jueves, 30 de diciembre de 2010

Cagazo.com

Dolor de cabeza. Así amaneció Juana el domingo con el piiiip piiiiiip del despertador  a las 11.30 horas.

El día anterior, había reprogramado el reloj, considerando el almuerzo con Susi y Ele en el club, como todos los domingos. “Ya no estoy para esto”, se repitió una vez más.

Ducha de por medio, emprolijamiento de rulos, mate amargo y caminata.

Un día pleno, radiante. Las calles parecían más lindas con el sol iluminando las fachadas. Siempre le había gustado caminar por Buenos Aires los días de verano con sol. Jugaba a adivinar la historia de vida de las personas que las habitaban. Qué mejoras les haría… en dónde le gustaría vivir…

Dobló en Ciudad de la Paz y se tomó el 41. Se bajó a cuatro cuadras y siguió derechito para el club.

Entró y saludó a todos, con tantos años, conocía a todos en el lugar.

-          NO-TE-PUE-DO-CREERRRR… cómo no le pediste su número nena? Gritó Ele, mientras Susi seguía a puro estofado la repartija de ravioles en las mesas.

Cinco segundos después, Juana empezó a hacerse el rollo que había prometido no hacerse en el taxi la noche anterior.

-          Podría haberle pedido el número… después de todo… ahora las minas son más mandadas… ¿¿por qué me como tanto los mocos?? ¿Será que no quiero meterme en otra historia por miedo a sufrir? Pero a sufrir qué… si no me la juego, nunca voy a saber.
-          ¿Querés queso Juani? Cortó el pensamiento inquisidor Susi.
-          Sí má, para qué preguntás, si sabés que me encanta… contestó Juana distraída.
Y si no me llama… ¿será que me pidió el número de compromiso?, para no quedar mal… este corte de pelo me lo tengo que cambiar, me hace la cara más redonda… tendría que haber ido a la peluquería ayer… ¡ayyy cómo me duele la cabeza por dios! Tengo una murga adentro… encima si no me termino el plato de ravioles, va a venir el cuestionamiento. ¡Federico HELP!

Juana le escribió inmediatamente un mensajito de texto a su mejor amigo. Nadie mejor que él podía ayudarla en este caso.

-          Hola Fede! Disculpame si te despierto, pero soy una tarada. Conocí a un pibe divino ayer y no le pedí su número. Ahora voy a estar como una pavota esperando su llamado.
-          Sí, sos una tarada. Si necesitás, a la tarde nos juntamos. Lo tuyo se llama cagazo nena.
-          Gracias!! Sabía que me ibas a entender. Hablamos a la tarde cualquier cosa. Sigo con los ravioles de la vieja…

Era verdad, se llamaba cagazo. Mientras se fumaba un pucho en una reposera de cara al sol, con la panza llena de ravioles y preguntas, se cuestionaba por qué tanto miedo. Miedo a qué.

Desde chica, Juana había tenido lo que comúnmente se llama levante. Era atractiva, sus ojos pícaros, sus cabellos embarullados, sin problemas de comunicación por lo que eligió su profesión, risueña… un sol.

“Un sol a punto de desintegrarse de tanto calor”, pensó.

31 años. Soltera. Comiendo todos los domingos con su vieja y la amiga de su vieja… ya tenía ganas de despertar en algún departamento varonil, y no saber qué comer y no saber cómo volverse de donde está, o mejor aún, no querer volverse…

De repente, un pensamiento más inquietante que el anterior la invadió. Apagó el pucho y se prendió otro…

- Estás fumando mucho nena, Susi al attack.

- No má, es el primero que prendo cheademás, vos fumaste hasta que quedaste embarazada… no me hinches… Juana is coming back.

¿Cómo sería ese momento? Sí, ese. Ese del encuentro con otro cuerpo, hasta ese instante extraño, desconocido, fundiéndose en pasión y deseo. No es que se hubiese olvidado, pero casi. La última vez que había estado con alguien, había sido con Pablo y, la verdad, había sido como más sencillo, porque de alguna forma se conocían… pero ahora, con alguien desconocido absolutamente… quedaría como una… tonta? inexperta? tímida? torpe? acelerada? calentona? ¿Será como me dice Euge?

-          Vos haceme caso. Los dos primeros cuerpos, puede ser que te retrotraigan al anterior, digamos al de Pablo. Te va a dar cosita, te vas a sentir como extraña. Después del segundo, vas a volver a descubrir qué bueno que estaba esto de coger nena…

Directa. Su amiga siempre había sido directa. Pero en algún punto sentía que podía ser así. Al principio extraña, después relajada. Ayyy… cuántas cosas para hablar con el psico y todavía faltaban unos días para ir.

Como si el psicólogo tuviese la respuesta a las preguntas que ella se hacía, logró tranquilizarse y partir nuevamente hacia su hogar.

Se hizo una taza de té digestivo. Se tomó un Alikal. Se metió en la cama a ver Diario de una Pasión por trigésima vez.

Miró el celular.
Lloró viendo la peli.
Miró el celular.
Siguió llorando.
Miró el celular.

Mensajito.

- ¡Ayyy la puta madre! ¡Mensajito! ¿Qué hago? Bueno, pero ya sé que tengo que hacer, mirarlo… pero si… ayyy… por qué estoy sola ahora para enfrentar este momento?!?

Mensajito… de Fede!

-          Princesa, estoy destruido. Mañana hablamos en el laburo, te parece?
-          Oka Fede. No problem!

Una cafiaspirina y a la cama definitivamente. Apagó el celular. No more lola por ese día.

martes, 28 de diciembre de 2010

Las Tres Mosqueteras

-          ¡Hola Juani! Qué linda estás nena. ¿Esta remerita es nueva?
-          Ayy Juli me la puse como tres veces ya… qué despistada sos. ¿Y Euge?
-          Debe estar por caer.

Estaban en el departamento de Julieta, esperando a que llegara la tercera mosquetera. Juli se repasó el delineado que no se sacaba ni para dormir, mientras que Juana reforzó el brillito.  

Juana, de repente, tuvo un deja vú. Sentía haber vivido esa escena alguna vez anterior. Los momentos previos a una salida. La espera de Euge, que siempre llegaba tarde. Los maquillajes dando vueltas. “Algo raro sucede en el cosmos, cuando una siente que está viviendo un deja vú”, dijo en voz alta y Juli que no sabía de qué le hablaba exhaló un chirrido parecido a un “quéeeeee?????”

Estaba sonando Aventura en la radio (sí, ese mismo Aventura que cuando sonaba tiempo atrás y ella no lo conocía, le parecía grasa… pero ahora estaba de moda y lo escuchaba sin mayores cuestionamientos), cuando tocaron el timbre.

-          Euyiii??? ¡¡Ya bajamos gorda!!, exclamó Juli.

Bajaron y partieron hacia la fiesta.   

El viaje en taxi. Siempre fueron especiales los viajes en taxi de las chicas. Hablaban una encima de la otra, una carcajada interrumpía el relato y constantemente le consultaban al tachero qué opinaba de lo que estaban discutiendo, temas tales como: la pareja, el amor, la convivencia, el desamor y los cuernos. Un combo que la mayoría de los taxistas manejaba –vaya una a saber por qué, quizás por las millones de pequeñas y grandes anécdotas acumuladas a lo largo de los años-.

Pero la cuestión se ponía difícil cuando tenían que opinar sobre asuntos como “el patológico de Javier” o sobre el “divino, bombón de dulce de leche de Manuel” (el ex de Juli del cual nunca dejaba de hablar) o de cómo “esa perra lo buscaba sin parar, ¿se dieron cuenta…?... señor, ¿usted qué opina?”

Se bajaron aceleradas, como si tuviesen cinco años menos de los que acusaban sus documentos. Se reían a carcajadas y sólo habían tomado un Fernet. Juana dedicó los minutos previos a entrar, para pensar en por qué a los hombres les gusta tanto que las mujeres tomen Fernet. Como si el Fernet fuera una bebida únicamente masculina.

Entraron y no se veía nada. Claramente no se vía nada. Era lo único claro que tenía Juana en mucho tiempo: que no se veía nada. El humo le impedía ver a más de un metro de distancia. “Ya no estoy para estas cosas”, pensó y se acomodó desde abajo el push up.

Entre el medio del humo y los brazos en alto, visualizó a Javier. El típico Homos Erectus argentino. Un desgraciado con doctorado. Un vago con licencia de vago. Esto ya lo habían analizado y re contra analizado en horas eternas de análisis sin experiencia, pero con mucha onda entre amigas… pero Euge seguía enamorada de él.

Era un ejemplar común entre los Erectus. A continuación, la descripción:

-          Salía sin parar con sus amigos. Era como una patología hiperdesarrollada contra la cual no había cura. Simplemente no podía dejar de salir con sus amigos. La enfermedad se agudizaba llegando al fin de semana. Noche tras noche, la cita era impostergable. Nada suspendía el encuentro: ni lluvia, ni nieve, ni siquiera el granizo.
-          Era desprolijo en su imagen personal. Usaba una remera vieja que tenía unas 10.500 posturas fácilmente. Pero era la remera “ganadora” como la llamaba él.
-          Era un mentiroso compulsivo. Elegía, cada vez, una excusa peor para decir, al momento de explicarle por qué no la había llamado. “Justo me cortaron el teléfono, no sé, se ve que no pagué la factura, vos sabés que no estoy en los detalles cotidianos…”, “es que a mi vieja le agarró una descompostura terrible, pobre, la fui a cuidar”“mi hermano me dijo de ir a un asado con sus suegros, no voy nunca y dije: no le puedo fallar”
-          Era canchero, de esos que mastican chicle exageradamente, usan lentes de sol de día y de noche y llevan perfume para matar a una manada de elefantes.
-          Tenía un complejo de chiquito¡seguro! Porque necesitaba todo el tiempo llamar exageradamente la atención. Tan cierto era el tema, que imitaba a Cristian Castro en pleno boliche, con tal de que las chicas rotaran sus cabezas y aplaudieran semejante actuación (que, disculpen, parecía más gay-friendly que de macho latino –certificado por Fede- ).
-          Y lo peor… a pesar de todo lo anterior, era mujeriego.

Una descripción que espantaba a cualquiera. Menos a Euge.

Ahí partieron Juana y Juli para la barra. Se pidieron un Margarita y una Caipirinha. “Tragos de mina” pensó Juana y seguidamente se corrigió “¡qué boluda, después me enojo cuando los tipos me dicen que les gusta que tome Fernet!”

Trago en mano, empezaron a divisar el lugar. Qué actitud más ridícula la de mirar el horizonte, haciendo como que no mirás y más se dan cuenta… de que estás mirando.

- Oeste 45 grados Juani…
- ¿Qué? Hablame en castellano Juli.
- Ayy boluda, que en la esquina de la izquierda hay un pibe que te está mirando.
- ¿En la esquina de la izquierda?
- Sí naba, en-la-es-qui-na-de-la-iz-quier-da, si querés te pongo un cartel de neón: “Aquí chabón mirando... Aquí chabón mirando”…
- Está bien, está bien, ¡si no veo nada!, ¡acá no se ve un carajo! ¡Ay Juli, me parece que se dio cuenta de que lo estábamos mirando!
- ¡Bueno, mejor! Así viene a hablarnos.
- No Juli, pará, no estoy preparada. ¿Qué le digo? Mirá que perdí el training… susurró Juana.
- ¿Pero qué te creés que es esto, la clase de localizada? No hace falta entrenar para hablarle a un tipo. Le hablás y punto.
- Qué piola… vos porque tenés onda, te sale fácil el chamuyo. Yo soy un desastre.
- Ponele actitud Juana. Actitud.

-          Hola chicas…

Galán. Fachero. 100 % facha. Pura facha. Derretimiento total de bombacha, diría Ele. Una cosa de locos. Juana se sintió sexy. Ultra sexy. Esplendorosa. Se agradeció a sí misma el haberse depilado, sobre todo, el cavado. Se agradeció el push up a estrenar que llevaba puesto. Se agradeció la tarde de spa casero que la dejó divina. Todo eso pensó y sintió en tres segundos y medio. Exultante sonrisa salió de su rostro e iluminó el antro simil boliche al que habían caído. Feliz.

Volvió en sí.

-          ¿Vinieron solas?
-          No, nos trajo un tachero, dijo Juli enseguida para romper el hielo.
-          Jajajajajaja (una risa masculina como pocas, gruesa, intensa, sostenida)… ¡qué divertida! ¿Conocen a Javi?
-          Sí sí, nuestra amiga lo conoce, y por efecto de transferencia, nosotras también. Viste como son las relaciones humanas, no?, prosiguió su amiga.

Juana pensó: “¿y cómo son las relaciones humanas?”

-          Tal cual -contestó él-, así son.

Juana volvió a preguntarse: “¿qué me estoy perdiendo?, ¿cómo carajo son las relaciones humanas?”

-          Y vos… ¿de dónde lo conocés a Javi?, preguntó Euge divertida.

Juana se puso nerviosa. “¿¿Javi?? ¿¿Desde cuándo lo llamamos Javi a ese Homos Erectus en decadencia??”

-          Ah bueno, nosotros hacemos rugby juntos en el club. Hace mucho que nos conocemos. Desde chiquitos. Compartimos de todo, tenemos el mismo grupo de amigos y…

Por unos instantes, Juana no escuchó más lo que decía ese chico rugbier sin nombre que estaba a punto de ser su príncipe azul, pero que no dejaba de hablarle a su amiga. Las palabras salían y salían de su boca sin parar y ella estaba como en coma farmacológico hasta que…

-          Y vos, ¿cómo te llamás? ¿O te comieron la lengua los ratones?
-          jajajaj (risa estridente de Juli).
-          jajajjaa (risa masculina, gruesa e intensa del rugbier cuasi príncipe azul sin nombre).
-          Juana, me llamo. Y al momento que contestaba, pensó: ¿De qué se ríe Juli? La voy a matarrrrr (lo pensó con muchas “r”).
-          Ah mirá vos, mi ex novia se llamaba igual. Salí cinco años con ella, cortamos hace un mes. La verdad…

De vuelta sucedió. Había dejado de escucharlo y las palabras seguían brotando a borbotones de su boca y pensó:

1)      Nunca había escuchado a un pibe hablando tanto, ¡por dios!
2)      Así que sos tan simpática Juli, ahora bancátelo vos.

-          Chicos, me disculpan, voy al baño -dijo Juana bien rápido y se perdió entre la gente-.

Luego de un tiempo relativamente adecuado (unos quince minutos exactos controlados por reloj), Juana se asomó desde lejos a observar la escena y allí vio a Juli con cara de estufada y al pibe que seguía hablando y hablando sin parar. Increíble.

A lo lejos, en el otro wing, estaba Euge sentada arriba de Javier mientras él hacía reír a todo un grupo de gente que estaba a su alrededor. Seguramente, contando los mismos chistes sin gracia de siempre. La cosa estaba empezando a ponerse aburrida cuando…

-          ¿Sola?

-          No, vine con unas amigas… Y su cabeza gritó mentalmente: ¿por qué nunca se me ocurre algo gracioso para decir como a Juli?, ¡¡qué poco creativa que soy!!

-          Sí, pero te veo sola.

-          Bueno, porque una amiga está allá, ¿ves? Con ese pibe que está haciendo reír a todo ese grupo. Un tarado for export. Y la otra está allá, ¿ves? Con ese pibe que no para de hablar un segundo, casi le gana a mi amiga… Un inseguro, seguro… para hablar tanto.

-          ¿Vos hablás de Javier y Esteban? ¿Mis dos amigos de rugby?

-          Ehhhhh… fue la única expresión que salió de la boca de Juana por espacio de cinco segundos.
Naaaaa ¡qué boluda! –empezó a regañarse Juana mentalmente- ¿Cómo vas a cometer semejante acto de sincericidio en una fiesta organizada por Javier? Seguramente el noventa por ciento de la gente que está invitada, lo conoce. Qué estúpida. Naba. Zonza…

-          Jajajjaja, ¡mentira! Los conozco, pero no son mis amigos. Vine a acompañar a un amigo mío que sí va con ellos a rugby. Pero no es mi palo… tranquila…

Amor. Amor pleno y del más puro que una pueda imaginarse alguna vez. Divino. El chico más dulce y tierno que había conocido en años. Un caramelo de dulce de leche (esos que vienen sin chocolate adentro, los de dulce de leche compactos digamos). Un osito de peluche…

-          Ayy, por un momento pensé que había metido la pata...

-          Noo, todo bien. Me encantan las chicas sinceras. Y decime…

Y así estaban las tres mosqueteras. Cada una por su lado. O sea que eso de “todas para una y una para todas” estaba en pausa momentánea. Por un rato nomás.

En una esquina, Euge seguía riéndose de chistes viejos una vez más. En la otra, Juli estaba apoyada con un brazo en la barra, sosteniéndose la quijada para evitar que se le cayera al piso de tanto embole. El rugbier ex cuasi príncipe azul seguía hablando sin parar de su relación fallida, por supuesto. Y en la otra, Juana, embelesada con el nuevo bombón que acababa de conocer.

-          ¡¡Contame todo YA!! -suplicó Julieta-.
-          Nada… no quedamos en nada… solamente me anotó en su Blackberry y quedamos en hablar.
-          ¿Pero vos agendaste su número?, ¿sabés como se llama para buscarlo en Facebook?, ¿tiene perfil en Linkedin? –continuó Julieta-.
-          No, no, no… ¿ ¿qué es todo eso?? ¿¿Vos te creés que le hice completar un formulario de ingreso nena?? si quiere, que me llame. Ya fue, no me voy a enrollar.
-          ¿Besa bien? -inquirió Euge-.
-          Derrite glaciares Euyinnn…
-          Carlos, déjenos en la puerta de ese Mac Donald´s por favor… ¿cuánto es? Preguntó Euge.

Carlos, el taxista de turno, ya había opinado de la incipiente relación de Juana; de cómo hay pibes que hablan tanto como el denso de Esteban “el Rugbier”; que galanes eran los de antes; de cómo la juventud se arruina tanto con el alcohol y la droga…

-          La próxima venimos con tu auto Juli… suspiró Juana.
-          Sí, la próxima sí, pero hoy quería tomarme unos traguetes tranquila, sino, nunca lo puedo hacer.
-          Oka. Vamos. ¡Cuarto de libra me espera!

domingo, 26 de diciembre de 2010

Tarde de spa casero

El despertador sonó seis y media de la mañana.

“¡Qué boluda! Me olvidé de desprogramarlo. Dormite YA Juana, porque te pego un sopapo”, se dijo a sí misma.

Volvió a dormirse instantáneamente. Abrió los ojos devuelta a las diez y media de la mañana. Se levantó y se hizo unos mates amargos. Se lavó los dientes, se puso el jogging y se fue a depilar.

No hay peor cosa en el mundo que irse a depilar. Nada. Absoluta y definitivamente nada. De todas formas, existen reglas de oro a respetar que pueden evitar demoras y molestias innecesarias y se divirtió repasándolas mentalmente una por una:

-          No te depiles cuando estás por indisponerte, porque duele más.
-          No te depiles si ayer te mataste con el sol, porque se te sale toda la piel.
-          Ni se te ocurra pasarte crema humectante antes de irte a depilar, porque la cera “no pega más”.
-          No te pases maquinita en el cavado, porque después, cuando te está creciendo, te pica como loca.
-          Si se te encarna, no te aprietes los granitos, porque te queda todo marcado. Dejalo en manos de una profesional.

Había como tres mujeres adelante. Dos se hacían “todo”. Y la tercera, bozo y axilas. Tenía como para una hora fácil, pero ningún problema. Tenía tres Gente, dos Caras y como cinco Paparazzi para entretenerse.

“¿Maru de vuelta mamá?", era como una noticia repetida… "Rial se pelió con Sofovich"… bue, historia vieja. "Ayyy qué fuerte está este tipo… y está con esa insulsa por favor… a esta las tetas le quedaron como el orto… ja! También lo tiene operado, qué gracioso”.

Un “¿Quién sigue?” Interrumpió su erudita lectura.
-          ¡Yo!
-          ¿Qué te vas a hacer?
-          Pierna entera y cavado.

Los hombres, salvo Federico y el veinte por ciento al que él se había referido el día anterior, desconocían a ciencia cierta de qué se trataba la depilación. Estar en frente de una total desconocida, al menos la primera vez, y abrir tus piernas como si fueras a traer a tu primogénito al mundo, pero no. Desnudar tu intimidad. Poner al descubierto tu alma. Y encima para que te tironeen, te pongan cera caliente y ni siquiera las puedas putear con tranquilidad. Tendrían que establecer tarifas diferenciales. Depilación completa sin puteada $ 50. Depilación completa con puteada $ 70.  

“Tengo que averiguar por la depilación definitiva”… prácticamente se regañó a sí misma…“lo voy a anotar en mi lista de pendientes”… se consoló.

Esa lista, era una lista de cuadernito Gloria en donde anotaba todos los quehaceres, deseos y sueños que quería realizar. Una lista que se engrosaba mes a mes y que seguía siempre en el mismo estado: pendiente.

Antes de volver al departamento, pasó por el súper. En la heladera no tenía na-da. Y na-da, era na-da. Bueno, una lechuga pegada contra la pared del estante y una leche descremada de dudosa caducidad.

Compró hamburguesas de pollo, pan negro, mayoliva y papas light. Qué mentira que eran las papas light, pero le gustaban tanto, que se las ingeniaba para autoconvencerse de que eran verdaderamente light.

Se preparó el almuerzo y lo comió sentada en el puff en el balcón del departamento. El sol daba de refilón. Ideal…

La fiesta la ponía ansiosa. Tenía muchas ganas de salir con sus amigas y divertirse. Sabía que Euge iba a estar pegada a Javier –ese boludo- toda la noche, pero con Juli iban a poder ir y venir, criticando los atuendos de todos los presentes mientras tomaban una cervecita bien helada. Era un lindo plan. Estaba contenta.

Dejó los platos en la pileta y se fue a dormir una siesta. Se acostó boca abajo y no podía dormirse. Pensamientos al ataque.

-          ¿Qué le pasará a este tarado de Pablo que me saluda a medias?, ¿Se creerá que estoy esperando a que me salude? La verdad no lo entiendo…
-          Ayyy no la llamé a mamá ayer. Bueno, tampoco le dije que era seguro. Hoy la llamo antes de ir a la fiesta, así después no me llama cuando estoy allá para pasarme factura.
-          ¡Hablando de factura! Tengo que pagar la factura del teléfono ¿cómo puede ser que siempre me olvide!?...
-          ¿Qué me pongo hoy? Tendría que haber ido a Cabildo a comprarme una remerita. Pero no… con este calor. La camisa negra con la polle…naaaaa. No da, demasiado formal. A ver…. Mejor me levanto y me empiezo a probar.


No durmió nada e improvisó un probador en su propio cuarto. Se probó cinco pantalones. Decidió que uno podía pasar a mejor vida. Siete remeritas. Dos musculosas. Hasta que consiguió una combinación que la dejó conforme.

Había sacado una conclusión. “El cuerpo me cambió”, sentenció. No había forma de entender, sino, por qué el jean azul se negaba a subir del todo. No era que estuviese gorda, ella sabía establecer la diferencia entre estar gorda y que el cuerpo simplemente le había cambiado. Por qué luchar contra la realidad.

“Tarde de spa casero” –pensó para mimarse- y buscó las cosas para hacerse la manicura. No dominaba el área para nada, pero cada tanto improvisaba un mini salón de belleza. Repasó con una pincita sus piernas. Había quedado uno que otro pelo dando vuelta, después de la depilación de la mañana. Preparó un menjunje de azúcar y limón para pasarse por la cara, porque había leído que no sólo servía para limpiar sino para blanquear las manchas. Se pasó la mezcla frotándosela en movimientos rotativos, mientras esperaba a que se le secara la primera mano que se había pasado en las uñas del pie. Después se lavó la cara y miró la hora. Eran las cinco y cuarto. Faltaba una eternidad para encontrarse con las chicas. Se dio la segunda mano.

Mientras, puso la pava a calentar. Se prendió un pucho y el horizonte la invitó devuelta a pensar. Soltó una carcajada. Se acordó de la charla que había tenido con Elena el domingo pasado. No sabía por qué se le había cruzado esa conversación ahora.

-          Es así como te digo - le dijo Elena- creeme.  
-          ¿Pero es una teoría comprobada Ele?
-          Comprobada por mí, mi amor, y ya alcanza. Vos escuchame, que yo sé lo que te digo. Es el 60-40.
-          Ah… pero qué porcentajes tan definidos.
-          Es a-sí. El 60 por ciento de una pareja es el sexo. Si eso no funciona, el resto no lo sostiene. No hay vuelta que darle.
-          ¿Y el otro 40?
-          El otro 40 es el resto de la relación, el entendimiento, la conversación, la compañía no sexual digamos. Pero olvidate eh… si no ténes el otro 60, este 40 no sirve para nada.
-          Ayy Ele, me hacés reír.
-          Anotalo mi amor, anotalo.

La teoría 60/40 podía ser un buen título para un libro pensó, y una mueca de sonrisa se extendió de su comisura derecha. La pava chilló. El agua estaba lista para el mate.

Ele era la mejor amiga de su mamá. Hacía años que almorzaban juntas los domingos en el club, después de servir a quienes estuvieran en el bar. Muchas veces ella las acompañaba. Susy le preparaba su plato favorito, ravioles con estofado, y aprovechaban para discurrir en este tipo de teorías. Susy mucho no participaba, pero escuchaba atenta. Ele llevaba adelante sus disertaciones sobre el amor, el sexo, la familia, los amantes y la vejez.

Ele había partido corazones en el barrio. Había tenido más novios y amantes que Rita Turdero, pero nunca había llegado a casarse. Sentenciaba que el casamiento no era necesario, que los papeles arruinan las cosas, que mejor ir “picando por aquí y por allá”. Susy y Ele no eran tan parecidas, pero Susy le tenía un cariño entrañable. Y Juana había aprendido a quererla como a una tía.

Siguió con las manos, mientras se sirvió cuidadosamente otro mate. Le raspó la garganta. “Uhhhh otra vez anginas no, por favor” –casi suplicó. Se tomó un ibuprofeno por si las dudas. Llenó la bañadera con agua tibia y tiró unas sales para aromatizar. Las uñas ya estaban más que secas. Llevó el equipito de música y puso un CD de chill out. Se metió. Cerró lentamente los ojos y decidió no pensar. Quería dejar la mente en blanco. Inspiró hondamente y exhaló. Sonrió. Se hundió en el agua de golpe.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Sable chino


Cerró ferozmente la puerta del departamento. Con una fuerza que no se condice con la  de una muchacha de 31 años, ni con sus dulces ojos color miel, aunque sí con sus endemoniados y desprolijamente ordenados bucles castaño claros.

Entró, tiró la cartera, y los pocos cosméticos y los muchos papeles y papelitos parecieron escapar de allí despavoridamente. Es verdad, su cartera era un desastre. No solamente llevaba el rimel y el rubor, sino también la factura del teléfono, el recibo de sueldo, toallitas femeninas y hasta un preservativo.

Seguía inquieta y no sabía por qué. No se tenía que indisponer hasta dentro de once días. Lo de Pablo no era tan, pero tan importante como para anudarle así la garganta. En el trabajo todo ok. Susy seguía en la misma línea que hacía treinta y un años, es decir, nada raro… ¿qué era? Para huir del pensamiento, una vez más se dijo… “no importa, lo hablo con el psico”.

Hacía cinco años que hacía terapia. No recordaba bien el motivo que la acercó a su primera sesión. Ella creía que tenía que ver con la ruptura de Sebastián, su primer novio-novio. Porque existen varias categorías y Sebastián había sido claramente su primer novio-novio.

Antes había tenido novios-toque y me voy, o en inglés, novios-garch and go. Novios-no novios, de esos que una cree que son novios, pero ellos piensan todo lo contrario. Pero, en el fondo, no recordaba si había sido ese el motivo. Lo cierto es que cada miércoles ella se veía en su sesión semanal mirando el techo del consultorio y esa mancha de humedad en la esquina derecha. Faltaban cinco días para ese día. Mientras tanto, sabía que el sable chino que tenía clavado en la garganta seguiría molestándola nada sutilmente.

Prendió la tele para ver si había algo interesante. Pero nada. En eso, sonó el teléfono.

-          Hola Juani… ¿qué hacías?
-          Nada, un embole total. Estoy rara… me parece que me tengo que indisponer, aunque faltan como once días, ¿puede ser que se adelante tanto?
-          Naaa nenaaaa, a vos te pasa otra cosa. Después lo hablamos bien, pero escuchame, te llamaba porque mañana hay una fiesta que organiza Javier, te acordás? el pibe con el que estuve el verano pasado.
-          ¡Pará Euge! Ese boludo?? Devuelta? Vos juraste adelante mío en pleno Palermo Hollywood  que no lo ibas a volver a ver nunca más… que era un perdido sin remedio… que vivía para los amigos. ¿Qué onda? No entiendo nada.
-          Bueno… me llamó ayer. No me voy a casar con él, pero mientras tanto disfruto. ¿O acaso está mal vivir la vida?
-          Claro… ahora me acuerdo. Para cuando juraste ya estabas en pedo… y pará que no sos Bucay eh…
-          Pero dejate de hinchar… daleee, ¿venís o no?
-          ¿Juli va?
-          Si obvio, dale, vamos las tres.

Eugenia Salvatierra, Julieta Colombo y Juana. Habían hecho juntas el secundario y desde esos años felices, no se separaron más. Egresadas 1997. Enojadas 1999. Entristecidas 2000. En… quiebra 2001. En pampa y la vía 2002. Entusiasmadas 2003.  Enamoradas 2007. En… crisis existencial 2010.

Juana cortó dubitativa, pero ya había dicho que sí. Y, después de todo, ¿qué malo podía pasar? Esa noche se fue a dormir temprano, al día siguiente tenía que hacer como diez mil cosas.

Antes, le escribió un mensajito a Fede.
-          Me voy a dormir diva. No me llames a cualquier hora.
-          Ok! Que sueñes con los angelitos!


miércoles, 22 de diciembre de 2010

Los hombres son de Marte, las Juanas de Venus...

Juana es periodista y si bien aspiraba a trabajar en un medio, por ahora estaba ocupando una silla en una consultora en comunicación que trabajaba para varias empresas. Eso hacía que la mayor parte del tiempo tuviera que cambiar de cabeza para poder sentarse a escribir. No era lo mismo narrar el recital que auspició Claro, que hacer una gacetilla de prensa sobre la Casa de la Cultura de Buenos Aires. Evidentemente, necesitaba de cierta habilidad para el cambio. Habilidad que tenía en el plano laboral, pero que no conseguía alcanzar en el personal.

El Outlook se trabó. “Diez, nueve, ocho, siete…” empezó a contar para no putear a los de sistemas. Siempre tienen una vuelta, pensó. “Que el hardware se trabó justo cuando estábamos haciendo una actualización del software, justo cuando el antivirus estaba en marcha, justo cuando reiniciábamos el sistema…” y la puta que los parió. No es que tuviese algo en contra de los de sistemas, simplemente es que manejaban otro lenguaje que ella no dominaba del todo y eso la exasperaba de por sí.

Juana no sabía si en el fondo era una escritora frustrada. Una que otra vez, empezó a escribir algunas ideas que no quería que se le escaparan y que en algún momento tomarían forma literaria.

El mouse no le hacía caso tampoco. Se hartó y se fue hasta la máquina de café para sacarse un cortado. Ahí apareció Pablo, le sonrió y siguió de largo. Un “holaa” fugaz resopló entre sus dientes.

Ella había tenido una historia con Pablo, un periodista deportivo que trabajaba también para la consultora, y trabajaba free-lance para otros tantos medios. Era fotógrafo también. Era un buen pibe pero que no quería compromisos.  Ese había sido su único delito.

-          ¿Qué pasa con los hombres Federico? Interpeló a su amigo que estaba detrás de ella, esperando para servirse un café.
-          Es sencillo mi lady, el cincuenta por ciento de los hombres a tu edad todavía quiere joda, ni les hables de compromiso. Mucho menos de una suegra. El otro veinte por ciento son putos y yo sé bien de esa estadística, vos sabés. El otro veinte, son casados que te prometen que se van a divorciar, la casa con perro y pileta y lo máximo que te ofrecen después, es el jacuzzi de un telo de General Paz. Y el diez por ciento es lo que queda… ¿Qué querés?, ¿Que justo laburen acá?

Juana asentía con la cabeza como si estuviese hablando un gurú espiritual. No era más que Federico Lambrozzi. Su mejor amigo. Su acompañante de mates. Su eterno escucha. Su personaje favorito.

Federico vivía sólo pero estaba en pareja. Hacía siete años que había declarado al mundo su homosexualidad, eso incluía a su abuela, su mamá, su hermano, su verdulero y su paseador de perros. Más o menos, todo su mundo.

Juana lo conocía desde hacía tres años, desde que había empezado a trabajar en la consultora. Al toque pegaron onda. Se entendieron como si se conocieran de toda la vida, como si hubieran hecho jardín de infantes juntos.

Federico era ácido, pero certero. A veces se iba un poco de mambo con algunos relatos sexuales que no daba para compartir en la oficina, pero a Juana le causaban mucha gracia.

Juana seguía asintiendo con la cabeza, cuando Pablo volvió a pasar. No habían tenido más que tres o cuatro –tres verdaderamente- ocasiones de buen sexo y ya. No era el amor de su vida. Ella sabía que para eso faltaba bastante.

La mañana pasó relativamente rápido, porque estuvo al frente de un curso de capacitación sobre Comunicación de Crisis para los empleados de Coca-Cola. Vieron casos reales de crisis en Estados Unidos y Argentina. Había gente de Atlanta también, la sede central de la compañía, que hablaba sólo en inglés y eso no la preocupaba porque ella lo manejaba a la perfección. Si algo le agradecía a su madre era el hecho de que, desde muy chiquita, la hubiese mandado a estudiar ese idioma. Tanto no tenía para criticarle después de todo.

Cuando miró el reloj, eran la una y media del mediodía. Dio por concluido el primer módulo del curso y se fue a comprar una ensalada. Una ensalada que supuestamente la mantendría dentro del peso adecuado. Para mantener, a la vez, una figura que la sociedad acepta como ideal femenino y que ella no se iba a dar el lujo de rechazar.

En el camino, volvió a cruzarse con la misma compañera de la mañana. Sonrió falsamente.

Tetas, culos, culos, más tetas. Pasó el puesto de diarios y lo dejó atrás. Sombrillitas y cervezas. Qué envidia. “Seguramente esos son extranjeros, haciendo una parada en el tour, disfrutando de las exquisiteces culinarias que tenemos para ofrecerles…”.  Dobló en la esquina y se prendió un cigarrillo, que nunca terminó de disfrutar, porque la chocaron dos de frente que venían en dirección contraria mirando para cualquier lado en la minúscula calle San José.

Había algo que la inquietaba y no sabía bien qué era. “No importa, lo voy a hablar con el psico”, pensó. Juana tenía la creencia de que todo el mundo necesita terapia. No importaba qué motivo te acercara al diván, tenías que ir. A veces, sus argumentos no eran muy sólidos para sostener esa idea, pero ella la defendía a morir.

Finalmente llegó al bar. Estaba a dos cuadras y media pero habían parecido cuarenta. De repente, sonó el celular.

-          ¡Hola de-sa-pa-re-ci-da! Hace dos días que no me llamás. La voz sonó estridente y aguda en el celular.
-          Hola má. Eso de que no tenía tanto para criticarle empezó a dar marcha atrás….
-          ¿Comiste?
-          Estoy en eso.
-          ¿Qué vas a comer?
-          No sé… capaz una ensalada.
-          ¡Ayyy!
-          ¿Qué pasó?
-          Eso no es comida querida. Vos no comés bien, no comés bien...
-          Bueno má, ¿para qué llamabas?
-          Y… porque hace como dos días que ni aparecés.
-          Bueno má, son dos días nada más. ¿Todo bien?
-          Sí, sí, estoy cocinando porque no llego con la entrega.

Susy era la mamá de Juana. Cocinaba para un club. Su especialidad era el pastel de papas, en toda época. Verano o invierno. Por eso no entendía como su hija podía vivir a lechuga y arroz integral.

-          Vas a desaparecer.
-          Bueno má, te dejo, estoy por pagar. Hablamos después. Chau.
-          ¡Chau! Llamame eh… no te olvides.

Mentira. Doblemente mentira, en realidad. Uno: no estaba a punto de pagar. Estaba recién en la difícil decisión entre la ensaladita de lechuga, zanahoria y tomate ó la de rúcula, lechuga morada y aceitunas negras. Dos: nunca volverían a hablar, al menos ese día. 

Corrió hasta el parquecito de la vuelta del trabajo y se encontró con Federico para almorzar.
-          Decime Fede… ¿a vos te parece que no soy atractiva?
-          ¿Pero vos estás borracha?, ¿Qué te picó? Estás más buena que el dulce de leche.
-          Y bueno… ¿qué querés que piense? Hace meses que no tengo una alegría. ¡Nada! Ni siquiera una desilusión. Desde Pablo que no me vinculo con nadie.
-          Tenés que buscar afuera mi amor, ya te dije.
-     Ok... pero decime... ¿Quién entiende a los hombres?
-     jajja la pregunta del millón!

Comió la lechuguita y volvió al ruedo para continuar con el curso de capacitación. Terminó exhausta la tarde. Sabía que se iba a tener que llevar trabajo a casa. No le desagradó demasiado la idea.

-          Chau Fede, ¿hablamos?
-          Siempre princesa.

Corrió hasta el subte. Entró de casualidad. Llegó por fin a Belgrano.