que volvió a elegirla desde aquella noche en San Pedro. Que cuando estuvieron juntos, la había pasado muy bien. Que cuando no la veía, la extrañaba… pero que no podía asegurarle nada. Él también había sufrido.

Y ella quiso saber quién era esa chica. Bien, saber bien… saber todo. Con lujo de detalle.

Él por supuesto sólo le contó lo que quiso y ella tuvo que conformarse.

Él se terminó el segundo café y ella la única coca light que se había pedido. Él pago y tomó sus manos entre sus grandes manos… "¿Y? ¿Qué hacemos Juana?"

Ella sintió que tenía todo para decirle, pero de pronto enmudeció. ¿Miedo? ¿Pánico? ¿Amor? ¿Celos? ¿Todo eso junto?

“Hagamos… y vamos viendo, te parece?”.

Él sonrió y lo aceptó como respuesta. Era un comienzo. Tímido, pero comienzo al fin.

No hubo beso. O sí. Pero rápido, fugaz. Ella se quedó embriagada con su perfume de tinte bien masculino. Él le pidió disculpas por tener que irse “Así, corriendo”. Ella lo entendió y deseó acompañarlo. Entrar y sonreir y ser su novia; sentarse y comentar como su novia; hacer chistes y caer simpática como su novia; irse de la mano y saludar como su novia.

Pero solamente lo acompañó hasta la esquina. Él le ofreció plata para un taxi, ya que no podía acompañarla. Ella lo rechazó; luego, se subió al colectivo.

No había salido todo mal. No. No había salido tan mal. Sin embargo, ella se alejó con un cocktail de mariposas y signos de interrogación en el estómago.  

 

 

lunes, 25 de febrero de 2013

Si...


Juana sentía que sus palpitaciones podían escucharse a cinco cuadras. Tenía el corazón acelerado y la respiración entrecortada. La espera en la parada del colectivo fue la tortura más angustiante de los últimos tiempos, casi equiparable a lo que había vivido el fin de semana… bueno, en realidad, se había tratado de una concatenación de situaciones angustiosas.

Pero, en el fondo del vaso… ahí debajo de la manga… había una chance, había un viso de esperanza: las palabras de Sebastián le habían devuelto algo de tranquilidad, aunque no quisiera admitirlo conscientemente.  

Buscó el celular en la cartera, que se hizo rogar, porque no pudo encontrarlo rápidamente.

Ahí estás…- dijo en voz baja, casi para sus adentros.

Conectó los auriculares, se los colocó prolijamente en sus orejas y empezó a buscar música en su gran selección de temas… algunos bastante viejos, otros recién incorporados…

Y así, sin más, apareció Loli Molina cantando como si fuera su propia voz la que dijera… “si me marié y me enredé es por que no sé mentir… si dije sí y dije no es porque no sé elegir… es que yo siempre llego tarde… siempre me olvido de acordarme… ya sé que te molesta, perdón”…

Oh Dios! Nadie en el mundo hubiese expresado mejor lo que Juana sentía en ese momento… parada con el celular en la mano, con sus brazos en forma de rezo mirando a algún punto fijo sin prestar demasiada atención y haciendo una fuerza importante para no llorar…

Estaba cerca del laburo todavía, no daba que la vieran así… pero su cabeza fue  aflojándose de a poco, y comenzó a verse a ella misma cantando suavemente la canción frente a un Sebastián molesto… ella sensual, desnudándose en piel y alma, acaraiciándolo con una mano, mientras con la otra sostenía el micrófono. Peinada y maquillada al estilo vintage…

Plop!

En los últimos acordes de la canción, llegó el colectivo y la magia se desvaneció así de repente. Además, después de ese tema, empezó a sonar uno de Gilda, que aunque a Juana le encantaba, la sacó de situación completamente.

El colectivo parecía una cafetera a punto de estallar… como cuando éramos chicos y le gritábamos al chofer “chofer, chofer, apure ese motor, que en esta cafetera nos morimos de calor”…

Juana ahora iba tarareando esa canción mientras seguía buscando una mejor en el celular. Tenía por delante unos cuarenta y cinco minutos en los cuales se iba a dedicar –como casi siempre- a observar a su entorno, tanto interno como externo, para evitar caer en las redes de su propia mente. Y, en ese colectivo plagado de seres humanos, iba a tener material para entretenerse… y sí, material… porque para ella el mundo era una especie de observatorio gigante. Curiosa y voyeurista por naturaleza, era de lo que más disfrutaba hacer, sobre todo si estaba atrevasando una situación de nervios…

Para llegar a la puerta del medio, tuvo que hacer una serie de peripecias chinas y logró abalanzarse al timbre por sobre el rodete de una chica, que quedó medio de coté cuando ella lo empujó sin querer…

Perdón…- dijo Juana.

No hay problema – le contestó la chica- y le hizo una mueca de “es entendible, si esto es un infierno”…

Uuuff…

Por fin bajó.

Estaba transpirada y un poco desubicada… tuvo que mirar dos o tres veces antes de decidir para dónde encarar la caminata.

Habían quedado en que Sebastián la pasaría a buscar por el trabajo, pero a último momento lo habían enganchado en una reunión, y el punto de encuentro pasó a ser uno un poco más intermedio, por lo que Juana se bajó para dirigirse al bar que habían establecido.

Faltaban unos metros para llegar y Juana sentía que su corazón palpitaba cada vez más rápido y tenía miedo de que se sientiera el ruido que hacía su garganta al tragar saliva…

Dios…

Se fijó bien y él no estaba, entonces decidió sentarse y pedir una Coca light. Necesitaba sacarse el gusto a pasto que tenía en la boca y de paso le venía bien para bajar un poco la temperatura.

En eso vio a Sebastián a través del vidrio y los arabescos color rojo del bar.

Hacía algunas semanas que no lo veía personalmente y le pareció verlo aún más lindo que en el último encuentro. Sexy…

Quizás ese encuentro sería la última vez que se veían. Quizás no.

Las cartas estaban (casi todas) echadas sobre la mesa. Era solo cuestión de que ese hombre ingresara al bar y se sentara a su mesa… y al estilo Loli Molina ella le pidiera perdón.


martes, 29 de enero de 2013

Muy lunes


Que una hormiga bebé levantara un elefante con una patita hubiese sido más sencillo que levantar a Juana de su cama ese día.  

El despertador sonó tres veces seguidas y luego cayó al piso ante el primer manotazo que le dio, todavía dormida. Así como estaba fue al baño, se sacó la remera que hacía las veces de camisón y se metió debajo de la ducha casi hirviendo… ¡ouch! Reguló un poco con agua fría y volvió a hacer el intento. mmmmm… ahora sí.

La ducha demoró más de lo habitual, tratando de que las gotas de agua fueran despertando las partes dormidas de su cuerpo. El cuello… los hombros… la espalda… las piernas… los pies… los ojos…sobre todo los ojos…

Poco a poco, fue recuperando movilidad y agilidad y pronto estuvo completamente despabilada. De todas formas, era lunes… y no un lunes cualquiera. Un lunes después de haberse bancado el desplante más grande de los últimos cien años. Un lunes después de haber sido alisada por una aplanadora con nombre desconocido pero con voz de mujer.

El lunes de por sí tiene gusto feo, como amargo, pero con lo que a ella le había pasado,  tenía definitivamente peor sabor… como rancio, pasado… horrible…

 Yo no aprendo más.

Se cambió y se tomó unos seis mates; siete a lo sumo. Salió disparando para irse a tomar el colectivo, ya que la diligencia de despertarse le llevó más tiempo del que disponía para ese menester.

Ya en el colectivo, por supuesto, su cabeza empezó a pensar el por qué…

¿Por qué me habré enganchado nuevamente con él?

¿Me habré desenganchado seriamente alguna vez?

¿Será una compañera de laburo?... ¿Pero me va a buscar a mí si le interesaba una compañera de laburo…? Muy boludo… ¿O será nueva?...

Había más preguntas en la cabeza de Juana que gente en el colectivo.

El viaje se le hizo cortísimo y pronto se bajó para encarar el subte. Un calor asfixiante la abrazó al bajar los primeros escalones… y eso que seguía nublado. Era esa mezcla de aire caluroso y humedad no apta para gente de baja presión. Antes de pasar el molinete, se compró un agua mineral chica.

El asiento la hizo sentir abrazada por un oso peludo, que inmediatamente le provocó una picazón incesante, ya que llevaba puesta una pollera floreada que no alcanzaba las rodillas.

¿Esto es pana? -Se preguntó.

Sí, las preguntas triviales podían colarse entre las preguntas por los por qué y los por qué no que se hacía Juana.  

Las cuadras que caminó para alcanzar su destino laboral, sirvieron de previa necesaria para contemplar todo y no contemplar nada. El sol reflejado en los vidrios de los edificios, los árboles inmóviles, la gente caminando apurada, esquivando semáforos en rojo y a otros seres humanos en una carrera ciertamente alocada…

Y Juana… allí iba Juana… llegando tarde una vez más… aunque fuera lo que menos le gustara en la vida. Últimamente, no estaba cumpliendo con una de sus pequeñas obsesiones cotidianas: la puntualidad.

Quizás… llegué tarde a más de una cosa en mi vida…

Cuando entró, hizo la rutina habitual del saludo y le dedicó una mirada especial a Fede.

No preguntes. Es muy lunes.

Fede hizo un gesto con la cara y otro con las manos y no preguntó. Nada. Sabía que el “muy lunes” era una fachada para esconder otra cosa. Se mordió los codos por saber qué le había pasado a la princesa; no tenía la luz de siempre, aunque no la notó nerviosa tampoco.

Gracias a dios… o a alguna cuenta importante que Juana desconocía, Anselmi estaba de viaje en Estados Unidos… atendiendo negocios o… atendiendo a su nueva chica de turno. Qué más daba. Lo bueno es que Anselmi no estaba y eso significaba jornadas laborales más relajadas…

Cuando llegó la hora del almuerzo, Juana inventó un malestar estomacal inexistente. Federico se quiso quedar con ella, pero ella insistió en que fuera con los otros chicos de la oficina, que iban todos juntos a comer a Mc Donald´s… vayan, vayan ustedes que si yo como una hamburguesa, me voy por el inodoro…

Fede se hizo el que creía la mala excusa de Juana para no formar parte de la salida. Quería quedarse sola… o lo más sola posible.

Ella estaba mirando páginas de noticias varias, sin leer y sin prestar atención, cuando su celular vibró al lado de su brazo. Sin que su mano abandonara el mouse, sus ojos se clavaron en la pantalla… ¿era quien ella estaba creyendo que era? Si no atendía en la próxima milésima de segundo, podía llegar a arrepentirse y mucho… si atendía, su orgullo se partía como una copa de cristal que fue arrojada desde un décimo piso contra el suelo…

-          Hola…

-          Juana…

-          Sebastián, qué hacés, todo bien?

La copa de cristal, un poroto. Ahora más bien era vidrio molido para la construcción….

-          Juana, mirá, te llamo porque me gustaría que hablemos.

-          Ah, pero qué estamos haciendo?

-          Quiero hablar bien con vos. Lo del otro día no estuvo bueno, ni para vos ni para mí.

A ella se le entrecortó lo que tenía para decir en la garganta… dejó pasar unos segundos y respiró hondo…

-          Mirá Sebas, todo bien. No quiero hacerte perder el tiempo y tampoco quiero perderlo yo. La verdad es que nosotros no teníamos nada y no tenés por qué darme explica…

-          Podés dejarme hablar un minuto a mí? Quiero verte, puede ser?

-          Para qué??

-          Sos tan orgullosa…

-          Ah, perdón, perdón… encima el señor quiere que yo le ponga una alfombra roja… caballero…

-          Disculpame Juana, pero estás siendo muy injusta.

-          ¿Injusta? se exaltó Juana en su silla de la oficina.

-          Sí… injusta… vos qué pretendías? Que me quedara esperándote toda la vida?… que fuera tu felpudo para cuando vos quisieras… pasar un rato, divertirte y después si te decidías que no me querías dar más bola me frizabas… y así más de una vez… quién te pensás que soy yo acaso? Y no me vengas con todo ese rollo de que te cagué cuando teníamos cinco años porque ya estoy cansado…

-          No teníamos cinco…

-          Cinco, veinticinco… qué importa. Yo ahora soy otro… soy un hombre… y necesito a una mujer a mi lado…

-          Sí… se nota…

-          Sos tonta cuando querés eh… te necesito a vos Juana… pero parece que vos no te enteraste en todo este tiempo… parece que no querés ver o sentir o vivir… y yo no quiero perder el tiempo…

-         

-          Así que bueno, si no querés, no nos juntemos a charlar… pero quiero que te quede clara una cosa… esta vez, no fui yo el que no se la jugó… está claro?

-          ….

-          Chau Juana…

-          Pará… pará…

-          ¿Qué?

-          Encontrémosnos.

-         

-          De verdad, encontrémosnos…

-          Bueno, ok…

-          Ok…

-          ¿Te paso a buscar por tu laburo?

-          Dale…

 
Moraleja: los lunes amargos, incluso rancios, pueden cambiar... y se pueden poner muy picantes…