viernes, 8 de abril de 2011

Cauce natural

Camino al trabajo, se sentía aún con el impulso renovador del fin de semana. No siempre lograba descansar realmente durante el finde. Es más, muchas veces solía recargarlo con más actividades de las que tenía en la semana, y empezaba el lunes más cansada de lo que había terminado el viernes.

Pero esta vez no.

Esta vez se sentía liviana. Como con luz.

Llegó a la oficina puntual. Entró al edificio en el mismo momento en que lo hacían Anselmi y Gangster…

Mmmm flor de turritos estos dos, arrancan tempranito- pensó.

Y lejos de enojarse o fastidiarse con la situación, eligió divertirse.

-          Buen día Juana.
-          Buen día.
-          Después de acomodarte, venite a la oficina.
-          Ok…

Ella se preguntó y ahora con cuál se saldría Patricita. Pero dijo “má sí… qué sea lo que Dios quiera…”

Y parece que Dios estaba de su parte ese lunes.

-          Permiso…
-          Sentate por favor.

Juana tomó asiento, mirándola de frente.
-          Estuve revisando el temita de las cuentas, lo hablé también con José y acordamos que las cosas siguieran como estaban…
-          Cómo?
-          Vos mantendrás las cuentas que tenías y tus compañeros las que tenían. No voy a pasarle tus cuentas a los otros.
-          Ah –se sorprendió realmente Juana- ok…
-          Bueno, gracias, te quería comentar eso simplemente.
-          Gracias a vos. Hasta luego.

Claramente, a horas muy tempranas de la mañana en algún telo del microcentro, había salido el tema de las cuentas y Anselmi había puesto el grito en el cielo. Patricia podía ser su amante, pero Juana lo conocía muy bien y conocía bastante bien a Patricia también, como para suponer que, por arte de magia, había cambiado de decisión. Esto había sido impulsado por Anselmi, porque sabía que Juana hacía bien su trabajo, le gustara o no a Patricia.

De todas formas, a Juana no le importaba quién lo hubiera decidido, sino lo que finalmente había terminado sucediendo.

-          Faaaaaaaaaaaa
-          Jaja qué te pasa Juanita? Le preguntó Fede. Era raro que Juana saliera así de contenta de la oficina de su jefa.
-          Ayyy Fede… te quiero!
-          Estás más loca que nunca!
-          Chipi…

Al ratito Juana salió para una reunión con un cliente. Era un cliente bastante importante, que hacía años confiaba en la consultora. Siempre que iba, estaba allí de dos a tres horas. Le ofrecían facturas, jugo, café. Adoraba ir a esa empresa.

Cuando salió, después de haber comido de lo lindo, pensó que podía tomarse una coca light en algún barcito por ahí cerca y saltearse el almuerzo. El día estaba divino y el humor la acompañaba.

Antes de sentarse, sonó el celu.

-          Hola!
-          Hola Juana…
-          Quién habla?
-          Tu padre…
-          Ah…

El llamado la sorprendió profundamente. Ya no recordaba la última vez que la había llamado. Luego de tantos intentos fallidos, el padre había dejado de intentar. Y, por supuesto, desde que lo habían internado, no había vuelto a hablar con él.

-          Supe que me viniste a ver a la clínica.
-          Sí… bueno… cómo estás?

El padre, también estaba sorprendido a esas instancias. Hacía años que no llegaban a ese punto de la conversación.

-          Bien, recuperándome. Recién ahora me entero cuánto tiempo estuve en terapia. Tengo que seguir cuidándome por supuesto…
-          Sí claro. No fue joda lo que te pasó.

El interés de Juana era real. Y su papá así lo sintió.

-          Gracias hija…

Sus palabras, el tono en que las expresó, su pausa posterior… le pusieron la piel de gallina a Juana.

-          De nada.
-          Si te parece, cuando salga de la clínica, podemos almorzar un día, juntos. Querés?
-          Bueno, está bien. Pero primero tenés que recuperarte bien.
-          Sí, voy a cuidarme mucho, así te puedo ver antes.  Te extraño mucho.
-          Bueno pa (ese pa, que le salió sin pensar, la hizo ruborizar con el celular apoyado en la oreja…)…
-          Bueno Juana, no podía dejar de llamarte. Nos estamos viendo pronto. Un beso.
-          Un beso.

Que su padre hubiera dado el primer paso, significaba para Juana mucho más de lo que ella misma hubiese imaginado.

A veces la realidad, supera lo imaginado.

En su interior, desde que se había enterado los pormenores de la separación de sus padres, y había sufrido la posibilidad de no tenerlo más consigo, había comenzado a hacer las paces con él.  

Y este era, sin dudas, el broche de oro para la reconciliación. No del padre con Juana, sino de Juana con su padre.

Coca light en mano, Juana no podía creer cómo las cosas se estaban acomodando solas… en algunos casos, después de años… en otros, después de  días… el tiempo no importaba, sino la sensación de que todo llega. El perdón. El reconocimiento. El turno de decir no. El resultado de lo sembrado. Y todo se le estaba acomodando, de alguna manera, en forma natural... 






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