martes, 11 de enero de 2011

Bendito "algo"

-         Fede, tratá de bajarle dos decibeles al volumen. La cabeza me late, tengo un sueño que me muero y recién son la 9.30 de la mañana please…

La noche anterior, había transcurrido entre copas, llantos y risas. El día posterior, entre analgésicos, pedidos de silencio y mal humor.

-         Calavera no chilla, mi reina…

-         Anselmi convocó a una reunión de último momento, chicos – dijo Silvia, una compañera de trabajo. En cinco, todos en la sala de reuniones.

¡Bingo! Si algo le faltaba a su día, era Anselmi de orador.

Juana solo veía ovejitas volando por el aire. Tenía ganas de tirarse sobre la mesa y dormir. Los párpados le pesaban tonelada y media y como si todo eso fuera poco, la luz tenue de la sala, no contribuía en nada.

¡Qué desesperación! Por dios. ¿Acaso hay algo peor que estar en la oficina con resaca?

-pensó Juana- un día de resaca con Anselmi.

Llegó del trabajo y se durmió una siestita de dos horas y media. Era la única forma de sentirse renovada antes de encontrarse con Leo. Por suerte, el atuendo ya estaba tendido en una silla. Los zapatos, al lado, esperándola. Se bañó tranquila, se maquilló con mucha prolijidad y detalle.

-         Qué cara de pelotuda que pongo cuando me pinto las pestañas… comenzó a reírse sin parar.
Y me pregunto yo… ¿por qué abro la boca? Continuó riéndose.
A ver… quiero pintarme las pestañas sin abrir la boca…

Realizó el intento, pero no lo consiguió. Era casi un acto reflejo.

Estaba serena, más distendida que el resto del día que había dejado atrás. A pesar de tener que bancarse su malhumor sin comerla ni beberla, Fede le había regalado un Bisnike nevado -su chocolate favorito- para desearle suerte.

Empezó a comérselo. Puso música para relajar. Eran las diez de la noche recién. Faltaba como una hora y media para que la pasara a buscar. Supuestamente, iban a tomar algo, con lo cual debía comer antes, pero tenía el estómago un poco cerrado y con el chocolate alcanzaba.

Juró no hablar de ex novios, no hablar obsesivamente del trabajo y no mencionar la relación de oficina con Pablo. Temas prohibidos para un primer encuentro o, en rigor de verdad, un segundo encuentro.  

-         Me voy a dejar ser…

Sonó el timbre y Juana empezó a sentirse un poco nerviosa. Alguna mariposa revoloteaba en la panza. Estaba lookeada tal cual la asesoraron sus amigas. Plash… plash… sonó el difusor del Tommy en la muñeca izquierda y detrás de ambas orejas. El perfume era infaltable. Antes de salir, se miró en el espejo del ascensor para chequear que todo estuviera en su lugar. Extendió el cuello hacia arriba, se miró de un perfil, del otro, levantó las axilas… perfecto, todo perfecto. Leo estaba del otro lado de la puerta de vidrio esperándola.

Mmmm ¿cómo lo saludo?, se preguntó. La mariposita se transformó en una colonia de mariposas. Había olvidado consultar ese detalle con las chicas.

Los segundos encuentros son raros. El día en  que se conocieron, en medio de una fiesta, con las chicas al lado, prácticamente se habían hecho un examen bucal. Pero ahora Juana no se animaba a saludarlo con un beso. Ni siquiera un piquito apresurado. Quedo como una zafada, pensó.

-         Hola.
-         Hola. Leo le dio un beso en la mejilla. Ese es mi auto, vamos.

Zafé, pensó Juana.

-         ¿Te jode si fumo? Consultó ella.
-         No, para nada. Fumá tranquila… pensé en ir a tomar algo a Lupita en las Cañitas, ¿lo conocés?
-         No, Lupita no lo tengo…
-         Mejor. Así lo conocés conmigo.

El lugar estaba lleno, apenas si había una mesita para sentarse y menos mal que llegaron a rescatarla. Eran mesas altas con butacas altas también. No era la posición más cómoda para Juana, pero eligió disimular. A una tendrían que entrenarla de chiquita para momentos como este, pensó.

-         ¿Tomás cerveza?

Es el hombre ideal… se disparó automáticamente en su mente.

-         Sí obvio, me encanta.

Pegada a su respuesta, Juana comenzó a levantar la pared de autodefensa que siempre levantaba por si acaso.

Bueno, pará Juana… -comenzó a decirse mentalmente- este mismo ser encantador al que le gusta tomar cerveza como a vos, después se convierte en un Homero sentado adelante del televisor… no te entusiasmes tanto…

A pesar de sus intentos por levantar la pared, Leo hizo todo más que bien para derribarla. No habló de ex novias, no habló de grupos de pertenencia que no pueden romperse por nada del mundo (leáse: rugbiers, amantes de autos, equipos de hockey, básquet, cricket… absolutamente nada), no habló de una relación enfermiza con la madre, ni de fobias extremas -en apariencia-. La trató muy bien, fue simpático y hasta halagador. Sin embargo, Juana seguía cautelosa.

-         Me disculpás un segundo, voy al baño…
-         Obvio, dale.

Ese momento en que te levantás y vas al baño es crucial, porque el otro te mira yéndote. Te mira el culo sintéticamente. ¿Cómo caminar entonces…? ¿Cómo no sentir esa mirada clavada en tu nuca… o en tu culo…? Llegar al baño, después de levantarte de la mesa (o bajarte en este caso, por lo alta que era), era como la gloria misma.

Primero, se fijó rápidamente si le había quedado algún perejil de las papas a la provenzal que se habían pedido para picar. Qué mala idea había tenido el chico… aunque como ella empezó a sentir hambre, no se negó al placer. Nada a la vista. Qué alivio. No obstante, algo le decía a Juana que estaba todo mal. Entró al baño y lo comprobó: se había indispuesto y, al cambiar de cartera, no tenía la toallita femenina que siempre llevaba por si acaso. Era una señal, nada tenía que pasar con ese chico en ese primer encuentro. Segundo, mejor dicho.  

Leo definitivamente le gustaba: era varonil, atento, tenía buen porte, lindas manos… pero había un “algo” que no le cerraba. Ya se imaginaba a sus amigas, retándola por no saber qué le encontraba al candidato en este caso. Porque, según sus amigas, siempre les encontraba "algo".

Pensó todo eso, mientras trataba de hacer equilibrio sin tocar nada e  intentaba embocar el pichín en el inodoro. Se acomodó, improvisó una toallita con papel higiénico -“un horror” dijo en voz alta- pero era lo único que tenía al alcance de la mano.

Volvió a su encuentro. Él estaba hablando por celular.

¿Con quién estará hablando?, se preguntó.

Él continuaba en su charla, que muchas pistas para deducirlo no le daba.

¿No es medio desubicado ponerte a hablar tanto, cuando estás con alguien que recién conocés…? se volvió a preguntar a sí misma, pero es como si hubiese estado preguntándoselo a sus amigas.

Bueno… esto ya me incomoda, pero ok, todo bien, no te conozco…  seguía disparando su mente… si sos un desubicado, mañana no te veo más…

-         Chau hermosa, hablamos. Un beso grande. Saludó él.

Whatt? Ahhh nooo, esto nunca me había pasado… Juana estaba furiosa por dentro, pero lo disimulaba bastante bien por fuera.

-         Sorry, tuve que atender, era mi hermana. Mi sobrino estaba con fiebre desde hace varios días  y no sabían qué tenía, parece que era un virus, pero ya está recuperándose…
-         Nooo, todo bien. Qué suerte que está mejor. No sabía que tenías un sobrinito…
-         Sí, Felipe se llama, tiene 4 años, es de mi hermana mayor, Cande…

Soy una mal pensada, no lo puedo creer, no aprendo más… se decía internamente al mismo tiempo que Leo seguía hablando y ella ponía la mejor cara de interesada.

En ese instante, un retorcijón le apretó el estómago. Ese ruido interno, le indicó a Juana que la salida había llegado a su final.

-         Ya sé que es un bajón lo que voy a decir, pero me siento un poco mal… dijo Juana.
-         ¿Qué te duele?

Cómo explicar que le dolía la panza y sentía que estaba a punto de descomponerse en medio de Lupita…

-         Me duele terriblemente la cabeza…
-         Espero que no sea porque te aburro…
-         Para nada, pero me está matando.
-         No te preocupes, vamos. Igual, la seguimos otro día, no?…



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