Se despertó con una sed inusitada.
Casi dormida, fue hasta la cocina y se sirvió un vaso con agua fresca. Se lo
tomó de una. Y repitió la acción.
El clima parecía un poco más
benévolo que los días anteriores. Miró el reloj de la pared y advirtió que se
había levantado antes de tiempo, a pesar de lo cual ya no era de noche como
sucedía tiempo atrás a esa misma hora. Puso la pava sobre la hornalla y la
prendió con un encendedor perdido que
andaba por ahí.
Ya en el
comedor, revisó su celular. Tenía tres mensajes sin leer. Uno era de su
hermana, otro de Fernando y otro de Sebastián.
Empezó por el de su hermana.
Juana, mañana podemos vernos?
Necesito hablar con alguien.
Juana no lo dudó ni por un
instante.
Obvio Vale! Cuando salgo del laburo, voy para donde me digas.
Hablamos igual! Beso grande.
Luego, siguió por el mensaje de Sebastián.
Hola hermosa! Cuándo nos volvemos a ver?
Hola Sebas! recién veo el celu.. estoy con algunos temas que
tengo que resolver, complicada, pero hablamos, dale?
Por último, revisó el mensaje de Fernando.
Tu hermana no me atiende, podés decirme qué está pasando.
Fernando, si mi hermana no te atiende, por algo será, no?
Cuando veas el mensaje, llamame por favor.
El último mensaje la había dejado algo enojada… y fue el silbido de la pava lo que logró distraerla de su propio engrane, porque sino iba a terminar silvando tanto como ella…
Después de unos mates, se fue a bañar y partió rápidamente para el trabajo.
Estaba a punto de ingresar al edificio, a unos metros nomás,
cuando alguien de improviso le tocó el hombro. Juana se asustó e
instintivamente se dio vuelta con ánimo de golpear al potencial atancante.
Pero, cuando se volteó, quien la había tocado en
busca de su atención era un caballero. Nada más ni nada menos que el
sexy-ardiente-fascinante de Pedro Vicario.
What a fuck?! Pensó Juana. Estoy
hecha un de-sas-tre!!!
- Pedro?
- Juana… Qué hacés por acá?
- Trabajo acá- le indicó tirando la
mano hacia atrás al mejor estilo francés.
- Acá? Noo, qué casualidad. Yo
estoy trabajando acá a dos cuadras. Hace poco igual... Qué bueno que nos
cruzamos.
- Sí…
Juana se estaba ahogando en su
propia saliva, casi sin poder hablar, sin tener reacción humana alguna. Pedro
había tenido un rol secundario en la película de su vida... ¡¡Pero qué papel extra
que había hecho!! El poco tiempo que habían estado juntos, había sido una
relación muy carnal… muy del cuerpo y el terreno. Nada idealista. No se habían
prometido amor, no se habían jurado fidelidad, no pretendieron nunca envejecer
juntos. Perooooo… la debilitaba en aquel entonces y la estaba debilantando
justo ahí enfrente de Ibañez y Anselmi. Ahí, justo ahí, un día cualquiera de una
semana más que horrenda…
- Hagamos así Juana, estamos cerca, vayamos a almorzar al mediodía, dale?
- Sísísí dale…
- Pasame tu número que lo agendo,
te llamo y vamos a comer algo.
- Ok…
Se despidieron con un beso en la
mejilla. El olor del perfume que llevaba puesto la embriagó por completo.
Cuando Federico la saludó, la
notó distraída… en qué mundo estás? Cómo
está tu hermana?
Juana odió caer de golpe a la
cruda realidad. Hubiese preferido seguir volando por el mundo de fantasía, al
que la había llevado Pedro Vicario sin cobrarle pasaje.
- Uffff… Fede… el descarado del marido
me mandó un mensaje terrible ayer… se hace tan el boludo…
- ¿Pero qué te puso?
- Nada! Por eso… me dijo que mi hermana no lo atendía, y me preguntó si le estaba pasando algo.
- Bueno, puede ser que esté
preocupado.
- Ayyy Fede, por Dios… si estuviera
preocupado te parece que escribe un mensaje y ya…?
- No, ahí tenés razón ves…
- Además, le dije que me llamara
cuando veía el mensaje y son las 9 y media de la mañana y ni noticias… es un
tarado mirá…
- …
- ¿Qué?
- Ayy amiga, te conozco… vos tenés
un brillo especial en esos ojos de miel… ¿qué te anda pasando?
- Ayy Fede, sos un turro!
- ¿Qué-qué-qué?
- No sabés a quién me acabo de
encontrar en la puerta???
- No sé, a quién??
- Pedro…
- ¿Y quién es Pedro?
- ¿Tenés tiempo de que te cuente?
- Obvio, vamos a buscar un café y
nos escondemos en la cocina.
Juana y Fede se fueron a paso
apurado a la cocina. Volvieron a aparecer ante la mirada de intriga de sus
otros compañeros unos veinte minutos después.
Federico tenía esa expresión de
“la que me espera”.
- Shhh… no me podés decir nada más.
- Ok…
Federico sabía la que se venía.
Es como cuando mirás por la ventana y ves que de un lado el cielo está despejado, y del otro, totalmente encapotado. Y vos, en el medio… podés elegir para que win ir… pero ojo, que si vas para el lado nublado, seguramente te agarre el chaparrón…
Juana estaba parada allí. Mirando
justo por la ventana. Y Federico temía que eligiera mojarse.
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