martes, 1 de mayo de 2012

SWAT Belgrano en Acción

-Bueno, vamos. Llegó la hora.
-Estoy nerviosa como si fuéramos a robar un banco Juli…
-Vos, ¿y yo? Se me sale el corazón del pecho.
-Vamos, dale.

Un viernes a la tarde de un clima fresco, más que fresco. Las chicas llegaron antes de la hora establecida.

No era un robo, pero si alguien las veía desde lejos, estaban tramando algo definitivamente.

Se hablaban al oído, incluso estando adentro del auto, miraban para todos lados. Cada tanto chequeaban la hora en el reloj. Julieta y Juana se bajaron al mismo tiempo.

Juana fue para la izquierda, cruzó la calle y se sentó –a pesar del frío- en una mesa de  afuera. Julieta se dirigió en sentido contrario, caminó hasta el centro de la plaza y se sentó en las escalinatas de una estatua vaya a saber una de quién… esos detalles estaban fuera del alcance de atención tanto de una como de la otra.

Eran las 7.33.

Juana se pidió un café cortado. Se prendió un cigarrillo y clavó la mirada en su amiga-la estatua-el entorno-su amiga nuevamente.

Julieta, de la vereda de enfrente, de vez en cuando se encontraba con la mirada de Juana, que con un gesto de complicidad, la hacía sentir más tranquila.

Tanta ansiedad acumulada, tanto tiempo esperando que se produjera este encuentro. Tanta tensión que incluso había llevado a Julieta a enojarse con Juana, por no poder asistir en aquel primer intento de encuentro.

Nervios y desilusión mezclados en una botella extraña de éxtasis. Eso era lo que inundaba el alma de Julieta. Juana lo sabía.

Era las 7.38.

Julieta se iba a encontrar con Cristian Perevignon a las 7.45. Tendrían tan solo media hora para dirimir lo ocurrido, echar culpas, intentar descargarse, explicar o no, putear o no, salirse de la situación o no.

Era cierto lo que Juana había dicho tan solo hacía unos instantes. Estaba más nerviosa que Julieta incluso, quizás porque a Julieta la animaba la furia… estaba como una leona enjaulada, herida y hambrienta… Juana, en cambio, no sentía ese dolor, la inmensidad y la intensidad de ese dolor, entonces los nervios le ganaban a cualquier otra sensación. Se prendió otro cigarillo.

En eso, vio a Cristian acercarse a la estatua… qué distinto estaba por cierto… intentaba recordarlo tal como era en la secundaria y la imagen actual inundaba toda su memoria… Advirtió que Julieta no lo había visto aún. Estaba distraída mirando el reloj.

Julieta, sentada en la escalinata, miró su reloj y en ese mismo instante le tocaron el hombro. Era él. Intentó saludarla y ella lo frenó.

Desde enfrente, la escena se vio similar. Julieta lo había frenado, con una cara de dolor ya evidente. Juana paró las antenas. Se dijo a sí misma que si veía algo que se saliera de cauce, inmediatamente intervendría. Cristian no iba a entender nada, pero era lo menos que le importaba en toda esa situación. Decidió pagar antes de que pasara algo y luego no pudiera reaccionar rápidamente. La cabeza de Juana iba más rápido incluso que la acción en sí misma.

Crisitan se sentó de espaldas a Juana, tapándole un poco la visión, sobre todo el rostro de su amiga. Decidió que era hora de abandonar el bar y moverse estratégicamente.

El equipo SWAT parecía un poroto al lado de estas dos amigas, que habían planificado todo… ¿todo?

Juana fue caminando lentamente hacia la esquina y allí recuperó la visión total de la escena, ahora situándose directamente de frente.

Julieta gesticulaba demasiado. Se notaba que dejaba liberar algo de ese nerviosismo y esa furia a través de esos movimientos, casi espasmódicos.

      -          No quiero que me toques.
-          ¿Por qué? ¿Qué pasó? Me pareció raro que me dijeras de vernos en esta plaza…
-          ¿Raro, por? ¿Porque en esta plaza puede pasar tu señora…?
-          ¿Mi señora? No… ya te dije que me estoy separando.
-          ¿Te estás separando Cristian? ¿Te estás separando?

Desde el primer instante, él advirtió que algo no andaba bien, pero no sabía hasta dónde llegaría la situación.
-          Ya sé todo Cristian. Sos un hijo de puta.

Julieta se lo dijo, a pesar de su nerviosismo, con bastante tranquilidad. La tensión y descompresión no pasaba por el habla, sino por los movimientos.

Juana seguía observando la escena atentamente.
-          Me mentiste… no estás separado, no te estás separando y no te vas a separar…
-          ¿Cómo?, ¿Por qué?... no sé de que estás hablando, ¿por qué estás tan segura?...
-          Estoy segura, ¡porque lo sé! Decime la verdad, quise encontrarme con vos para saber si por lo menos esta vez, la última vez… tenías algo de huevos para decirme la verdad.
-          No puedo creer esto…
-          ¿Vos no podés creer esto? Ay por Dios, qué caradura…
-          Mejor me voy.
-          Vos te quedás acá, porque no sé lo que soy capaz de hacer…

Él atinó a levantarse y ella lo tomó del brazo. Ante su amenaza, decidió sentarse nuevamente.

Juana no entendió bien -a la distancia- qué estaba pasando. ¿Se va? No, parece que se queda… mmmm… ella lo agarró del brazo. Se está poniendo fulera la cosa.
-          ¿Qué vas a hacer loca? Dijo Cristian sin dudar.
-          Ahhhh… mirá vos, ¿ahora soy loca? Loca… hace unas semanas era otra cosa, no? Qué poco duró. Tenés cinco minutos para decirme la verdad. Y espero que sea toda la verdad.
-          ¿Me estás grabando?, ¿qué tenés en la cartera?

Juana vio que su amiga tocó la cartera y él se alteró, tomó un color rojizo fuego en su rostro y Julieta comenzó a reirse burlonamente.
-          Un grabador??? Jajaja no me hagas reír querés…
-          ¿Segura?
-          Segura. Hablá y contame toda la verdad, porque te juro…
-          Ok, ok. ¿Qué querés que te diga? No sé qué querés que te diga…
-          La verdad, solamente eso.
-          Bueno, a ver…

Visiblemente nervioso, Cristian articuló las primeras palabras sin saber si eran las correctas, es decir, sin saber si eran las que ella quería escuchar…

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