jueves, 10 de mayo de 2012

Mamá: vas a ser abuela

Juana se despertó el sábado a la mañana como renovada; se había sacado un peso de encima al acompañar a Julieta al famoso encuentro.

Se tomó unos mates amargos y decidió ir a caminar a la plaza. Necesitaba oxigenar los pulmones y el cerebro.

El día estaba de su lado. Fresco, pero con un sol radiante. Además, la plaza era un lugar muy transitado los fines de semana. Eso la ponía de buen humor.

El sol pegándole en la cara, los distintos tonos de verdes de las hojas… el amarillo que se colaba también en el follaje. Las diferencias en los tipos de andar y los estilos disímiles. El que hablaba solo… las que hablaban a los gritos… los que iban súper concentrados… los hiper-deportistas, los que trataban de bajar calorías… y algunos, como ella, que simplemente necesitaban despejarse un rato.

Además, la feria ambulante animaba la plaza con un color especial. Los cajones de verduras, los chalecos de lana, el puesto de pescado fresco y algún que otro puesto en donde podías encontrar desde un destapador, hasta un juego de vajilla de plástico.

Eso era la plaza un sábado a la mañana. No era un ambiente que Juana frecuentara, pero cada tanto, cuando amanecía con ganas de aire y sol, se presentaba como una alternativa más que viable.

Esa mañana fue la antesala perfecta de relax y desintoxicación, antes del encuentro con su mamá y su hermana. Eso la ponía algo nerviosa, no por la noticia en sí, que era una noticia hermosa, sino por cómo iba a tomárselo su mamá, sabiendo que el embarazo iba a transcurrir tan lejos.

Después de una caminata de media hora, volvió al departamento y se pegó una ducha caliente bien rápida; aunque le dedicó unos minutos a su nuca debajo de la lluvia y logró terminar de relajarse internamente.

Se preparó el almuerzo y comió liviano. Después, durmió una pequeña siesta de cuarenta minutos. Justo cuando se despertó, le sonó el celular con el aviso de un nuevo mensaje.

Era de Valeria, contándole que había llegado y que ya estaba en la casa de su mamá.

¿Le habrá contado ya? ¿Le pregunto? Conociéndola a Valeria, me va a mandar a plantar rabanitos… Má sí… yo le pregunto…

- ¿Ya le contaste a mamá?
- No! Todavía no… te voy a esperar a vos.

Ayy pero la puta madre! Nunca me esperó para nada y ahora me espera para darle esta noticia…???

En el fondo, aunque Juana nunca lo fuera a admitir, algo de satisfacción experimentó al sentirse un respaldo para su hermana. No era habitual que ella la necesitara.

…bueno, que sea lo que Dios quiera- se dijo.

A eso de las ocho, se cambió, se perfumó y se fue hasta lo de su mamá.  

Valeria le abrió la puerta y enseguida se la llevó corriendo para el baño.

- ¿Qué te pasa Valeria? ¿Estás loca? ¿Por qué me traes al baño?
- Callate nena… mamá está arriba, antes de que baje te quiero contar…
- Ah… ya se lo dijiste?
- No-no-no pude… Me tenés que ayudar.

Por un instante, Juana recordó las veces que, escondidas en el baño, pergeñaron planes para hacer travesuras en su infancia. Como cuando le sacaron la valijita de doctora a su vecinita, que no paraba de alardear con el nuevo chiche… lo hicieron al modo del mejor espía ruso y estuvieron toda la tarde jugando, mientras la vecinita seguía pensando que la había perdido… Cuando Susi las descubrió, flor de bolonqui que se armó… las hizo ir a las dos juntas a llevar la valijita y pedirle perdón a Marianita…

- ¿Cómo querés que te ayude me querés decir?
- ¿Y si se lo decís vos?
- ¿Yoooo? Jaja pero qué tengo que ver yo, te quiero Vale, a veces me cuesta reconocerlo es verdad, pero te quiero… un montón… ahora… de ahí a contarle a mamá lo de tu embarazooo…

- Vale… era Juana la que tocó el timbre??? Se escuchó a Susi desde arriba…
- Sí má, es que entró y se metió en el baño… parece que está descompuesta…- Gritó Valeria, asomando la cabeza desde el baño.

- ¿Descompuesta?- Le preguntó retóricamente Juana.
- Shhhh…. - La calló Valeria, tapándole la boca con la mano.

- Ayyy descompuesta… vive descompuesta esta chica…- Respondió Susi, con un nuevo grito.
                                                                                        
Valeria la miró a Juana con los ojitos del Gato con Botas y, mientras le seguía tapando la boca, con su más tierna expresión le suplicó: Dale, dale… me ayudás?

Cuando Susi bajó, las hermanas estaban sospechosamente sentadas -una al lado de la otra- a la mesa sin hablar.

- Hola Juani, cómo te sentís? Le preguntó Susi mientras la saludaba.
- Bien má, bien… ya se me pasó.
- Ayy siempre descompuesta… -volvió a repetir- qué raro ustedes dos tan calladitas… ¿qué se traen entre manos?
- Nada má, por?- Dijo Valeria rápidamente.

Juana la miró con cara de “me estás cargando?” y cuando advirtió que Valeria nunca le contaría la verdad, ella se vio obligada a avanzar. Puso primera, tomó aire y…

- Má, tengo que decirte algo.
- Decime – dijo Susi, mientras buscaba de espaldas la yerba en la alacena.
- Mamá: vas a ser abuela.

El tarro voló desde el estante de arriba, calló redondo en el piso y llenó todo, absolutamente todo de yerba…

Susi se quedó en stand by y solo atinó a preguntar en un grito agudo y prolongado…

-          ¿De quién es Juanaaa?

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