martes, 23 de octubre de 2012

Gente con Swing


Desde afuera se veía mucha luz y gente entrando y saliendo. Gente con mucha onda, súper deportivos, con grandes bolsos y Gatorades en la mano… Ella con su jogging negro topo (a causa del uso excesivo a lo largo de los años), unas zapas bastante respetables y el buzo de Puma que se había comprado en la liquidación de invierno del año anterior, cruzó la calle rumbo a la puerta. Si no supiera a dónde se estaba dirigiendo, pensaría que se trataba de un salón de belleza famoso. Su bolso, a diferencia del resto, parecía bastante pequeño, ya que no sabía bien qué tenía que llevar. Más tarde, terminaría por averiguarlo.

La gente a su alrededor parecía conocerse de alguna forma, ya que se saludaban, o se llamaban por su nombre. Había un grado de familiaridad ajeno a ella, a quien siempre la habían hecho sentir incómoda esas situaciones… no le gustaba sentirse muy afuera de nada, pero tampoco le gustaba llamar demasiado la atención.

“Juana, adelante” - se dijo.

-          Buenas tardes, vengo a anotarme.

Antes de que terminara la frase, la chica del mostrador estaba explicándole los 500 planes que tenía como opción. Juana, algo mareada, contrató el más caro, sin saber en el fondo si era el que le convenía o no. Un poco para terminar con el trámite, y otro poco para poner un pie verdaderamente en el gimnasio.

Le tomaron una foto, le dieron una tarjeta de ingreso, y le recordaron que tenía quince días para hacerse el examen físico, o bien, llevar un comprobante de que se lo había hecho afuera.

Juana estaba nerviosa, hacía como un siglo que no pisaba un gimnasio… y menos uno tran grande. Esto es algo así como volver a un boliche después de unos cuantos años… -pensó. Primero tenía que mirar bien el lugar, tratar de ubicarse en el espacio… Era como identificar a dónde estaba la barra y el chico que le gustaba… Por eso antes de dar un paso en falso, se compró una Gatorade de color azul, sin saber de qué gusto era… e identificó de reojo la flecha que la conducía al vestuario.

Cuando bajó, descubrió un mundo nuevo. Mujeres por mil. Mujeres a montones. Chicas mirándose el culo en el espejo (quizás porque lo tenían bien trabajado, quizás porque lo habían pagado caro… pero ahí estaban mirándoselo sin más). Chicas que se peinaban como para una pasarela. Chicas haciendo cola para dejar el bolso o retirarlo. Sprays volando por el aire. Secadores de pelo funcionando. Ropa deportiva de última moda (de verdad, ultimísima moda). Chicas en malla. Duchas y vapores. Espejos y bancos. Percheros y desodorantes. Tetas operadas y tetas naturales. Cremas y cepillos.

Guauuuuu, ya estoy agotada y ni empecé una clase...

Juana se había anotado en un gimnasio importante. No uno de esos chiquitos de barrio, porque necesitaba arrancar con todas las pilas y seguramente si iba a uno lindo, eso la iba a motivar más… Eso, y que había pagado todo el año por adelantado… por lo que si lo dejaba, le iba a doler el bolsillo, antes que el corazón.

Juana dejó el bolso y con coraje -y su humilde pantalón negro topo- emergió del vestuario con aire de grandeza, dispuesta a arrancar su primer día.

Se propuso hacer algo de ejercicio aeróbico, pero sin excederse, porque sabía que su cuerpo no lo resistiría… por lo que se paró enfrente de una cinta para comenzar.

Bien, sólo tenés que arrancar, de a poco… cómo mierda se prende esto??? Voy a quedar como una estúpida si pregunto. Tranquila Juanita, vos sabés inglés… aaaaah sí, quick start…acá…

Y la máquina comenzó a andar, por lo que ella empezó su caminata, sin soltarse ni por un instante del aparatejo bendito. No era joda. Si se soltaba y pisaba mal, se iba de jeta contra la cinta y terminaba estampada en la máquina del que estaba atrás…

De a poco, fue subiendo la intensidad y ahí advirtió que su cuerpo empezó a transpirar… tanto, que las gotas le caían de la frente y por la espalda… y ese fue el momento en el que se dio cuenta que no había llevado toalla… ¡Zas! Ahí está una de las cosas que me olvidé de traer…- pensó.

Caminó unos veinte minutos,  y luego de bajarse de la cinta, sintió que las piernas le temblaban como gelatina fuera del molde… de golpe el mundo hizo woooooowwww un giro fugaz y se tuvo que tomar de una baranda para no irse al mismísimo demonio… estaba un tanto mareada, por lo que tomó un poco de ese líquido azul que le habían vendido como si fuera oro, por el precio por supuesto.

Cuando logró recuperarse, se secó disimuladamente la transpiración fría con la remera. Estiró una pierna y luego la otra y decidió encarar la siguiente máquina. Todos parecían muy concentrados en su actividad, como en su propio mundo, salvo aquellos que mantenían calurosas conversaciones de gimnasio… (cuáles serían, no?).

Se subió a un escalador, que hasta ese momento, ella desconocía.

Escalador – Juana. Juana – Escalador -Se autopresentó. Y comenzó a escalar hacia adelante, a un ritmo tranquilo… al menos lo era, comparado con el ritmo que venía llevando una quinceañera al lado suyo. Una de dos: o la piba se hacía la imagen de que venía persiguiéndola un asesino serial, o quería tener mejor culo que Cinthia Fernández… ¡pero no podía ser el ritmo que le imprimía…! Ella, más modesta, decidió no tratar de imitarla, sino más bien, arrancar despacito.

No vaya a ser cosa que me descomponga acá…

Y así estuvo durante los próximos (y eternos) 8 minutos, escalando sin escalar, pensando en cómo había llegado a generar ese rollo de más, recordando a sus amigas, repasando su día, pensando en Pedro, pensando en Sebastián…

Luego del ejercicio, fue en busca de su bolso, se lavó la cara y se secó con papel. Se miró al espejo, y con el bolso en mano, dejó atrás su primer día de gimnasio. Su primer día, después de algunos años sin actividad. Y se sintió bien, porque se había dedicado un rato para ella misma.

Eso sí, la botellita de Gatorade se la guardó para recargarla con agua la próxima vez.


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