martes, 28 de diciembre de 2010

Las Tres Mosqueteras

-          ¡Hola Juani! Qué linda estás nena. ¿Esta remerita es nueva?
-          Ayy Juli me la puse como tres veces ya… qué despistada sos. ¿Y Euge?
-          Debe estar por caer.

Estaban en el departamento de Julieta, esperando a que llegara la tercera mosquetera. Juli se repasó el delineado que no se sacaba ni para dormir, mientras que Juana reforzó el brillito.  

Juana, de repente, tuvo un deja vú. Sentía haber vivido esa escena alguna vez anterior. Los momentos previos a una salida. La espera de Euge, que siempre llegaba tarde. Los maquillajes dando vueltas. “Algo raro sucede en el cosmos, cuando una siente que está viviendo un deja vú”, dijo en voz alta y Juli que no sabía de qué le hablaba exhaló un chirrido parecido a un “quéeeeee?????”

Estaba sonando Aventura en la radio (sí, ese mismo Aventura que cuando sonaba tiempo atrás y ella no lo conocía, le parecía grasa… pero ahora estaba de moda y lo escuchaba sin mayores cuestionamientos), cuando tocaron el timbre.

-          Euyiii??? ¡¡Ya bajamos gorda!!, exclamó Juli.

Bajaron y partieron hacia la fiesta.   

El viaje en taxi. Siempre fueron especiales los viajes en taxi de las chicas. Hablaban una encima de la otra, una carcajada interrumpía el relato y constantemente le consultaban al tachero qué opinaba de lo que estaban discutiendo, temas tales como: la pareja, el amor, la convivencia, el desamor y los cuernos. Un combo que la mayoría de los taxistas manejaba –vaya una a saber por qué, quizás por las millones de pequeñas y grandes anécdotas acumuladas a lo largo de los años-.

Pero la cuestión se ponía difícil cuando tenían que opinar sobre asuntos como “el patológico de Javier” o sobre el “divino, bombón de dulce de leche de Manuel” (el ex de Juli del cual nunca dejaba de hablar) o de cómo “esa perra lo buscaba sin parar, ¿se dieron cuenta…?... señor, ¿usted qué opina?”

Se bajaron aceleradas, como si tuviesen cinco años menos de los que acusaban sus documentos. Se reían a carcajadas y sólo habían tomado un Fernet. Juana dedicó los minutos previos a entrar, para pensar en por qué a los hombres les gusta tanto que las mujeres tomen Fernet. Como si el Fernet fuera una bebida únicamente masculina.

Entraron y no se veía nada. Claramente no se vía nada. Era lo único claro que tenía Juana en mucho tiempo: que no se veía nada. El humo le impedía ver a más de un metro de distancia. “Ya no estoy para estas cosas”, pensó y se acomodó desde abajo el push up.

Entre el medio del humo y los brazos en alto, visualizó a Javier. El típico Homos Erectus argentino. Un desgraciado con doctorado. Un vago con licencia de vago. Esto ya lo habían analizado y re contra analizado en horas eternas de análisis sin experiencia, pero con mucha onda entre amigas… pero Euge seguía enamorada de él.

Era un ejemplar común entre los Erectus. A continuación, la descripción:

-          Salía sin parar con sus amigos. Era como una patología hiperdesarrollada contra la cual no había cura. Simplemente no podía dejar de salir con sus amigos. La enfermedad se agudizaba llegando al fin de semana. Noche tras noche, la cita era impostergable. Nada suspendía el encuentro: ni lluvia, ni nieve, ni siquiera el granizo.
-          Era desprolijo en su imagen personal. Usaba una remera vieja que tenía unas 10.500 posturas fácilmente. Pero era la remera “ganadora” como la llamaba él.
-          Era un mentiroso compulsivo. Elegía, cada vez, una excusa peor para decir, al momento de explicarle por qué no la había llamado. “Justo me cortaron el teléfono, no sé, se ve que no pagué la factura, vos sabés que no estoy en los detalles cotidianos…”, “es que a mi vieja le agarró una descompostura terrible, pobre, la fui a cuidar”“mi hermano me dijo de ir a un asado con sus suegros, no voy nunca y dije: no le puedo fallar”
-          Era canchero, de esos que mastican chicle exageradamente, usan lentes de sol de día y de noche y llevan perfume para matar a una manada de elefantes.
-          Tenía un complejo de chiquito¡seguro! Porque necesitaba todo el tiempo llamar exageradamente la atención. Tan cierto era el tema, que imitaba a Cristian Castro en pleno boliche, con tal de que las chicas rotaran sus cabezas y aplaudieran semejante actuación (que, disculpen, parecía más gay-friendly que de macho latino –certificado por Fede- ).
-          Y lo peor… a pesar de todo lo anterior, era mujeriego.

Una descripción que espantaba a cualquiera. Menos a Euge.

Ahí partieron Juana y Juli para la barra. Se pidieron un Margarita y una Caipirinha. “Tragos de mina” pensó Juana y seguidamente se corrigió “¡qué boluda, después me enojo cuando los tipos me dicen que les gusta que tome Fernet!”

Trago en mano, empezaron a divisar el lugar. Qué actitud más ridícula la de mirar el horizonte, haciendo como que no mirás y más se dan cuenta… de que estás mirando.

- Oeste 45 grados Juani…
- ¿Qué? Hablame en castellano Juli.
- Ayy boluda, que en la esquina de la izquierda hay un pibe que te está mirando.
- ¿En la esquina de la izquierda?
- Sí naba, en-la-es-qui-na-de-la-iz-quier-da, si querés te pongo un cartel de neón: “Aquí chabón mirando... Aquí chabón mirando”…
- Está bien, está bien, ¡si no veo nada!, ¡acá no se ve un carajo! ¡Ay Juli, me parece que se dio cuenta de que lo estábamos mirando!
- ¡Bueno, mejor! Así viene a hablarnos.
- No Juli, pará, no estoy preparada. ¿Qué le digo? Mirá que perdí el training… susurró Juana.
- ¿Pero qué te creés que es esto, la clase de localizada? No hace falta entrenar para hablarle a un tipo. Le hablás y punto.
- Qué piola… vos porque tenés onda, te sale fácil el chamuyo. Yo soy un desastre.
- Ponele actitud Juana. Actitud.

-          Hola chicas…

Galán. Fachero. 100 % facha. Pura facha. Derretimiento total de bombacha, diría Ele. Una cosa de locos. Juana se sintió sexy. Ultra sexy. Esplendorosa. Se agradeció a sí misma el haberse depilado, sobre todo, el cavado. Se agradeció el push up a estrenar que llevaba puesto. Se agradeció la tarde de spa casero que la dejó divina. Todo eso pensó y sintió en tres segundos y medio. Exultante sonrisa salió de su rostro e iluminó el antro simil boliche al que habían caído. Feliz.

Volvió en sí.

-          ¿Vinieron solas?
-          No, nos trajo un tachero, dijo Juli enseguida para romper el hielo.
-          Jajajajajaja (una risa masculina como pocas, gruesa, intensa, sostenida)… ¡qué divertida! ¿Conocen a Javi?
-          Sí sí, nuestra amiga lo conoce, y por efecto de transferencia, nosotras también. Viste como son las relaciones humanas, no?, prosiguió su amiga.

Juana pensó: “¿y cómo son las relaciones humanas?”

-          Tal cual -contestó él-, así son.

Juana volvió a preguntarse: “¿qué me estoy perdiendo?, ¿cómo carajo son las relaciones humanas?”

-          Y vos… ¿de dónde lo conocés a Javi?, preguntó Euge divertida.

Juana se puso nerviosa. “¿¿Javi?? ¿¿Desde cuándo lo llamamos Javi a ese Homos Erectus en decadencia??”

-          Ah bueno, nosotros hacemos rugby juntos en el club. Hace mucho que nos conocemos. Desde chiquitos. Compartimos de todo, tenemos el mismo grupo de amigos y…

Por unos instantes, Juana no escuchó más lo que decía ese chico rugbier sin nombre que estaba a punto de ser su príncipe azul, pero que no dejaba de hablarle a su amiga. Las palabras salían y salían de su boca sin parar y ella estaba como en coma farmacológico hasta que…

-          Y vos, ¿cómo te llamás? ¿O te comieron la lengua los ratones?
-          jajajaj (risa estridente de Juli).
-          jajajjaa (risa masculina, gruesa e intensa del rugbier cuasi príncipe azul sin nombre).
-          Juana, me llamo. Y al momento que contestaba, pensó: ¿De qué se ríe Juli? La voy a matarrrrr (lo pensó con muchas “r”).
-          Ah mirá vos, mi ex novia se llamaba igual. Salí cinco años con ella, cortamos hace un mes. La verdad…

De vuelta sucedió. Había dejado de escucharlo y las palabras seguían brotando a borbotones de su boca y pensó:

1)      Nunca había escuchado a un pibe hablando tanto, ¡por dios!
2)      Así que sos tan simpática Juli, ahora bancátelo vos.

-          Chicos, me disculpan, voy al baño -dijo Juana bien rápido y se perdió entre la gente-.

Luego de un tiempo relativamente adecuado (unos quince minutos exactos controlados por reloj), Juana se asomó desde lejos a observar la escena y allí vio a Juli con cara de estufada y al pibe que seguía hablando y hablando sin parar. Increíble.

A lo lejos, en el otro wing, estaba Euge sentada arriba de Javier mientras él hacía reír a todo un grupo de gente que estaba a su alrededor. Seguramente, contando los mismos chistes sin gracia de siempre. La cosa estaba empezando a ponerse aburrida cuando…

-          ¿Sola?

-          No, vine con unas amigas… Y su cabeza gritó mentalmente: ¿por qué nunca se me ocurre algo gracioso para decir como a Juli?, ¡¡qué poco creativa que soy!!

-          Sí, pero te veo sola.

-          Bueno, porque una amiga está allá, ¿ves? Con ese pibe que está haciendo reír a todo ese grupo. Un tarado for export. Y la otra está allá, ¿ves? Con ese pibe que no para de hablar un segundo, casi le gana a mi amiga… Un inseguro, seguro… para hablar tanto.

-          ¿Vos hablás de Javier y Esteban? ¿Mis dos amigos de rugby?

-          Ehhhhh… fue la única expresión que salió de la boca de Juana por espacio de cinco segundos.
Naaaaa ¡qué boluda! –empezó a regañarse Juana mentalmente- ¿Cómo vas a cometer semejante acto de sincericidio en una fiesta organizada por Javier? Seguramente el noventa por ciento de la gente que está invitada, lo conoce. Qué estúpida. Naba. Zonza…

-          Jajajjaja, ¡mentira! Los conozco, pero no son mis amigos. Vine a acompañar a un amigo mío que sí va con ellos a rugby. Pero no es mi palo… tranquila…

Amor. Amor pleno y del más puro que una pueda imaginarse alguna vez. Divino. El chico más dulce y tierno que había conocido en años. Un caramelo de dulce de leche (esos que vienen sin chocolate adentro, los de dulce de leche compactos digamos). Un osito de peluche…

-          Ayy, por un momento pensé que había metido la pata...

-          Noo, todo bien. Me encantan las chicas sinceras. Y decime…

Y así estaban las tres mosqueteras. Cada una por su lado. O sea que eso de “todas para una y una para todas” estaba en pausa momentánea. Por un rato nomás.

En una esquina, Euge seguía riéndose de chistes viejos una vez más. En la otra, Juli estaba apoyada con un brazo en la barra, sosteniéndose la quijada para evitar que se le cayera al piso de tanto embole. El rugbier ex cuasi príncipe azul seguía hablando sin parar de su relación fallida, por supuesto. Y en la otra, Juana, embelesada con el nuevo bombón que acababa de conocer.

-          ¡¡Contame todo YA!! -suplicó Julieta-.
-          Nada… no quedamos en nada… solamente me anotó en su Blackberry y quedamos en hablar.
-          ¿Pero vos agendaste su número?, ¿sabés como se llama para buscarlo en Facebook?, ¿tiene perfil en Linkedin? –continuó Julieta-.
-          No, no, no… ¿ ¿qué es todo eso?? ¿¿Vos te creés que le hice completar un formulario de ingreso nena?? si quiere, que me llame. Ya fue, no me voy a enrollar.
-          ¿Besa bien? -inquirió Euge-.
-          Derrite glaciares Euyinnn…
-          Carlos, déjenos en la puerta de ese Mac Donald´s por favor… ¿cuánto es? Preguntó Euge.

Carlos, el taxista de turno, ya había opinado de la incipiente relación de Juana; de cómo hay pibes que hablan tanto como el denso de Esteban “el Rugbier”; que galanes eran los de antes; de cómo la juventud se arruina tanto con el alcohol y la droga…

-          La próxima venimos con tu auto Juli… suspiró Juana.
-          Sí, la próxima sí, pero hoy quería tomarme unos traguetes tranquila, sino, nunca lo puedo hacer.
-          Oka. Vamos. ¡Cuarto de libra me espera!

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