miércoles, 4 de mayo de 2011

Paranoia..?

-          Y eso… siento una culpa terrible.
-          Por qué?
-          Por todo. Justo me vengo a encontrar con ella, después de… no sé cuántos años… y ese mismo día me vengo a enterar de que una de mis mejores amigas, se acuesta con su marido… no te parece poco, no?
-          Pero no entiendo el  por qué de la culpa…
-         
-          O acaso sos vos la que te estás acostando con su marido?
-          No…
-          Sos vos la que está casada con él?
-          No…
-          Sos vos la causante de esta situación?
-          No! Ya entendí el punto… pero me siento horrible igual… tengo una sensación de angustia acá… Juana se señaló el pecho.
-          En esta historia, te estás dando más protagonismo del que tenés Juana.
-         
-          Y el resto de tus cosas?
-          El resto, todo bien…

Juana se quedó pensando. Se produjo un segundo de silencio, aunque pareció un segundo eterno.

El ruido del reloj, en la amplitud del silencio, se magnificó sobremanera.

Juana, de repente, sintió una especie de huracán que se abalanzó sobre su rostro.

-          Ah!! Sí!! Cómo me voy a olvidar?!
-          Te escucho.
-          El otro día, así, de la nada, se me pasó por la cabeza que podía estar embarazada de Sebastián…
-          Embarazada? De la nada?
-          Bueno, de la nada-nada, no…
-          Entonces?
-          Es que, ya me tendría que haber indispuesto hace unos días… y bueno… sentada en el baño del trabajo, se me cruzó esa idea… que obvio es un disparate…
-          Y ya te hiciste un test?
-          No… todavía no. Le resté importancia.
-          Recién no pareció que no te importara…
-          Bueno, más vale, no quiero estar embarazada ni loca! Le resté importancia porque sé que me voy a indisponer en estos días, que es una cuestión de nervios, por lo que se me atrasó… digo… no?
-          Hacete el test y sacate la duda.
-          Ok.

Juana continuó la sesión hablando de otros temas “menores”, y se despidió hasta la próxima como lo hace habitualmente, con un beso en la mejilla.

Cuando salió, estaba empezando a garuar. El día anterior, se había presentado como la antesala de un día lluvioso.

Una extraña sensación le recorrió el cuerpo, poniéndole la piel de gallina. Dentro de su cabeza, empezó a girar la ruedita del hámster de manera implacable. Y ya no pudo dar marcha atrás.

Igual… no puede ser… me daría cuenta…

De distraída, casi cruza la calle con la luz en rojo. Se echó para atrás, cuando el bocinazo de un taxi, la obligó a hacerlo.

Tendría mareos… ganas de vomitar… pero qué boluda! No…

Llegó a la esquina de la avenida, y en frente, un cartel luminoso –quizás más luminoso que nunca antes- indicaba que el local era de Farmacity. Juana dudó, tratándose de autoconvencer de que la situación era un disparate, pero muy adentro suyo, el germen del temor iba creciendo.

-          Bueno, lo compro y listo… de última, lo guardo en el cajón. Dijo en voz alta, como si estuviera a solas.

Y allí salió Juana con el Evatest envuelto en la bolsa de Farmacity, bien adentro de la cartera.

Fue rápido para la parada del colectivo. Empezó a sentir frío en la nariz y le dieron ganas de tomar una sopa instantánea de zapallo light.

La puta madre! Esto no será un antojo, no? perooo… si seré perseguida… siempre me dan ganas de tomar una sopita, cuando vienen estos fríos cuasi polares… nada que ver…

Se subió al 59 que estaba a punto de rebalsar de gente. Una señora que estaba parada al lado suyo, pintada de más, vestida con todos los colores de la paleta cromática, tenía un perfume un tanto fuerte y demasiado dulce para la hora y para la estación. A Juana se le revolvió el estómago casi de inmediato.

Mmmm qué horrible el olor de ese perfume berretón… me voy a descomponer. Pensó para sus adentros.

Y, como si se tratara de un dibujito animado, abrió los ojos caricaturescamente y se dijo: no! No! Y no!

Por fin, pudo conseguir asiento. El primero de todos, al lado del chofer. Abrió un poco la ventanilla para sentir el aire fresco en la cara, y sacarse ese aroma nauseabundo de encima. Parecía tenerlo instalado en las fosas nasales. Estaba empezando a entretenerse, mirando las vidrieras que se peleaban por llamar la atención desde abajo, cuando se subió una embarazada y se vio obligada a ceder el asiento.

Okeeyyy. Ya entendí. Esto es un mensaje del más allá. Estoy embarazada? Eso me querés decir Dios? Porque no soy tonta… no! Primero, el antojo. Después, el mareo. Ahora esta embarazada acá… y allá, la que va caminando también… qué panzón terrible… esa mujer debe estar a punto de parir!! Bueno, volviendo… Dios… no me tires más señales… pará! Porque me voy a volver loca… o esperá a que llegue a mi casa y me haga el bendito Evatest… please!

Juana habló con Dios en su propio idioma, tuteándolo y nerviosa.

Se bajó del colectivo, caminó las dos cuadras y media que la separaban de su departamento y llegó en menos de seis minutos y medio.

Sola. Sola ella y el Evatest. Sola frente a un momento trascendental en su vida. Un momento que quizás, la marcaría para siempre; o quizás no. Un antes y un después.

De cualquier manera, se decidió a enfrentarlo. Fue al baño lentamente. Sacó la bolsa de adentro de la cartera y la prueba de embarazo de adentro de la bolsa. Le temblaban las manos. Torpemente, abrió el packaging. El corazón le bombeaba más de lo normal. Sentía como si se le estuviera a punto de salir. Miró la hora, tal vez para recordar, el instante preciso en el que se iba a enterar la verdad. Suspiró. Más torpemente que antes –dado que la torpeza aumentaba con el correr de los minutos y la cercanía del momento decisivo-, se bajó los pantalones, se sentó en el inodoro y colocó el tachito debajo, sosteniéndolo de manera imprecisa, haciendo fuerza para hacer pis. Finalmente dejó el tachito lleno, arriba de la mochila del baño.

Y se fue a la cama a rezar.

Cuando volvió, estaba plasmado el resultado en un rosa fuerte sobre el stick. La historia estaba escrita. 





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