Desde afuera se veía mucha luz y gente entrando y saliendo.
Gente con mucha onda, súper deportivos, con grandes bolsos y Gatorades en la
mano… Ella con su jogging negro topo (a causa del uso excesivo a lo largo de
los años), unas zapas bastante respetables y el buzo de Puma que se había
comprado en la liquidación de invierno del año anterior, cruzó la calle rumbo a
la puerta. Si no supiera a dónde se estaba dirigiendo, pensaría que se trataba
de un salón de belleza famoso. Su bolso, a diferencia del resto, parecía
bastante pequeño, ya que no sabía bien qué tenía que llevar. Más tarde, terminaría
por averiguarlo.
La gente a su alrededor parecía conocerse de alguna forma,
ya que se saludaban, o se llamaban por su nombre. Había un grado de
familiaridad ajeno a ella, a quien siempre la habían hecho sentir incómoda esas situaciones… no le gustaba sentirse muy afuera de nada, pero tampoco le
gustaba llamar demasiado la atención.
“Juana, adelante” -
se dijo.
-
Buenas tardes, vengo a anotarme.
Antes de que terminara la frase, la chica del mostrador
estaba explicándole los 500 planes que tenía como opción. Juana, algo mareada,
contrató el más caro, sin saber en el fondo si era el que le convenía o no. Un
poco para terminar con el trámite, y otro poco para poner un pie verdaderamente
en el gimnasio.
Le tomaron una foto, le dieron una tarjeta de ingreso, y le
recordaron que tenía quince días para hacerse el examen físico, o bien, llevar un
comprobante de que se lo había hecho afuera.
Juana estaba nerviosa, hacía como un siglo que no pisaba un
gimnasio… y menos uno tran grande. Esto
es algo así como volver a un boliche después de unos cuantos años… -pensó. Primero
tenía que mirar bien el lugar, tratar de ubicarse en el espacio… Era como
identificar a dónde estaba la barra y el chico que le gustaba… Por eso
antes de dar un paso en falso, se compró una Gatorade de color azul, sin saber
de qué gusto era… e identificó de reojo la flecha que la conducía al vestuario.
Cuando bajó, descubrió un mundo nuevo. Mujeres por mil.
Mujeres a montones. Chicas mirándose el culo en el espejo (quizás porque lo
tenían bien trabajado, quizás porque lo habían pagado caro… pero ahí estaban
mirándoselo sin más). Chicas que se peinaban como para una pasarela. Chicas
haciendo cola para dejar el bolso o retirarlo. Sprays volando por el aire.
Secadores de pelo funcionando. Ropa deportiva de última moda (de verdad,
ultimísima moda). Chicas en malla. Duchas y vapores. Espejos y bancos.
Percheros y desodorantes. Tetas operadas y tetas naturales. Cremas y cepillos.
Guauuuuu, ya estoy
agotada y ni empecé una clase...
Juana se había anotado en un gimnasio importante. No uno de
esos chiquitos de barrio, porque necesitaba arrancar con todas las pilas y
seguramente si iba a uno lindo, eso la iba a motivar más… Eso, y que había
pagado todo el año por adelantado… por lo que si lo dejaba, le iba a doler el
bolsillo, antes que el corazón.
Juana dejó el bolso y con coraje -y su humilde pantalón
negro topo- emergió del vestuario con aire de grandeza, dispuesta a arrancar su
primer día.
Se propuso hacer algo de ejercicio aeróbico, pero sin
excederse, porque sabía que su cuerpo no lo resistiría… por lo que se paró
enfrente de una cinta para comenzar.
Bien, sólo tenés que
arrancar, de a poco… cómo mierda se prende esto??? Voy a quedar como una
estúpida si pregunto. Tranquila Juanita, vos sabés inglés… aaaaah sí, quick
start…acá…
Y la máquina comenzó a andar, por lo que ella empezó su
caminata, sin soltarse ni por un instante del aparatejo bendito. No era joda. Si se soltaba y pisaba
mal, se iba de jeta contra la cinta y terminaba estampada en la máquina
del que estaba atrás…
De a poco, fue subiendo la intensidad y ahí advirtió que su
cuerpo empezó a transpirar… tanto, que las gotas le caían de la frente y por la
espalda… y ese fue el momento en el que se dio cuenta que no había llevado toalla… ¡Zas! Ahí está una de las cosas que me
olvidé de traer…- pensó.
Caminó unos veinte minutos,
y luego de bajarse de la cinta, sintió que las piernas le temblaban como
gelatina fuera del molde… de golpe el mundo hizo woooooowwww un giro fugaz y se tuvo que tomar de una baranda para
no irse al mismísimo demonio… estaba un tanto mareada, por lo que tomó un poco
de ese líquido azul que le habían vendido como si fuera oro, por el precio por
supuesto.
Cuando logró recuperarse, se secó disimuladamente la
transpiración fría con la remera. Estiró una pierna y luego la otra y decidió
encarar la siguiente máquina. Todos parecían muy concentrados en su actividad,
como en su propio mundo, salvo aquellos que mantenían calurosas conversaciones
de gimnasio… (cuáles serían, no?).
Se subió a un escalador, que hasta ese momento, ella
desconocía.
Escalador – Juana.
Juana – Escalador -Se autopresentó. Y comenzó a escalar hacia adelante, a
un ritmo tranquilo… al menos lo era, comparado con el ritmo que venía llevando
una quinceañera al lado suyo. Una de dos: o la piba se hacía la imagen de que
venía persiguiéndola un asesino serial, o quería tener mejor culo que Cinthia
Fernández… ¡pero no podía ser el ritmo que le imprimía…! Ella, más modesta,
decidió no tratar de imitarla, sino más bien, arrancar despacito.
No vaya a ser cosa que
me descomponga acá…
Y así estuvo durante los próximos (y eternos) 8 minutos, escalando sin
escalar, pensando en cómo había llegado a generar ese rollo de más, recordando
a sus amigas, repasando su día, pensando en Pedro, pensando en Sebastián…
Luego del ejercicio, fue en busca de su bolso, se lavó la
cara y se secó con papel. Se miró al espejo, y con el bolso en mano, dejó atrás
su primer día de gimnasio. Su primer día, después de algunos años sin
actividad. Y se sintió bien, porque se había dedicado un rato para ella misma.
Eso sí, la botellita de Gatorade se la guardó para
recargarla con agua la próxima vez.
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