jueves, 29 de marzo de 2012

Angustia NN

Miró el reloj. Estaba retrasada. Era extraña esa situación en ella, que siempre buscaba llegar en horario. Por eso, quizás, estaba levemente nerviosa.
Saludó a Mario casi con un soplido. Distraída se chocó con el paragüero que estaba vacío, porque se trataba de un día de sol pleno. Suspiró.
La noticia del embarazo la había puesto en una doble dimensión. Una sensación de júbilo repentina y un temor que venía desde un lugar desconocido y, sin embargo, muy cercano.
Prendió la computadora y vio entrar a Federico. Sin mediar palabras, lo abrazó.
-          Qué pasa princesa? Le preguntó Federico con una ternura propia de una madre.
-          No sé… estoy angustiada.
-          ¿Angustiada? ¿Por qué? ¿Qué te pasó? ¿Tu angustia se llama Sebastián quizás?
-          Nooo… nada que ver… te juro. No sé… no sé de dónde me viene.
Algo despistada, arrancó su día laboral contestando mails y leyendo algunas noticias en los diarios online. A media mañana tenía una reunión con un cliente y necesitaba preparar el material para ese encuentro.
…Dios! Cómo me está costando concentrarme!!, pensó.
Cuando salió al mediodía para almorzar, decidió llamar a su psicólogo. Había preferido salir sola, para poder despejarse y hacer precisamente ese llamado. Tenía la necesidad de aminorar su angustia con esa palabra que para ella era la autorizada.
En los últimos tiempos, muchas escenas se habían puesto en juego sin que ella pudiera si quiera ordenarlas para saber qué papel jugaba. ¿Ex novia? ¿Posible futura novia? ¿Solterona? ¿Cómplice? ¿Metida? ¿Tía? Sebastián, Julieta, su hermana, Eugenia, su hermana, Sebastián… los personajes iban y venían en su cabeza sin un orden definido. De repente, se le materializaron múltiples preguntas para las que no tenía respuestas. Estaba confundida sin tener un problema aparente. Angustiada sin tener una causa concreta.
… No puedo ser tan complicada! Ahora qué carajo me pasa?
Volvió del almuerzo con más inquietudes que resoluciones. La llamada al psicólogo no la había dejado del todo conforme, del todo tranquila. Sólo podía atenderla recién el miércoles, en su horario habitual, ya que no tenía otro espacio. En realidad, le preguntó si realmente necesitaba encontrarse antes, en tal caso él podía “correr a algún paciente, reordenar su agenda, tratar de ubicarla”. Pero ella sintió que era una caradurez absoluta… ¿Qué le iba a decir cuando le preguntara qué le estaba pasando? ¿No sé? ¿Angustia sin nombre definido?
Prefirió esperar su turno.
Juana era tan sobreexigente con ella misma, que ni siquiera se permitía estar angustiada sin saber el motivo. Todo tenía que tener un nombre, una fecha, una etiqueta, un rótulo específico. Lo que se saliera de esos márgenes era absurdo, ridículo, nimio… y sin embargo, era la piedra en su zapato.
A media tarde, su cabeza parecía un tambor de murga rioplatense. Se paró para ir a cargar la botellita con agua fresca y aprovechó para tomarse un ibuprofeno. Salió por el pasillo y se dirigió al baño. Entró por mero reflejo antes que por necesidad. Se sentó pensando en  todo y en nada. Hizo pis. El pis salió con un tono rosado. Señal de que se había indispuesto o estaba pronto a suceder.
Se puso a llorar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario