lunes, 9 de mayo de 2011

Flor de un día


Por una décima de segundo, el pecho se le hundió hasta el infinito. Sintió, de hecho, la infinitud dentro de su cuerpo. Es algo difícil de contar, porque es hasta difícil de sentir.

Juana se fue a dormir esa noche feliz.

Al despertar, todo había parecido un mal sueño. Pero, había sucedido en realidad. Había tenido miedo de estar embarazada, se había perseguido con cuanta sugestión se le presentó en el camino, y finalmente, había comprobado con mucho alivio que nada de lo que había imaginado, era cierto. Y, como una confirmación natural de lo que había marcado la tira reactiva la noche anterior, se despertó, indisponiéndose.

Juana sintió doble alegría.

Se asomó por la ventana, puso la cara al sol, se dejó iluminar y calentar las mejillas, mientras disfrutaba de un nuevo día sin hijos en un futuro. Al menos, cercano. Sin embargo, de repente sintió un leve cosquilleo inquieto en la boca del estómago. Cerró los ojos. Se vio a ella misma con un bebé en brazos. Se imaginó su cara. Vio sus ojos. Esos ojos la miraban. Sintió su tibieza. Acarició su cabeza. Era una imagen tan real, que cuando Juana volvió a abrir los ojos, los tenía humedecidos. No quería ser madre; no en esas circunstancias, pero sí se imaginaba siéndolo más adelante. En su ideal, con pareja estable y un hogar.

Revisó el celular y tenía un mensaje de texto. No podía creer que la gente escribiera tan temprano en la mañana. Pero se confundió; era de la noche anterior. Seguramente, entre test de embarazo y alivio, Juana no lo había escuchado.

Era Cecilia, que le recordaba el cafecito que se habían prometido tener. La invitaba esa misma tarde, a ir a un barcito divino por la zona del Botánico.

Di-vi-no!! No me podés decir que no.

El asunto iba a ser, cómo mirarla a los ojos, sabiendo lo que sabía, y aún no había podido encontrarse con Julieta y charlar en profundidad sobre el tema. Podía llegar a negarse, pero si no iba ese día, la cita se pospondría para otro… y para otro… y así indefinidamente. Y Juana, más allá del trasfondo de la historia que solo ella conocía, quería encontrarse con Cecilia. Recordar momentos, repasar historias, revivir la adolescencia.

Contestó que sí; que cómo se llamaba ese barcito.

Flor de un día. Después te paso la dire. Beso! Nos vemos!

Juana instantáneamente pensó: Qué irónico ese nombre justo hoy. La idea de que iba a ser madre duró… lo que una flor de un día.

Sonrió.

Otro mensaje cayó, mientras ella estaba poniendo la pava al fuego.

Sebastián.

Soñé con vos. Muy loco. Si querés, llamame y te cuento.

Juana prefirió seguir desayunando tranquila y prepararse para ir trabajar. Nunca estuvo más feliz de ir a buscar una toallita femenina y de ponerse una bombacha tamaño extra large. Prefirió dejar el sueño de Sebastián para más tarde. Podía esperar… 


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