martes, 7 de febrero de 2012

Como Rapunzel

Mientras giraba con la cabeza perdida un saquito de té en la taza, a Juana la asaltó un pensamiento.
… Todos estos años estuve como Rapunzel… claro… qué buena imagen me hice de mí misma… se lo voy a contar al psicólogo.
Juana disfrutaba cuando llegaba a una conclusión en su opinión beneficiosa para ella misma, porque alumbraba algún pensamiento que hasta ese momento no había tenido o porque le aportaba un lado desconocido de un problema conocido. Y disfrutaba también de poder compartir ese pensamiento luego con su psicólogo.
… Todos estos años en esa torre imaginaria, sin salir, creyendo una historia que me habían contado… la única salvedad es que yo nunca tuve nada mágico… ni el pelo, ni la cara, ni nada… se detuvo un microsegundo… aunque siempre me halagaron la cola… jajajaja se rió sola en medio de la cocina mientras el parloteo mental continuaba y el té adquiría mayor intensidad en cada vuelta.
…Por fin me bajé… por fin me animé a saber cómo era el mundo… a averiguar la historia por mi cuenta, sin escuchar las voces de otros, sin escuchar la voz de mi mamá, de mi hermana… sino a descubrirla por mi cuenta…
El movimiento giratorio sistemático se detuvo.
… mi historia incluirá también al chico lindo que conquista a Rapunzel y lucha hasta último momento por ella?... bueno, eso no lo sé… el tiempo lo dirá… por lo pronto me alcanza con saber que me animé a saltar por la ventana. Que por primera vez en mi vida lo hice sin pedir permiso, sin preocuparme por lo que otros sentirían… y no porque no me importen, si no porque necesitaba reencontrarme con una parte de mis raíces que tenía vedada, como distorsionada… y a partir de ahí, poder elegir realmente, poder tener la opción de doblar, retroceder o continuar por el camino que llevaba con un panorama más claro… sentía que había partes del rompecabezas que no tenía… la figura no se me formaba… y en este proceso debo decir que la terapia me ayudó mucho… pero yo también puse mucho de mí para poder estar donde hoy estoy… con los pies sobre el pasto fresco… tocando la tierra… sintiéndola… ya no más en esa torre encerrada y aquietada por versiones, por mentiras, por rencores que muchas veces ni siquiera eran propios…
… Ya dejé de ser como Rapunzel… Ahora qué papel me tocará interpretar?...

Finalmente Juana sorbió un poco de té que, por supuesto, le pareció que estaba demasiado fuerte, por lo que tiró el que se había preparado y volvió a hacerse otro.

Agarró el nuevo libro que tenía por descubrir para adentrarse en una historia de ficción… ajena. Quería distraerse un rato largo y no había nada en el mundo que la abstrajera más que una buena lectura. Podía permanecer horas haciendo esa única actividad.

Recostada sobre el sillón con la taza de té apoyada directamente sobre el piso, abrió el libro y se sumergió en ese mundo de caracteres y espacios para volar un rato largo.

Cuando lo advirtió, eran las ocho de la noche. Su panza emitió unos quejidos extraños en clara señal de hambre. Sabía que no había mucho por inventar en la cocina con las cosas que tenía, así que no dudó ni un instante en marcar el número de teléfono de los chinos y pedirse un arroz con huevo y pollo con salsa agridulce.

… En qué andará la colgada de Euge? Hace como una década que no la veo… qué raro que no hablamos en todos estos días… mañana la llamo…

Puso un vino blanco que sacó de la alacena en la heladera y en ese mismo acto, advirtió el pote de queso con hierbas, para comerlo con unos grisines que tenía guardados en un tupper hermético de plástico que le había regalado su mamá.

El paraíso.

Por la paz que estaba sintiendo, por la sensación de estar tranquila con ella misma y con lo que había decidido, por respetarse y cuidarse. Y, por supuesto, por saber que iba a comer muy rico y con buen vino.


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