martes, 3 de abril de 2012

Amén Psicoanalítico

-          Me puse a llorar…
-          A dónde?
-          En el baño.
-          Y qué pensabas en ese momento?
-          En nada, solo empecé a llorar… ves como estoy de angustiada ahora que lo cuento? Juana trataba de explicarlo lo mejor posible, a pesar de su inocultable angustia que le estaba empezando a entorpecer el habla, al tiempo que gesticulaba tratando de ayudarse para armar el relato.
-          Seguramente en algo pensaste.
-          No, yo siento que no… siento que fue un momento de descompresión absoluta. Estuve todo el día como incómoda, dando vueltas… viste como cuando querés dormir y no podés y tenés sueño pero no podés… y girás y girás en la cama y tenés la sensación de cansancio, pero no lográs conciliar el sueño…?
-          Sí…
-          Y al otro día te levantás más cansada que antes, como exhausta.
-          ¿De qué estás cansada?
-          De nada, era un ejemplo. Contestó Juana por rebote lingüístico, antes que por haber reflexionado su respuesta.

El psicólogo permaneció en silencio. Esperó.

-          …bueno, si me preguntás… te puedo decir… estoy cansada de ser siempre la que recibe la buena noticia sin ser la protagonista.
-          Ajá…
-          Estoy cansada de ser la buena de la familia y sostenerle a mi mamá su llanto y su angustia a causa de mi hermana. Ah! Ahora que me preguntás, estoy cansada del egoísmo de mi hermana. Estoy cansada de ilusionarme con personas y situaciones que no son reales, que siento que las invento yo… que las creo en mi cabeza.
-          ¿De quién estás hablando?
-          De Sebastián estoy hablando, de Sebastián… De a poco, el tono de Juana dejó de estar cargado de angustia para pasar a tener un tenor más grave, hasta agresivo.
-          Entiendo.
-          Estoy cansada de ser la amiga gamba, la que te acompaña a cualquier locura, a cualquier lugar sin preguntar, sin exigir nada.
-          Entonces, me decías, que no estabas cansada...
-          Bueno!! Sí, estoy cansada. ¿Contento?
-          Te vuelvo a preguntar: ¿De qué estás cansada Juana?
-          De querer ser madre y no poder!!!!!
-          ¿Pero que te hace pensar que no podés?
-          No puedo porque no tengo alguien al lado que me permita serlo. Quiero y no puedo. Cuando salí con Sebastián yo me había imaginado con panza, conviviendo con él, juntos… y él me quebró ese sueño en mil pedazos, se cagó en mí!!!
-          Vos se lo dijiste?
-          No así no… ni así, ni de ninguna forma.
-          Y eso todavía te duele…
-          Sí, absolutamente. En ese momento, él quebró en mí no sólo la relación, sino la posibilidad de ser madre. Después comprendí que la situación no era… que no era la ideal… sin embargo muy adentro mío quedó ese vacío por no haber podido lograrlo. Con esto no quiero decir que no lo pueda hacer en un futuro… pero ahora que lo digo me doy cuenta que eso todavía no se lo perdoné. Yo no solamente fui mujer con él, sino que potencialmente… a ver… fui madre.
-          Juana, vos podés ser madre. No ahora quizás. No mañana. Pero con Sebastián o con otra persona vos podés construir una pareja y, llegado el momento, tu maternidad.
-          Sí, lo sé… Juana miró el techo, encontrándose devuelta con la mancha de humedad que al principio hallaba desagradable y ahora se había convertido en parte de su escenario natural… se había acostumbrado tanto a verla, que de faltarle, la extrañaría… A veces siento que no soy normal…
-          ¿Por qué?
-          Porque siempre tengo un rollo. Ahora estaba perfecta. Me encontré con mi papá a almorzar, ves? Ni te hablé de eso que para mí es tan importante…
-          Bueno, parece que esto también es importante para vos.
-          Sí, supongo que sí.
-          Juana, la fantasía de no poder ser madre es más normal de lo que vos creés. Pero es eso, hoy al menos es eso, una fantasía.
-          Si, no?
-          Sí. Bueno, vamos dejando acá…

Se levantó del sofá y como había estado jugando con su propio pelo de forma descontrolada, tenía todo el cabello embarullado. Saludó y se fue.

El aire la abrazó cuando abrió la puerta de calle. Había dejado en la sesión la angustia y la bronca que la habían sujetado durante todo el día.

…Dios, haceme recordar siempre esta sesión para pensarlo veinte veces antes de querer algún día abandonar este espacio… Amén.

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