lunes, 14 de marzo de 2011

Un alma caritativa...

Amanecieron temprano. Julieta se fue a bañar primero. Después entró Juana.

Julieta preparó café bien negro; tenía unas ojeras que le llegaban hasta el piso. Juana no estaba mucho mejor. Pero seguía poniéndole onda, a pesar de la hora de la mañana en la que se encontraban.

Juana decidió preparar mate para el camino. Una vez que iba a viajar en auto al laburo, tenía que aprovecharlo a morir.

-          Por tu cara, parece que hubieras estado caminando por el desierto tres días seguidos, sin nada para tomar. Le dijo Juana a Julieta.
-          Gracias amiga, por eso te quiero tanto – sonrió Julieta- anoche tuve un sueño raro…
-          Qué soñaste?
-          Que estábamos nosotras tocando con los Abuelos de la nada…
-          Ah buenooooo… cada vez más creativa te ponés mientras dormís.
-          Terrible, no? Jaja… bueno, vamos, que si no, se te va a hacer tarde.

Salieron por el garage del edificio. Al mismo tiempo que se iba levantando el portón, Juana iba visualizando de a poco la cola del colectivo de la vereda de enfrente. Sintió un placer inexplicable. El no encontrarse esa mañana en una cola similar, era una especie de recompensa por haber saltado de la cama, todavía dormida, e ir corriendo hasta la casa de su amiga, para auxiliarla en un momento de desesperación.

El sol les pegaba de frente. Julieta se calzó los lentes negros, un poco para poder ver mejor, otro poco para disimular las ojeras que seguían persistentes en su rostro, a pesar del tapa ojeras y del polvo compacto color bronze.

Juana ya tenía preparado el mate con la yerba y solo se dedicó a echarle un poco de agua caliente, para iniciar un ritual que años atrás mantenía con su novio, Sebastián, cuando iban camino al trabajo. Se le cruzó por la cabeza. Pensó: no volvimos a hablar desde San Pedro… mejor, mejor… no lo llames con el pensamiento.

El agua ya tenía edulcorante.

Julieta se tomó el primero.

-          Ayyy qué rico! Por favor… dijo como si estuviera disfrutando una mila a la napolitana con fritas…
-          Son las manos que lo hacen Juli, son las manos que lo hacen…

El tráfico era un verdadero infierno, pero las chicas prendieron la radio y se pusieron a escuchar al Chavo Fucks y a debatir sobre lo que estaban debatiendo en la radio: “qué heredaste de tus viejos???”

Julieta la dejó en la puerta del trabajo. Juana le estampó un flor de beso en la mejilla. Le dio un abrazo gigante y le dijo: si me necesitás por algo, si necesitás hablar, sacarte la angustia, lo que sea… si? Me llamás. No te la aguantes sola, porque te mato.

-          Ok. Te vas a convertir en mi ángel de la guarda…
-          No querida, en cualquier momento, empiezo a cobrar…! Esto así no va… Jajaja

Juana entró y, a pesar de haber dejado de tomar mate hacía tan solo quince minutos, fue directo a la máquina de café. Se sacó un capuchino. Se fue con el vasito hasta el escritorio. Solo había llegado Silvia. Se saludaron.

Juana bostezó y abrió la boca como el hipopótamo de Pumper Nic.

Silvia le dijo sarcásticamente:
-          Larga noche parece…

-          Ufff, larguísima Silvita, no te imaginás… larguísima.

Juana prendió la máquina y, cuando levantó la cabeza, vio a Federico que entraba con una cara de muerto que daba miedo.

-          Hola muchachas.
-          Hola –contestó Silvia con la poca gracia que la caracterizaba- buen día.
-          Hola mi gordo! Qué pasa esa carucha? Dijo Juana.

Y Federico se largó a llorar.

-          Pará, pará… vamos al baño.

En el baño –de mujeres- se abrazaron fuertemente. Federico estaba desconsolado. Igual o peor de desconsolado que Julieta la noche anterior.

-          A ver… pará… contame tranquilo. Qué pasó?
-          No me quiereeee...
-          Cómo que no te quiere?! Estás diciendo pavadas!!!
-          No Juani, no me quiere. Se vino a vivir conmigo, solamente porque se quería ir de la casa.
-          Tranquilo, vení, sonate los mocos que sos un asco por favor.
-          Es que… me quiero morir… tanto tiempo deseando que viniera a vivir conmigo y ahora… esto?
-          Sonate te digo. Vení, sentate conmigo.

Se sentaron al lado de las bachas, sobre el mármol.
-          Te digo que no me quiere.
-          Vos estás en pedo. Yo lo conozco. Vi cómo te mira. Alguien que mira así, no se desenamora de un día para el otro Fede. Debe tener miedo…
-          Miedo de qué?
-          De todo. La convivencia. Las responsabilidades. Ahora ustedes están formando un hogar… no es lo mismo que estar de novios, cada uno por su lado, si se pelean, duermen separados, si quieren verse, solamente se llaman y ya. Ahora todo es de a dos. Las facturas, la limpieza, la comida, la cama… la vida.
-          Pero para mí es tan…
-          Natural?
-          Oui.
-          Bueno… pero no para todos es igual. Además, él es más chico. Eso influye. Yo lo entiendo te digo eh… fantaseo mucho con convivir, pero me da terror pensar en la convivencia seriamente. Igual, todavía no tengo candidato, no? Así que… pero no me quiero ir de tema. Te lo digo en serio, la convivencia es un tema fuerte.
-          Bueno, puede ser…
-          Vos le preguntaste qué le pasaba, en un momento de tranquilidad, no en plena pelea?
-          No… si estuvimos discutiendo estos últimos días todo el tiempo, no hubo espacio para la charla.

En ese instante, entró Silvia al baño. Ellos aguantaron la conversación, hasta que volvió a salir.

-          Qué chusma es esta mina, por dios –resopló Juana.
-          Es una reventada, dejala.
-          Bueno… en qué estábamos? Ah… sí. Dale tiempo. Dejalo respirar. Que él pueda armarse su espacio, porque siempre es más difícil para el que se muda que para el que recibe al nuevo inquilino digamos… el que entra en la casa del otro, tiene que hacerse su lugar… construirlo de alguna manera.
-          Pobre… ahora que pienso, le dejé solo dos cajones en el placard…
-          Bueno, ahí tenés! Eso no es compartir Fede… vos querés vivir con él y que él guarde sus cosas en dos míseros cajones…??? Vamosssss…
-          Sí, sí, tenés razón, ahora que lo hablo con vos, me doy cuenta.
-          También me meto cuando cocina, porque a todo le pone mucha sal.
-          Ayy!! Me hiciste acordar a esa publicidad de Hellmann´s, te acordás? Esa en la que la nena le pasaba el mensaje equivocado al papá y a la mamá y terminaba diciendo… “dice que a todo le pongas mucha Hellmann´s”!! genial…
-          Y qué tiene que ver?!
-          Porque dijiste… “a todo le pone mucha sal”… bueno, no importa. Sos insoportable Fede. Date cuenta. Te le metés en todos los espacios, cómo querés que no te presente batalla? Tenés que aflojar un poco, de verdad. Para convivir, me parece eh… -hablo desde la inexperiencia- tenés que dejar que el otro tenga su propio espacio, verdadero, sincero, y creo que desde ahí sí se puede plantear la posibilidad de una construcción conjunta.
-          Sos una grosa. Sos un ángel.
-          Es la segunda vez en el día que me lo dicen… –miró el reloj- y eso que recién son las nueve y media de la mañana! Me la voy a creerrrrr…
-          No sé quién fue la otra persona -espero que sea del sexo masculino-, pero si te lo dijo, tiene razón.
-          Nada de sexo. Menos masculino. Jaja. Ahhhh pero te tengo que contar algo nene! Casi me olvidaba.

Juana le contó en detalle el encuentro con Sebastián. Federico, de alguna manera ya lo conocía a Sebastián, sin conocerlo verdaderamente. El tema es que, apenas Fede y Juana se hicieron compinches, cuando ella empezó a trabajar, le contó toda la historia de pe a pa.

Federico la escuchaba atentamente, con los ojos abiertos como dos huevos duros. Y así como antes, Juana le había brindado consejos y ofrecido su oreja de escucha, ahora Federico, hacía lo propio.

Conformaban una buena dupla.

Tipo diez menos cinco, cuando descubrieron que habían pasado nada más ni nada menos que cincuenta minutos desde que habían entrado al baño, decidieron volver a la oficina. Antes, Fede se refrescó la cara.

-          Haceme caso Fede, para que él sienta que ese también es lugar, tenés que dejárselo apropiar… y con vos encima, no lo va a hacer. Ponete encima en otro momento, zonzo!

Salieron riéndose del baño. Juana iba a batir todos los récords en hacer sonreír a almas desvalidas en menos de 24 horas.

Se sentía agotada. No agotada fastidiosa. Agotada satisfactoriamente. Nada la podía hacer sentir mejor que hacer sentir mejor a sus amigos. Eran mimos que a ella le gustaría recibir en momentos como esos. Y que, de hecho, había recibido en momentos anteriores de su vida. Eran innegables. Pero estaba agotada igual. Había dormido en otra casa, después de haber charlado por más de tres horas con Julieta. Había amanecido temprano, y hablando del mismo tema con el que se había dormido la noche anterior. Llegó al trabajo y en menos de diez minutos, estaba metiéndose en otra historia de amor en crisis… pero con otros protagonistas.

Camino al escritorio pensó… Y quién será mi ángel che…?

Respiró profundo. Se sentó. Y se puso a trabajar.





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