miércoles, 20 de julio de 2011

Las brujas no existen, pero...


Pispeando para saber qué había exactamente entre la lechuga y el tomate. En esa actividad tan trascendental se encontraba Juana cuando Mara se acercó para iniciar una charla.
-          Qué amoroso este saquito. Le dijo a Juana apenas rozándole el codo del brazo derecho.
Inmediatamente, con sándwich de miga entre las manos, Juana pensó: amoroso?! Lindo, moderno, canchero… con onda… copado… vintage… lo que quieras… pero amoroso?? Amoroso es un cachorrito de labrador, amoroso es un bebé, ahora decirle amoroso a un saquito no da!!!

Juana sonrió. Se llevó el sándwichito de miga a la boca.
-          Y me encanta el color de tus uñas.
-          Rojo, sí, está bueno, no?
-          Divino!
Juana no entendía muy bien para dónde quería ir Mara. Lentamente, se acercaron también Virginia y Evangelina. Convención de harpías.
-          Hola señoritas… qué andan haciendo? Dijo Virginia.
Juana pensó: yo con ella nada…! Ella se me acercó e interrumpió mi inspección culinaria…! Qué hice para merecer esto!!?!
-          Acá estamos, conversando con Juanita, una amorosa total. Pero te corrijo, yo soy señora… ella es señorita. Yo estoy felizmente casada Virchu….
En menos de quince minutos, Juana había escuchado la palabra amorosa dos veces y ese hecho le producía cierta picazón en la cabeza, en la pierna derecha y en la espalda. Una alergia incipiente pero intensa.
-          Vos estás más rellenita, no? Le preguntó Evangelina a Juana.
Ahhh pero qué terrible hija de una gran…. Juana puteó en hebreo, mapuche y guaraní antes de contestarle…
-          Puede ser. Por culpa de algunos como este - Señaló el sandwichito… o lo que quedaba de él en realidad- Vos, los probaste?
-          Nooo, mi amor… antes, me corto una mano.
-          Pero comés?
-          Como sí, como. Ensaladas, soufflés de calabaza, tartas… eso sí, sin masa, tartas sin masa. Estoy muy en la onda ortomolecular. Escuchaste algo sobre la medicina ortomolecular?
-          Sí, a Moria la escuché…
-          Bueno, Moria no es el mejor exponente quizás… pero te puedo asegurar que te cambia la vida.
No había nada en este mundo que a Juana le interesara menos que el comentario superfluo de Evangelina… bueno, quizás algunas cosas había: cómo se hace un barrilete; de qué estaba compuesta la atmósfera primitiva; cuál es el quinto elemento de la tabla periódica… 
A Valeria no había tenido oportunidad de acercarse en toda la fiesta. Había estado en todo momento  rodeada de gente; gente con la cual Juana mucho no quería interactuar. En ese momento, necesitaba una excusa urgente para retirarse del campo de batalla femenino, en el que estaban dispuestas a jugar las amigas de su hermana. Las balas volaban de un lado al otro y Juana no entendía por qué ella estaba, de repente, con la manzanita arriba de la cabeza.
-          Ayyy chicas, me disculpan… me parece que me cayó mal algo… enseguida vuelvo… Juana se dirigió a las harpías con voz de nauseabunda y agarrándose el estómago de forma exagerada.
-          Viste! Te dije… hay que comer más sano. Si querés te paso el sitio web de la clínica a la que estoy yendo acá, son bárbaros, y también tienen una sucursal en Buenos Aires. Querés???
-          Dale, dale, después se la pasás a Vale y ella me la pasa, sí? Juana iba diciendo esto, mientras subía las escaleras y se perdía en la oscuridad del piso superior.
Ayyy qué alivio dios mío… tanta pelotudez y superficialidad juntas, me iban a fritar el bocho… tendría que sacarme el mal de ojo… otra que pulserita roja, tendría que haberme colgado un collar de ajos para espantar a estas brujas…!!

Se tiró en la cama. Más bien, se dejó caer. Cayó desplomada. Suspiró profundo. Esta vuelta había zafado más rápido de la situación y por lo menos había comido un poco más que la última vez. Se dijo a sí misma, que al año siguiente iba a inventar alguna enfermedad con tal de no poner un pie en la ciudad cordobesa. Ni siquiera sabía si el regalo le había gustado a Valeria. Su mamá se lo había dado, mientras ella estaba durmiendo a la tarde. 

Me quedo acá un ratito, hasta que soplen las velitas, ahí bajo devuelta, canto el feliz cumpleaños y seacabose.

Necesitaba un poco de paz. Extrañaba tanto a sus amigas… pero ahí tenía un temón a resolver con Julieta…  con lo cual, el solo hecho de pensar en ella, le provocaba cierta incomodidad que no sabía cómo diluir. Se sentía agotada, como sin aire. Somnolienta. Agarró una manta de polar que estaba en el placard y se tapó para no sentir frío, mientras esperaba al momento de la torta y el brindis. Cerró los ojos para descansarlos un poco de la luz. De a poco, las voces y la música se fueron distanciando. En unos minutos, el murmullo se hizo lejano. 

Juana se despertó al día siguiente. A las 8:07 de la mañana exactamente. El reloj digital que se encontraba arriba de la mesita de luz, se lo comunicó en luces rojas.




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