lunes, 16 de mayo de 2011

No-Fi

En el subte, ya camino a casa, Juana recibió otro mensaje de texto de Sebastián.

No querés que te cuente entonces?

Ok. Qué soñaste?

Te puedo llamar?

La forma en que lo preguntó, la enterneció, y se vio tentada a decir que sí, pero fue más fuerte su barrera de defensa y le contestó: Sebas, no des vueltas, si querés contarme el sueño, contame, pero estoy en el subte, no puedo hablar, se nos va a cortar…

Ok señorita! Qué carácter! Soñé que tenías un hijo mío. Pedro se llamaba.

El azúcar le volvió a bajar. Se tumbó levemente sobre su lado izquierdo, apoyándose en el hombro grande de su acompañante anónimo. Sintió un frío que le recorrió el cuerpo y la enmudeció. No quería hablar, pero sintió que si lo hubiese intentado, se habría quedado sin habla.

No podía decirle que ella había pasado por todo lo que había pasado. La duda, los nervios, el Evatest, la imagen. No podía creer, por otro lado, semejante coincidencia. Pero no quería dar el brazo a torcer, ni por un instante.

Qué loco! Y qué feo nombre!! Jaja besos!

Prefirió hacerse la tonta y contestar… tontamente. Nada mejor que parecer divertida con la ocurrencia y evitar todo signo de asombro desmedido, misterio, intriga y búsqueda de coincidencias… porque, de esa forma, caería en sus redes. Y aún Juana no estaba preparada para hacerlo, aunque parecía que Sebastián, no se iba a dar tan fácil por vencido.

Sin embargo ese día, no sería el día en que se conectarían. Para eso, faltaba un rato más.

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