lunes, 28 de febrero de 2011

Volver con la frente marchita


Las vueltas siempre tienen ese “qué sé yo” que te genera cierta amargura en la boca, por supuesto, si la pasaste bien en el viaje. Y ese era el caso de Juana.

Emprendieron la ruta una vez más. Esta vuelta un poco más temprano. No tenían el entusiasmo ensordecedor del viernes, pero estaban de bastante buen humor. Julieta al volante y las chicas cebando mate.

La ruta estaba cargada nuevamente, así que las chicas sabían que iban a tener que armarse de paciencia y tardar lo que tuviesen que tardar. Juana le tenía cierto temor a la velocidad, a los camiones grandes, y más, a los camiones grandes con acoplado –que abundaban por esa ruta-.

Mejor tranquis.

El sol empezó a esconderse, de a poco, en el horizonte. El balance del fin de semana era positivo para todas, pero más, para Juana. Se había reencontrado con un amor. Había hecho el amor. No había sufrido por amor (la mejor parte!). Se había divertido. Había comido de lo lindo, sin remordimientos de balanza y calorías. Se había olvidado del trabajo (no de su papá…). Se había reído bastante y había soñado otro poco. Positivo.

Julieta estaba en un balance similar, salvo por lo colorada que estaba; casi ni se podía sentar en el asiento del auto, de lo que le ardía la cola. Son esas partes del cuerpo que jamás -y léase bien- JAMÁS una llega a ser lo suficientemente cubritiva, para evitar el rojorzor posterior.

Eugenia también sacaba un balance positivo. Javier había aparecido menos del 10% del fin de semana en su temario de conversación, y encima, había conocido a un amigo de Sebastián que rajaba la tierra… y le había dado bola! ¿Qué más quería? Suficiente para un fin de semana en San Pedro (sobre todo, comparándolo con los fines de semana en Buenos Aires… que muchas veces, resultaban ser un verdadero fiasco).

Contentas, empezaron a compartir anécdotas del fin de semana y no advirtieron del todo que les estaban haciendo luces detrás.

En un minuto, un auto rojo se les puso a la par, tocándoles bocina como si fuera el partido de Argentina-Inglaterra del ´86, cuando Maradona hizo el gol con la mano de Dios.

-          Naaaaaaaa –dijo Juana- estos nabos devuelta?! Entre sorprendida y tentada de la risa…
-          Ayyy… Rambito y Rambón –dijo Eugenia- jajajajaj
-          Hola chicos!! Gritó Julieta.
-          Buen viaje chicas! Gritó Fernando, mientras Matías Alé desmejorado saludaba con ahínco cuasi infantil.
-          Chauuuuuuu buen viajeee tambiénnnn!!!! Gritó Juana y, apenas el auto se les adelantó, empezó a reirse de manera tal que casi se hace pis encima.

Se empezaron a reir las tres. Una risa espontánea, sana y curadora. Qué placer…

Juana fue por más.

-          Chicas, estos dos… es lo mismo que… que te hayas levantado con conjuntivitis el día de tu casamiento…!! que el bebé recién nacido te despierte cada media hora… que… que estés con los pelos de dos metros y medio el día en que el chico de tus sueños te invita a ir a un telo…!
-          Que pierdas el colectivo justo antes de rendir tu última materia en la facu…! Dijo Julieta, golpeando el volante con las manos, tratando de mitigar la risa.  
-          …que te vayas a probar el vestido que habías comprado hacía cuatro meses para el casamiento de tu amiga y no te entre… ah! Y que falte una semana para el evento! Agregó Eugenia, casi descompuesta de risa…
-          Ayyy chicas…. Jajajajja……. Es lo mismo que imaginarse a Gangster cogiendo con Anselmi…jajajaj
-          Geniallll…… festejaron las muchachas el último “es lo mismo que”.

El viaje de regreso había sido más divertido de lo que ellas mismas hubieran podido imaginar.
Y Juana, para sus adentros, pensó: esto es como volver con la frente marchita, pero de risa… qué buenas amigas tengo!!! Qué grandes que son…!

Cuando Juana entró al departamento lo sintió como ajeno, extraño. Siempre le sucedía eso cuando volvía de un viaje, incluso aunque fuera por dos días. Esos dos días habían sido intensos igual. Esa noche, sin embargo, no tuvo demasiado tiempo de sentirse extraña… apenas se tiró en la cama, se durmió como un bebé (de esos que duermen profundamente…).

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