martes, 31 de julio de 2012

Dreams...


-          ¿Te abrieron?
-          Sí…
-          Subí, dale.

Ok, apenas entre, ni mu ni pu ni tu… le digo todo lo que pienso, todo lo que tengo guardado acá en el centro del pecho y sanz se acabó… sino, siempre la estiro, empezamos a hablar de cualquier cosa, entonces me va a preguntar por la billetera y yo no voy saber qué contesarle…

Riiing- sonó el timbre del departamento…

-          Hola Sebas te quería decir q…

Sebastián no había terminado de cruzar la puerta, cuando tomó a Juana de ambos lados de su rostro, colocando sus largos dedos por debajo de sus orejas y dejando solo sus dedos pulgares sobre ambas mejillas, ejerciendo una leve presión, sostenida y placentera.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Juana que la hizo vibrar en el bajo vientre, hacia el final de la espalda y en la pierna derecha. Esa descarga duró unos segundos y cuando ella pensó que pasaría, volvió a presentarse nuevamente.

Él la besó con la intensidad que ella no hubiera esperado, que no se había imaginado y que ni siquiera había fantaseado. Tenía en su cabeza, momentos previos a ese beso, otros rollos, otros mambos, cuestionamientos y reproches… ahora todo eso se había disuelto en un rico y húmedo encuentro de labios y saliva.

El aire estaba cargado todavía de incienso y en el equipo sonaba una música lejana pero conocida, que hablaba de los sueños en inglés… “and I know I´ve felt like this before, but now I´m feeling it even more, because it came from you”Ella no supo sino hasta después el verdadero significado de esa letra… solo podía dejarse embrujar por esa melodía y  por ese beso que no la dejaba tocar el piso con los pies.

Juana no había tenido tiempo de reaccionar, de comenzar a hablar sin sentido como había estado a punto de hacerlo, de disculparse o reprochar… solo había podido caer en esas manos; casi sostenida por esas manos y atraída con fuerza magnética por esos labios y enganchada cual anzuelo por esa lengua que no se detenía…

Sintió que el corazón se le salía del pecho. Pero no pensó en nada. Por una vez en la vida, a Juana le había ganado el sentimiento, la pasión… y no pudo pensar en nada. A partir de ese momento fue una esclava absoluta de la voluntad de Sebastián. La obsesión por el orden y el control no tuvo chance alguna en esa escena, ni en la siguiente, ni en la siguiente… y a decir verdad, no tuvo espacio a lo largo de toda la noche.

En un instante él se frenó, se apartó hacia atrás y la miró directo a los ojos, clavándole una lanza de pasión en el punto exacto en el que el pecho se hunde y se eleva, se hunde y se eleva, se hunde y se eleva… Juana sintió ganas de llorar… pero no por pena, por nostalgia o por melancolía… sino por esas ganas locas de que ese instante durara para siempre. Él sostuvo la mirada unos segundos, que para ella fueron eternos, alcanzó con una mano la luz e hizo que se esfumara de un rápido toque, y volvió a besarla, esta vez con más fuerza, con más desparpajo, con menos prolijidad… mientras comenzó a caminar casi sobre sus pies en sentido a la habitación. Desde afuera, un relámpago iluminó el comedor, el pasillo y se apagó justo cuando estaban entrando a la pieza. Ella caminando hacia atrás, él llevándola como a una mariposa. Liviana y sin capacidad de reacción, Juana seguía prendida a los brazos de Sebastián.

Caminaron lentamente hasta el momento en que las piernas de Juana se toparon con la cama. Allí él la hizo sentar suavemente. La música seguía cada paso de fondo. El corazón de Juana galopaba furiosamente. Sebastián parecía más tranquilo, como quien sabe justo lo que quiere, justo lo que va a venir... y actúa en consecuencia.

Él la hizo acostar, colocándose a un costado. La besó en el cuello y le mordió el lóbulo derecho. Juana se estremeció, temblando como una hoja seca. El olor que entró por la ventana de la pieza anunció la lluvia que había comenzado a caer… ese olor a baldosa mojada, a cemento húmedo… se mezcló con ese perfume a hombre que despedía el cuerpo de Sebastián.

Aún no habían mediado palabra. Nada se dijeron hasta que Juana esbozó un tartamudo y quebradizo…

Sebas-tiánnn…

Y ya no pudo seguir hablando.

Él se dirigió a sus pies. Le quito suavemente las zapatillas, le retiró luego las medias. La acomodó en forma bien vertical hacia su cuerpo. Juana, perpleja, se dejó mover como una pieza de ajedrez. Suavemente tomó uno de sus pies y le recorrió el dedo gordo con su lengua… así, de repente. Juana volvió a estremecerse y se vio obligada a cerrar los ojos con fuerza. Su cuerpo reaccionó por reflejo, sin pensamiento previo, sin análisis, sin medida, arqueándose. Vio estrellas, vio meteoritos, luces destellantes, sintió carcajadas internas.

Luego, Sebastián se sacó la remera. Un nuevo relámpago lo iluminó justo cuando sonrió allí arrodillado frente a ella. Fue fugaz y bastó para que Juana alcanzara a verlo. Verlo ahí, de frente, por unos breves instantes, hizo estragos en Juana.

El aroma a sahumerio, el olor a Sebastián, la transpiración, la música, el compás de los gemidos… Juana perdió la cabeza, perdió la consciencia… perdió el sentido del espacio y del tiempo como hacía tiempo no le pasaba…

¿Era eso amor? Qué más daba…

Él la ayudó a sacarse la remera, y se deshizo rápidamente de toda prenda superior, logrando encontrarse con la piel de Juana, mientras sus labios se fundieron en un nuevo beso.

Juana sintió como cada centímetro de su piel de repente se hacía agua. Se hacía fuego.

Con manos ligeras le retiró el jean y ella lo ayudó torpemente a sacarse el suyo. Había algo de nervios aún en sus movimientos.

Él separó sus piernas con determinación y dejó caer su cuerpo sobre el de ella.

Y ella sintió como su mundo perdía todas las reglas, las contenciones, las vallas, y los esquemas…

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