Cuando despertó esa mañana de
domingo no era la misma Juana del día anterior. La lección que alguien había
dispuesto que ella aprendiera, en lugar de animarla a ir por más, la había
dejado sin ánimo.
Decidió saltearse el almuerzo; se hizo un té, como para tomar algo. Avizoraba
un domingo triste y eso la ponía aún peor… qué estúpida había
sido por creer nuevamente en Sebastián, al fin de cuentas, a la primera de
cambio había elegido estar con otra mujer… qué
estúpida… y esa frase funcionaba como látigo en manos de un verdugo mental.
Un día gris la estaba acompañando,
tanto afuera como adentro. Afuera, ni los pájaros cantaban, parecían haber
huido a un lugar más seguro, sin tanta lluvia. Adentro, ella estaba como esos
pajaritos… volada por algún lado que vaya uno a saber cuál era.
Juana empezó a pensar que ese
tenía que ser su destino de domingo, cuando sonó su celular. Quizás, alguien en
este mundo se había acordado de ella.
-
Hola...
-
Hola… qué vocecita… qué anda pasando??- Uff…
- Mmm… me perdí de algo me parece.
- Ay…
Juana sólo podía articular onomatopeyas… le dolía tanto el pecho a causa del cúmulo de angustia, que si emitía más de una palabra entera, se iba a largar a llorar.
-
Amiga, te llamaba para ver si querías hacer algo, juntarnos
a tomar unos mates, pero ahora que te siento así, si querés voy para allá…
-
Ajá…- Bueno, voy eh… esperame.
- Dale…
Juana ahogó instintivamente sus lágrimas, reservándolas para que alguien más las secara… o las comprendiera. Ya estaba cansada de llorar sola.
Mientras esperaba la llegada de
Julieta, intentó buscar alternativas de distracción. La tele sólo presentaba
malas películas de domingo, que ahondaban aún más la sensación de amargura. Estas películas deberían sacarlas de
circulación, son perjudiciales para
la salud- pensó.
Diario no tenía, revistas menos.
La computadora, luego de revisar los mails –la mayoría de los cuales resultaron
publicidades de descuentos y promociones- también terminó por aburrirla.
Cuando ya había agotado todos los
recursos disponibles, Julieta tocó el portero.
-
Subí gorda…- Gracias a Dios que llegó.
Esos escasos segundos que Julieta demoró en subir, para Juana fueron eternos, interminables… conteniendo ese maremoto de emociones en el centro de su cuerpo, no daba más.
Al abrir la puerta, sin mediar
palabras, Julieta la tomó entre sus brazos en el más cálido abrazo que haya
brindado alguna vez…
- Juanita…
Las lágrimas comenzaron a salir disparadas de los ojos de Juana como balas perdidas, mojando todo lo que estaba a su alrededor. El hombro de Julieta, su propia ropa y el papel de rollo que su amiga le alcanzó.
Cuando Juana recuperó un poco la
calma, y dejó de empapar todo en su camino, Julieta quiso saber qué había
pasado… no entendía nada…
Tras narrarle lo acontecido con
pelos y señales, Julieta no dudó en aconsejarle:
- A ver Juanita… te entiendo eh… te entiendo… pero lo que menos tenés que hacer ahora es echarte culpa de nada… me explico? Vos te la jugaste…
- Sí, tarde…
- Pero bueno… te la jugaste… y si te salió mal, no importa, lo importante es que te la jugaste…
Juana hablaba y no podía creer lo
mal que se sentía. No pensó en una primera instancia que ese desplante de
Sebastián podía causarle tanto dolor. Llegaron sabiamente a la conclusión de
que ella estaba más enganchada de lo que pensaba –y había asumido- con él.
Luego de hora y media de charla
circular, Julieta dijo basta.
-
Nena, nos vamos!
-
A dónde? Ni borracha salgo…- Sí, sí, nos vamos… vamos al shopping, al cine, salgamos. Si nos quedamos diez minutos más acá, nos vamos a asfixiar.
- Ayy pero Juli… ni ganas de salir.
- Mirá, ya sé que no querés salir, pero no te estoy preguntando, te estoy obligando. Vamos, te ayudo a elegir algo que ponerte. Salimos, está fuera de discusión.
De jeans y con piloto, Juana
abandonó su departamento para compartir lo que quedaba de la tarde con su
amiga. Salvadora indiscutida, Julieta había tenido razón: diez minutos más allí
y terminarían sin aire. La salida, en cambio, le permitió a Juana respirar
profundo, ver gente pasar, comer algo rico y hasta animarse a una película. Por
supuesto, las de romance estuvieron prohibidas…
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