martes, 19 de junio de 2012

Se hizo la luz!

Después del primer día de trabajo, tras haber estado enferma, Juana no tenía muchas ganas de ir al psicólogo; sobre todo, porque sentía que no tenía demasiado de qué hablar. Y además, hacía un frío de locos.

Caminando hacia la parada del colectivo, Juana sintió como su nariz empezaba a congelarse… tenía una fiaca tremenda, le tiraba mucho más la idea de volver a su casa y tomarse una buena taza de café con leche -mirando la tele desde el sofá-, que seguir a su cita de todos los miércoles. Pero el botón de la culpa se accionó. Últimamente, no estaba haciendo una terapia tan prolija como a ella le gustaba. Faltaba, avisaba a último momento, después trataba de recuperar la sesión y ya no había espacio. Eligió seguir derecho para el diván.

Entró y se fue sacando la ropa de abrigo como capas de cebolla. Pelándose de a poco. Cuando se recostó sobre el diván, esperó a que el psicólogo le hiciera la pregunta de rigor… esa pregunta que a ella la hacía sentir que podía poner play tranquila.
-          Bueno, ¿cómo estás?
-          Bien…
Esperó a que le volviera a preguntar. Pero no preguntó, pidió.
-          Contame…
-          La verdad-verdad… no tengo mucho de qué hablar…
-          Bueno, contame lo que tengas ganas y vemos…
-          Bueno… quizás lo más importante fue que mi hermana le dijo a mi mamá que está embarazada, por fin… no aguantaba más ser yo sola la que sabía la verdad…
-          Ajá…
-          Así que eso me puso contenta.

Juana no estaba colaborando demasiado. Tantas otras veces había llevado temas mucho menos profundos y, sin embargo, le había sacado mucho más jugo…

-          Y eso… qué sé yo.
-          Bueno, se están acomodando algunas cosas, no?
-          Sí, por suerte sí…
-          ¿Y Sebastián?
-          Ah… Sebastián nada.
-          ¿No supiste más nada de él?
-          No, sí-sí… el fin de semana quedamos en vernos.
-          ¿Y se vieron?
-          Siii nos vimos… no como yo pensaba, pero nos vimos.
-          ¿Y vos cómo pensabas?
-          Es que era nuestro primer encuentro después de San Pedro, viste? Entonces yo tenía –digamos- bastante ilusión… nos habíamos visto en el medio, pero había sido en el velatorio de la abuela… como que el contexto no ayudaba… ahora en cambio, iba a ser distinto, íbamos a salir, a tomar algo…

Una compuerta, de repente, se había aflojado. El agua que corría eran las palabras…

-          Pero bueno, el encuentro quedó un poco trunco porque me enfermé re mal.
-          ¿Qué tuviste?
-          Angina pultácea…
-          ¿Angina?
-          Sí… un bajón, me subió re mal la fiebre y me tiró para abajo, al final él quiso venir igual a mi casa, y se vino nomás… así que, ver nos vimos, pero bueno…
-          Angina… qué casualidad…
-          Siempre me agarra… además con estos días de frío peor…

En ese momento, Juana se dio cuenta que la última frase que el psicólogo había pronunciado, llevaba puesto un tono de sarcasmo…

-          Pero por qué vos decís así… “angina, qué casualidad”?
-          Decímelo vos.
-          No sé jajaj ni idea… la verdad es que yo tenía muchas ganas de verlo, estaba vez de verdad, quería encontrarme con él, sin vueltas, y quizás bueno… lo digo… tener una noche de buen sexo… y no sé si mucho más que eso.
-          Ok, pero últimamente vinimos trabajando algo en relación a tu vínculo con Sebastián, no?
-          Qué? No me acuerdo…
-          Bueno, vos la otra vez me contaste que estabas muy angustiada, que terminaste llorando  en el baño de tu trabajo… te acordás?
-          Sí-sí obvio, de eso me acuerdo. Ese día tenía un nudo trabado en la garganta mal…
-          ¿Dónde?
-          En la garganta…

Sólo faltó la música de fondo en ese momento; sólo eso: una música celestial que sonara del más allá. Todos los otros componentes estuvieron allí presentes: la iluminación, los destellos y la claridad, que la hicieron sentir a Juana que estaba viendo la luz… pero no, no estaba muriéndose, acababa de darse cuenta del punto que le venía marcando  el psicólogo hacía más de trescientas sílabas…

-          Ese día me contaste, que había una situación que a vos te seguía causando dolor, y que no lo habías podido hablar con Sebastián.
-          Sí… es verdad. Te conté que me había dado cuenta lo mal que me había hecho el corte con Sebastián, porque no sólo significó eso para mí…
-          Había significado mucho más, no?
-          Sí, básicamente en ese momento, la posibilidad de ser madre. Porque con él yo había creado esa idea, y si la alimenté dios…! Ahora creo que la alimenté más sola que acompañada.
-          Bueno, eso no lo sabés.
-          Pero si me dejó!
-          Pero eso no significa que él no haya querido tener un hijo con vos u otros proyectos… solo sabés que él en un momento decidió distanciarse. No sabés por qué. ¿El otro día que se vieron lo hablaste con él?
-          No! Por supuesto que no.
-          Entonces…

Y Juana completó la frase como si fuera un ejercicio que la maestra le estaba pidiendo en el colegio.
- … la agina no fue casual.
- La angina no fue casual.
- Pero hacía frío…
- Sí, pero más que frío, había cosas por decir…
- … que me callé.
- Ajá.

Siempre que Juana pensaba que tenía un mejor plan antes que ir al psicólogo, el mejor plan resultaba ser: ir al psicólogo.

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