sábado, 14 de mayo de 2011

Tarde de trampa

Juana llegó primera al punto de encuentro. Realmente el barcito era hermoso. Un espacio sencillo, pero cargado de pequeños detalles de muy buen gusto y calidez. Un armario antiguo, lleno de vajilla “de antes”, de esas de la abuela. Mucha fuente, bandeja y presentación de muffins, cookies y tortas de varios colores. Atrás, un pequeño patio techado, que era el reducto ideal para charlas de amores y desamores, de deseos, de sueños y de ganas. Una música suave, ambientando el lugar.

Juana se sentó en una mesita ubicada en una esquina. Se pidió un té de durazno y se agarró una revista para ojear. Cecilia ya llevaba veinte minutos de retraso y ni noticias.

Mientras leía sobre "los colores que se vienen para el invierno" y las ofertas de labial, vio entrando por la puerta a… Julieta!

Cuando estuvo más cerca, le gritó: ¡Juli que hacés acá!

- Yo? Vine a tomar un café… y vos? Qué hacés acá vos?

- A tomar un café también, bueno, un té… de durazno… pero no importa. Con quién te vas a encontrar?

- Bueno… con Cristian.

- ¿!Qué?!

- Qué-qué

- Que no puede ser!

- Por qué?

- Por qué vienen acá?

- Por que sí Juana! Qué te pasa? Estás actuando muy rara! Y vos con quién te encontrás?

- Con nadie, por?

- Viniste acá sola?

- Obvio. Sola. Obvio. Saqué el barcito de una revista.

- No te encontrás con nadie?

- No, para nada. Ya me estaba yendo, es más.

- Ah si… bueno. Escuchame Juani, yo no soy tonta…
Por un instante a Juana se le paralizó el corazón. Su amiga continuó: si te pone incómoda verlo a Cristian, todo bien, le digo de encontrarnos en otro lugar.

Respiró aliviada.

- Ayyy sí Juli… amiga, cómo me conocés… yo no te quería decir nada, pero la verdad, me sentiría un poco rara. Mejor verlo más adelante, no te parece? si no fuera conocido, quizás sería más fácil…

- Totalmente de acuerdo. Dejá, lo llamo y nos encontramos en un barcito de acá la vuelta, que también está bárbaro. Hoy es algo rapidito, viste? porque aprovecha que la mujer… bueno… la ex mujer… se encuentra con una amiga.

No puedo creer que no sepa que es Cecilia... y no puedo creer que él diga que es la ex mujer... pensó Juana, pero dijo:

- Me imagino. Bueno, vaya, no pierda tiempo!

- Byes amiga! Después te cuento!

- Mua!!

Juana la siguió a Julieta con la mirada hasta la puerta. Es más, haciéndose la distraída, fue hasta la puerta y se cercioró de que su amiga doblara en la esquina, que estaba a escasos metros de la entrada del bar. Una vez que el cuerpo de su amiga se perdió de vista, volvió a sentir aire en los pulmones.

- Iujuuu Juana!

- Ceciliaaa!

- Hola, qué bueno que nos encontramos! Tenía muchas ganas de verte... Qué hacías en la puerta?

- Vine a tomar un poco de aire. Entremos, tengo reservada una mesa.

Juana se sentía con la presión baja, que revirtió con un pedazo de lemon pie grande. Necesitaba azúcar en sangre urgente. Bueno, eso, y una cama king size para dormir tres días seguidos.  
                                                      
Por dentro, mientras Cecilia hablaba sin parar, seguía preguntándose por qué esas cosas le pasaban a ella. Cuando por fin pudo conectarse en la charla, retomó la palabra.

-          Ceci, hace mil que no nos vemos. La verdad, es que todo lo que me contás, es re fuerte, no sé qué decirte. Además, con qué autoridad? Ya me ves, acá estoy, solita y sola…
-          Pero feliz.
-          Bueno, sí. Feliz. Y hoy te diría que particularmente feliz.
-          Por? Me perdí de algo.
-          Naaa…dejalo ahí. Bueno Ceci, lo único que te puedo decir es que si vos sentís que todavía lo amás, tenés que hacérselo notar (en ese instante sintió que estaba jugando en contra de su amiga y experimentó una leve sensación de culpa… pero ella, en el fondo, reprobaba esa relación, así que pronto recuperó su argumento)… porque, me parece, por lo poco que me contás, que vos también estás desconectada de él hace tiempo…
-          Sí, en eso tenés razón…
-          Bueno, quién te dice (se consoló pensando que su amiga se iba a salvar de una relación de segunda eterna… y que merecía algo mejor).
-          Ojalá dios te escuche, suspiró Cecilia.

Ojalá que no -pensó Juana- con las mentiras que vengo diciendo, seguro no me deja entrar al cielo...

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