domingo, 26 de diciembre de 2010

Tarde de spa casero

El despertador sonó seis y media de la mañana.

“¡Qué boluda! Me olvidé de desprogramarlo. Dormite YA Juana, porque te pego un sopapo”, se dijo a sí misma.

Volvió a dormirse instantáneamente. Abrió los ojos devuelta a las diez y media de la mañana. Se levantó y se hizo unos mates amargos. Se lavó los dientes, se puso el jogging y se fue a depilar.

No hay peor cosa en el mundo que irse a depilar. Nada. Absoluta y definitivamente nada. De todas formas, existen reglas de oro a respetar que pueden evitar demoras y molestias innecesarias y se divirtió repasándolas mentalmente una por una:

-          No te depiles cuando estás por indisponerte, porque duele más.
-          No te depiles si ayer te mataste con el sol, porque se te sale toda la piel.
-          Ni se te ocurra pasarte crema humectante antes de irte a depilar, porque la cera “no pega más”.
-          No te pases maquinita en el cavado, porque después, cuando te está creciendo, te pica como loca.
-          Si se te encarna, no te aprietes los granitos, porque te queda todo marcado. Dejalo en manos de una profesional.

Había como tres mujeres adelante. Dos se hacían “todo”. Y la tercera, bozo y axilas. Tenía como para una hora fácil, pero ningún problema. Tenía tres Gente, dos Caras y como cinco Paparazzi para entretenerse.

“¿Maru de vuelta mamá?", era como una noticia repetida… "Rial se pelió con Sofovich"… bue, historia vieja. "Ayyy qué fuerte está este tipo… y está con esa insulsa por favor… a esta las tetas le quedaron como el orto… ja! También lo tiene operado, qué gracioso”.

Un “¿Quién sigue?” Interrumpió su erudita lectura.
-          ¡Yo!
-          ¿Qué te vas a hacer?
-          Pierna entera y cavado.

Los hombres, salvo Federico y el veinte por ciento al que él se había referido el día anterior, desconocían a ciencia cierta de qué se trataba la depilación. Estar en frente de una total desconocida, al menos la primera vez, y abrir tus piernas como si fueras a traer a tu primogénito al mundo, pero no. Desnudar tu intimidad. Poner al descubierto tu alma. Y encima para que te tironeen, te pongan cera caliente y ni siquiera las puedas putear con tranquilidad. Tendrían que establecer tarifas diferenciales. Depilación completa sin puteada $ 50. Depilación completa con puteada $ 70.  

“Tengo que averiguar por la depilación definitiva”… prácticamente se regañó a sí misma…“lo voy a anotar en mi lista de pendientes”… se consoló.

Esa lista, era una lista de cuadernito Gloria en donde anotaba todos los quehaceres, deseos y sueños que quería realizar. Una lista que se engrosaba mes a mes y que seguía siempre en el mismo estado: pendiente.

Antes de volver al departamento, pasó por el súper. En la heladera no tenía na-da. Y na-da, era na-da. Bueno, una lechuga pegada contra la pared del estante y una leche descremada de dudosa caducidad.

Compró hamburguesas de pollo, pan negro, mayoliva y papas light. Qué mentira que eran las papas light, pero le gustaban tanto, que se las ingeniaba para autoconvencerse de que eran verdaderamente light.

Se preparó el almuerzo y lo comió sentada en el puff en el balcón del departamento. El sol daba de refilón. Ideal…

La fiesta la ponía ansiosa. Tenía muchas ganas de salir con sus amigas y divertirse. Sabía que Euge iba a estar pegada a Javier –ese boludo- toda la noche, pero con Juli iban a poder ir y venir, criticando los atuendos de todos los presentes mientras tomaban una cervecita bien helada. Era un lindo plan. Estaba contenta.

Dejó los platos en la pileta y se fue a dormir una siesta. Se acostó boca abajo y no podía dormirse. Pensamientos al ataque.

-          ¿Qué le pasará a este tarado de Pablo que me saluda a medias?, ¿Se creerá que estoy esperando a que me salude? La verdad no lo entiendo…
-          Ayyy no la llamé a mamá ayer. Bueno, tampoco le dije que era seguro. Hoy la llamo antes de ir a la fiesta, así después no me llama cuando estoy allá para pasarme factura.
-          ¡Hablando de factura! Tengo que pagar la factura del teléfono ¿cómo puede ser que siempre me olvide!?...
-          ¿Qué me pongo hoy? Tendría que haber ido a Cabildo a comprarme una remerita. Pero no… con este calor. La camisa negra con la polle…naaaaa. No da, demasiado formal. A ver…. Mejor me levanto y me empiezo a probar.


No durmió nada e improvisó un probador en su propio cuarto. Se probó cinco pantalones. Decidió que uno podía pasar a mejor vida. Siete remeritas. Dos musculosas. Hasta que consiguió una combinación que la dejó conforme.

Había sacado una conclusión. “El cuerpo me cambió”, sentenció. No había forma de entender, sino, por qué el jean azul se negaba a subir del todo. No era que estuviese gorda, ella sabía establecer la diferencia entre estar gorda y que el cuerpo simplemente le había cambiado. Por qué luchar contra la realidad.

“Tarde de spa casero” –pensó para mimarse- y buscó las cosas para hacerse la manicura. No dominaba el área para nada, pero cada tanto improvisaba un mini salón de belleza. Repasó con una pincita sus piernas. Había quedado uno que otro pelo dando vuelta, después de la depilación de la mañana. Preparó un menjunje de azúcar y limón para pasarse por la cara, porque había leído que no sólo servía para limpiar sino para blanquear las manchas. Se pasó la mezcla frotándosela en movimientos rotativos, mientras esperaba a que se le secara la primera mano que se había pasado en las uñas del pie. Después se lavó la cara y miró la hora. Eran las cinco y cuarto. Faltaba una eternidad para encontrarse con las chicas. Se dio la segunda mano.

Mientras, puso la pava a calentar. Se prendió un pucho y el horizonte la invitó devuelta a pensar. Soltó una carcajada. Se acordó de la charla que había tenido con Elena el domingo pasado. No sabía por qué se le había cruzado esa conversación ahora.

-          Es así como te digo - le dijo Elena- creeme.  
-          ¿Pero es una teoría comprobada Ele?
-          Comprobada por mí, mi amor, y ya alcanza. Vos escuchame, que yo sé lo que te digo. Es el 60-40.
-          Ah… pero qué porcentajes tan definidos.
-          Es a-sí. El 60 por ciento de una pareja es el sexo. Si eso no funciona, el resto no lo sostiene. No hay vuelta que darle.
-          ¿Y el otro 40?
-          El otro 40 es el resto de la relación, el entendimiento, la conversación, la compañía no sexual digamos. Pero olvidate eh… si no ténes el otro 60, este 40 no sirve para nada.
-          Ayy Ele, me hacés reír.
-          Anotalo mi amor, anotalo.

La teoría 60/40 podía ser un buen título para un libro pensó, y una mueca de sonrisa se extendió de su comisura derecha. La pava chilló. El agua estaba lista para el mate.

Ele era la mejor amiga de su mamá. Hacía años que almorzaban juntas los domingos en el club, después de servir a quienes estuvieran en el bar. Muchas veces ella las acompañaba. Susy le preparaba su plato favorito, ravioles con estofado, y aprovechaban para discurrir en este tipo de teorías. Susy mucho no participaba, pero escuchaba atenta. Ele llevaba adelante sus disertaciones sobre el amor, el sexo, la familia, los amantes y la vejez.

Ele había partido corazones en el barrio. Había tenido más novios y amantes que Rita Turdero, pero nunca había llegado a casarse. Sentenciaba que el casamiento no era necesario, que los papeles arruinan las cosas, que mejor ir “picando por aquí y por allá”. Susy y Ele no eran tan parecidas, pero Susy le tenía un cariño entrañable. Y Juana había aprendido a quererla como a una tía.

Siguió con las manos, mientras se sirvió cuidadosamente otro mate. Le raspó la garganta. “Uhhhh otra vez anginas no, por favor” –casi suplicó. Se tomó un ibuprofeno por si las dudas. Llenó la bañadera con agua tibia y tiró unas sales para aromatizar. Las uñas ya estaban más que secas. Llevó el equipito de música y puso un CD de chill out. Se metió. Cerró lentamente los ojos y decidió no pensar. Quería dejar la mente en blanco. Inspiró hondamente y exhaló. Sonrió. Se hundió en el agua de golpe.

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