sábado, 6 de octubre de 2012

Qué placer verte otra vez...


-Sí, ya le envié la propuesta yo, me olvidé de copiarte en el mail. Pero te mantengo al tanto.

Esas fueron las últimas palabras de Juana, antes de salir de la oficina de Anselmi, con quien últimamente se estaba entendiendo de maravillas. De todas formas, seguía picándole el mosquito de la curiosidad en algún lado del alma… ir en busca de un nuevo futuro profesional. Pero eso podía esperar ese mediodía. La muchacha tenía una cita.

Volvió hacia el escritorio, acomodó unas cosas en la cartera y se despidió de Federico.

-Me voy… deseame suerte.

-Cuidado Juana, no juegues con fuego.­­

-Fede, te dije que me desearas suerte nene… voy a un almuerzo nada más. Charlaremos un rato, nos pondremos al tanto, me babearé un rato más y después vuelvo. Si llama Nora del Dpto. de Legales, decile que la reunión la patearon para mañana.

-Ok. Yo salgo a almorzar solo entonces hoy.

-Y amigo… otra no te queda.

Juana se fue con una sonrisa en la cara. La divertía la idea de reencontrarse con Pedro después de tanto tiempo. Estaba más lindo que nunca.Y qué bien le sentaba ese traje por cierto…

El tema es que ella no estaba tan arreglada como hubiese querido. Otras mañanas le había puesto más entusiasmo a la producción de su imagen, pero la realidad era que el aspecto físico no estaba en su top ten de prioridades últimamente.

Quedaron en econtrarse en un restaurant vegetariano. “Así comemos algo liviano”… le había dicho Pedro por teléfono media hora antes. Mmm qué cool... siempre tan cool este chico…-pensó Juana.

Ella no sabía por qué, pero camino al restaurant, sintió una vibración casi sonora en el cuerpo. Era distinta a la que sentía por Sebastián por ejemplo. Pero era igual de placentera.

Ayyy Dios… si mi mamá me viera ahora qué pensaría…

Juana siempre iba pensando qué pensaría el resto del mundo ante sus acciones. Gastaba una gran energía en ello… “¿Qué pensará mi mamá?”, “¿Qué pensaría mi amiga…?”, “¿Qué pensará mi jefe?”… “¿Qué pensaría si…?”. El día en que dejara de pensar en eso, se liberaría de un gran pensamiento.

… y… pensaría que estoy hecha una trola.

Y sí… un poco sí jaja… se autocensuró ella misma. Y la vocecita de su consciencia lo reafirmó: “ajá”.

Cómo me gustaría contarles esto a las chicas ahora mismo... Y de pronto la vocecita volvió a hablar: ¡Y hacelo!

Mientras caminaba, empezó a escribirles un mensaje de texto a sus dos mejores amigas: Hola chicas! Pueden creer que me crucé hoy con Pedro!?!! Ahora nos vamos a encontrar a almorzar... Ayyy

Se sintió bien al enviarlo. Era como una forma de compartir ese momento, aunque ellas no estuvieran presentes allí con ella.

Llegó puntual a la puerta del restaurant y miró para adentro. No lo encontró ahí sentado. Distraída observando el lugar, alguien la tomó por sorpresa por la espalda.

Pedro…

- Hola…

- ¿Vamos?

Pedro era un hombre bello… Como solía decir Juli en su momento… “un bello esférico… bello por donde se lo mirara…”. Los años que había ganado, le sentaban muy bien. El traje le daba un aire más formal. Y pensar que una de las cosas que a Juana siempre le habían hecho ruido de él, era esa ternura casi adolescente que tenía… Ese hombre había cambiado. Había crecido. Y guauuuu…

Se sentaron en una mesa para cuatro. Él pidió una lasagna de verdura y ella un wolk, también de verdura. Tomaron agua mineral.

Pedro estaba conversador y fluido y Juana estaba atontada. Recordaron viejos tiempos y ella se sonrojó en más de una oportunidad.

-Qué placer vetre otra vez…

Ella sonrió tímidamente.

-Siempre me tuviste embrujado Juana, lo sabés.

-¿Yo? Y la vocecita interna volvió al ataque: ayy ¿yo?, ¿yo?... hacete la tarada, dale…

- Sí, vos… Lo sabés.

-No… volvió  a sonrojarse adolescentemente.

-Quiero volver a verte. Este encuentro no fue casualidad.

Juana sabía que volver a verlo era = a sexo. Dudó. La cara de Sebastián se le apareció entre Pedro y la mesa.

Y contestó que sí con la cabeza.

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