jueves, 12 de julio de 2012

Pero si fue ayer...

Uyy dios… no puedo creer que sea viernes… es como si hubiese estado enferma el siglo pasado.

Una semana equivalió para Juana, lo que el último minuto de encierro para un preso que está por salir en libertad… Una eternidad.

Había empezado el lunes enferma -al cuidado de Sebastián- y había terminado el viernes con una nueva promesa de encuentro… después de haber generado una pseudo-discusión por cualquier pavada sin sentido, para evitar tener que hacerse cargo por no haberlo llamado…

Pero no… no había sido solo eso. Como si los condimentos hubieran sido pocos, también le habían agregado salsa de soja y curry a la ensalada mental de Juana.

El encuentro con su papá y Valeria… qué tarde esa… Por suerte había salido mejor de lo pensado… aunque Valeria no dejó de mandarse las suyas. Estuvo más de una vez a punto de despistar, pero Juana se encargó de pellizcarle la pierna en más de una ocasión para evitar la colisión.

Recostada sobre el sofá, ahora recordaba esa tarde con una sonrisa en el rostro.

Qué bueno ver los ojos de su padre cargados de humedad. Qué bueno verla a Vale sonreír ante él. Verla aflojarse… hacía tanto que no la veía floja… como humana… siempre tan derecha, a lo sargento, impartiendo órdenes y dirigiendo a diestra y siniestra. Siempre con ese rostro endurecido, casi amargo, mirando desde arriba, como si fuera por la vida montada en una escalera que no se despegaba de sus pies… Ese día la vio feliz… después de los nervios iniciales, después de las náuseas y mareos… café con leche mediante, la vio feliz… Además, en un mismo acto, se reencontró con su padre y le contó que iba a ser abuelo. Juana llegó a sentir incluso, que en ese encuentro estaba un poco de más, como que le pertenecía un poco más a Valeria…

Hubo un abrazo final. Hubo un intercambio de números de teléfono. Se deslizó la posibilidad de un viaje… y hubo una lágrima de emoción y de alivio al marcharse caminando por la misma avenida que las había guiado al encuentro.

Parecía que hacía un año que había estado enferma...

Sebastián se había molestado y era un poco entendible. Cómo no pudo llamarlo antes; cómo… si lo llamaba, era capaz de vomitarle todo por teléfono… no daba. Mejor que no lo llamó, mejor que dejó pasar unos días. Mejor. Así pudo controlar, esas ganas irreversibles de gritar todo lo que había callado por años… no daba. No iba a entender nada y mucho menos iba a querer verla para que le devolviera la billetera. Al final la billetera sirvió de excusa. Menos mal que había dejado pasar unos días para hablarle, menos mal… así había logrado bajar un poco… desacelerarse… pensar… Mejor que habló recién después de la sesión con el psicólogo por otra parte, de lo contrario, no hubiese tenido tan en claro qué era lo que le había estado pasando por esos días… ayyyy sanpsicólogo… qué haría sin él a veces…?

Mejor que estuvo más tranquila. Así logró acordar un nuevo encuentro, esperando quizás esta vez no caer en cama… a no ser que fuera por un empujón corporal de Sebastián. Así no estaría tan mal…

Parecía que hacía un año que había estado enferma...

Susi después de todo la había ayudado… un poco pesada el martes quizás, invadiendo el departamento… pero en la charla del club la había ayudado… había logrado devolverle el buen humor, la serenidad… le había dado algo de paz a esos pensamientos revolucionados. Necesitaba un poco de mimo. Solo eso.

Lo mejor había sido, sin embargo, poder verla cocinar, poder verla disfrutar de eso que tanto amaba hacer. Las voces del club, las sonrisas. La tele siempre encendida. El pan de baguette más fresco del mundo… ¿cómo lograban tenerlo siempre tan fresco? Y esos sándwiches que no le ganaban a nada en el planeta, acompañados siempre por un vaso de coca-cola Light… si daba, a veces por un fernet… las palabras y el jamón y queso hicieron milagros ese día en Juana… la ayudaron a repensar y repensar(se)…

Parecía que hacía un año que había estado enferma…

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