lunes, 7 de febrero de 2011

Mañana campestre

El barullo del camping las obligó a despertarse. El día estaba soleado y ardiente y el sofocón que experimentaron al abrir los ojos fue tal, que salieron de la carpa, casi despavoridas.

La vagancia del día anterior, al no querer rastrear el mejor lugar para armar la carpa, había significado morirse de calor al día siguiente, cuando los rayos del sol empezaron a pegar directo sobre las lonas.

A pesar del calor, el buen humor reinaba. Fueron al baño y se lavaron los dientes y se refrescaron la cara. Allí, un mundanal de mujeres, embelleciéndose, peinándose, poniéndose protector, mirándose de reojo.

Se pusieron las mallas, para estar ya prontas después de desayunar y así aprovechar a full el primer día del fin de semana. Igual, arriba se calzaron una remerita o musculosa y un pantaloncito corto, salvo Julieta que no dejaba ver sus piernas hasta último momento.

Más tarde, por fin, el mate. Juana sacó un paquete de Surtido de la mochila, que estaba medio aplastado pero que, después de haber comido sólo un sándwich y medio la noche anterior, se presentaba como una delicia suprema.

Los chicos de la carpa de al lado pusieron música, a un nivel adecuado pero audible, lo que empezó a ambientar el camping con un tono de festejo y alegría. Uno de ellos, alentaba al canto, batiendo los brazos en alto e invitándolas con la mirada. Las chicas, se unieron nomás, con menos desparpajo que la noche anterior en el auto.

Finalmente, decidieron llevar el equipo de mate hacia al lado del río y ver si podían meter los pies para refrescarse un poco y, cuando pasaron por al lado de ellos, Eugenia hizo un gesto de saludo con la cabeza.

Ya en la rivera, y después de mojarse los pies en una especie de lodo espeso, se dispusieron a tomar sol.

-          Mmmm… qué feo es el piso –dijo Juana- no me acordaba que era así.
-          Jajaja –se rió Eugenia- obvio Juani, esto es río…

El protector se desparramaba a diestra y siniestra cuando, los muchachos cantores, se acercaron para hablar.

Juana no disimuló su malestar. No tenía ganas de entablar nuevas relaciones humanas. Justamente, acababa de cerrar -aunque prácticamente ni había empezado- el vínculo con Leo. Quien, por supuesto, no estaba aún enterado del asunto.

Eugenia y Julieta, en cambio, les dieron una buena bienvenida y estuvieron dispuestas al diálogo de inmediato.

-          Chicas, hay un mate para nosotros? Arrancó diciendo uno de ellos, con cara de Matías Alé desmejorado.
-          Por supuesto -se apresuró a contestar Eugenia- ¿cómo lo tomás?, ¿Amargo o con azúcar?
-          Como lo estén tomando ustedes. Gracias.

Juana permanecía en silencio y hacía como que miraba al sol…

-          ¿Cuándo llegaron?
-          Ayer a la noche. Contestó Eugenia.
-          La ruta, un desastre. Agregó Julieta.
-          Sí, terrible, nosotros también tardamos bastante. Se agregó a la conversación otro de los chicos que dijo llamarse Fernando.
-          ¿Hoy salen? Le preguntó el símil Matías Alé directamente a Juana.
-          Seguro, sí, pero no sabemos a dónde. Contestó sin demasiadas ganas.
-          ¿Por qué no van a “La morocha” ? Nosotros vamos ahí, dicen que se pone muy bueno. Volvió a dirigirse a Juana.
-          Bueno, veremos… contestó ella evasiva.
-          Chicas, bueno, no las molestamos más, muy rico el mate, ojalá nos veamos a la noche, dijo el tal Fernando.

Los chicos se alejaron, dejando atrás la escena del mate y de la poca onda de Juana.

-          Juana, estuviste fatal. Le dijo Eugenia.
-          Pero Euge, tienen una cara de bobis totales estos dos… dale!
-          Creo que, aunque se hubiese acercado Brad Pitt, vos le hubieras puesto cara de culo… le contestó su amiga.
-          …Puede ser…
-          ¿Vamos hoy al bar que nos recomendaron? Preguntó Julieta.
-          ¿!Y volvérnoslos a cruzar?!! ¿!Estás loca!? Dijo Juana como no entendiendo las ganas de las chicas de volverlos a ver.
-          Bueno, nosotras vamos, después si están, no les damos bola y ya… pero debe estar bueno. Además, acá no hay tantas opciones. Se animó a contestarle Eugenia.
-          Me prometen que si están, ¿nos vamos para el otro lado? Suplicó chiquilinamente Juana.

Las chicas empezaron a asentir con la cabeza, a la vez que utilizaron su dedo índice para hacer la señal de la cruz sobre sus bocas, a modo de juramento a su amiga.

-          Te lo juramos, te lo juramos. Repetían al mismo tiempo Eugenia y Julieta, cargándola por semejante acto infantil, pero entendiéndola una vez más.   

Y así, el mate siguió la ronda junto al río, un rato largo más.


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