lunes, 10 de diciembre de 2012

Cerrado por lluvia

La montaña rusa a la que se había subido Juana, sin pagar entrada y sin verificar las medidas de seguridad, la estaba paseando de aquí para allá.

Llegó a estar casi en la cima del mundo, sintiendo el aire fresco en la cara, tocando prácticamente el cielo con las manos…

-          Hola… Juana? -Volvió a repetir Sebastián, luego de un primer hola que no recibió respuesta.

-          Sí Sebas, soy yo…-dijo Juana tímidamente.

De pronto el carrito empezó a descender, primero despacio… y luego a un ritmo que casi la obliga a Juana a escupir el corazón por la boca.
 
-          Sebas, quién es? -Se escuchó de fondo, del otro lado de la línea.

Juana siguió descendiendo y el carrito pareció seguir de largo, como internándose en el mismísimo infierno… sintió un calor muy fuerte en el estómago y en la cara… empezó a transpirar profusamente y tuvo ganas de: 1) mandarlo a la mierda, 2) preguntarle quién era esa chica, 3) autoculparse por haberlo llamado… Vah, todo junto en realidad, 1, 2 y 3, el combo completo. Pero…

-          Estás ocupado?
-          Sí… -contestó incómodo-. Ahora sí… te llamo más tarde, dale?
-          Dale, dale… hablamos.

Una principiante de actuación, en su primera presentación ante un auditorio colmado, lo hubiera hecho mejor que ella… no pudo ocultar su desagrado ante la situación, a pesar de haber medido sus palabras y haber contestado lo políticamente correcto.

Cuando cortó, se quedó inmutada… pasaron varios minutos hasta que recuperó el movimiento, dejo el teléfono y volteó para mirar por la ventana…

No lo puedo creer… lo re interrumpí… Dios… - su cabeza comenzó a disparar pensamientos.

Juana estaba atontada, recién bajada de la montaña rusa, no sabía si vomitar o volver a dar otra vuelta… después de todo, la adrenalina había resucitado cierta parte dormida del cuerpo.

Lo perdí…

Internamente la angustia empezó a recorrerla a través de sus venas, como un veneno tóxico invasivo, que a la velocidad que se diseminaba, iba a terminar por aniquilarla en breves segundos más…

No lo puedo creer… estaba con alguien…

Juana se hablaba a sí misma y en voz alta, como para autoconvencerse de lo que acababa de vivenciar. Se hablabla así misma sola en un departamento de Belgrano, que empezaba a oscurecerse a medida que un grupo de nubes se iba amontonando desprolijas, como en un patchwork de aire y humedad.


Suspiró, tratando de liberar algo de esa carga de angustia… tanto había acumulado en esos minutos desde que había terminado la conversación, que cuando suspiró, pareció largar mini cuchillitas por la garganta, que la dejaron ronca, sin aliento, sedienta.

Frente a la ventana, el cielo se oscureció, las nubes se prendieron unas a otras esta vez con más fuerza, logrando una composición pictórica aún más intensa; el viento comenzó a soplar fuerte removiendo hojas de árboles por el aire y haciendo bailar a algunas prendas en los tendederos de los balcones vecinos…

Juana comenzó a llorar.

Casi al mismo tiempo que el cielo se prendió con un relámpago fluorescente que iluminó los techos y rebotó en las ventanas, seguido de un trueno que hizo temblar hasta las paredes, Juana empezó a llorar.

Luego, una cortina de lluvia inundó el paisaje. El agua era tal que Juana sólo veía blanco… blanco afuera, y vidrioso adentro, ya que sus ojos estaban igual de inundados…

Lo perdí…

Así, Juana, parada en el medio del living, mirando hacia la ventana y llorando en silencio, permaneció inmóvil viendo cómo afuera diluviaba… dejando que el tiempo pasara… dejando que la lluvia cayera…

El parque de diversiones que tanto la animó al comienzo, había cerrado sus puertas por mal tiempo, dejando sin juegos ni montañas rusas a los asistentes.

Y estaba bien… a veces, jugar bajo la lluvia, puede ser muy peligroso. Quizás, esta vez Juana, había aprendido la lección.

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